En Plato, Magdalena, se conocieron pero Valledupar ha sido testigo de la unión inquebrantable desde 1946.
Cuando la familia Villar Díaz piensa en herencia, a su mente no llegan joyas, dinero y propiedades. No porque para ellos esas riquezas materiales no existan, sino porque cuentan con un tesoro más grande e invaluable: la unión inquebrantable de sus padres.
Emiliano Villar y María Díaz, tienen 100 y 96 años, respectivamente; juntos vieron crecer a sus nueve hijos, en medio de adversidades y alegrías, pese a cualquier situación su máxima aspiración es seguir unidos hasta la muerte.
Villar, nacido en 1916 y su compañera Díaz en 1920, tiene un amor que ha trascendido en el tiempo. Se enamoraron en su juventud en Plato, Magdalena, y aseguran que a pesar de las adversidades de la vida separarse nunca fue una opción.
Esta pareja es para sus familiares y vecinos símbolo de amor, alegría y vitalidad. A Emiliano, sus 10 décadas no le han robado el espíritu rumbero y el buen sentido de humor que siempre lo caracterizó. María por su lado, sigue siendo la mano derecha de su amado y hasta los infaltables celos, de toda mujer que ama con el corazón, permanecen intactos.
“Él se sienta en la terraza a ver mujeres pasar, aún no pierde la mala costumbre; era mujeriego, jugador de barajas y de dominó pero yo siempre estuve a su lado, respondió siempre por mis hijos y por mí. Hasta que Dios nos tenga en este mundo estaremos juntos”, comentó María con una amplia sonrisa.
María estuvo casada antes de conocerse con Emiliano, tuvo 6 hijos con su primera pareja, quien falleció, mientras que Juan empezó a pretenderla en el año 1946 cuando tenía 30 años y trabaja en la ganadería. Desde esa época no ha tenido ojos para otro hombre y sus primeros seis hijos aman y respetan a Emiliano como si fuese su padre biológico.
Conversar con esta pareja es alimentar el alma de buena energía, reírse sin reparos de cada ocurrencia que expresa Emiliano, apoyado por María, quien entre bromas le recuerda toda y cada una de las faltas que cometió en sus años de juventud.
El secreto de esta pareja de espíritu joven parece ser entonces esa alegría con la que vivieron sus años mozos y con los que hoy en día disfrutan al son de un buen porro y una gaita.
“Yo empecé a tomar desde muy joven, siempre he sido un hombre alegre, no me complico la vida y me gusta mucho bailar porro, sí a pesar de mi edad aún bailo, (risas)”, relató Emiliano.
Durante la amena charla con el longevo, daba la impresión de que su sencillo cuerpo quería revivir la reciente fiesta que sus hijos le organizaron como homenaje a una vida llena de amor y felicidad. Se decidió y rodeado de los aplausos de sus vecinos deslizó sus pequeños pies de un extremo a otro, con sus manos abiertas rodeaba a su mujer y la invitaba a bailar al son de un porro.
“El 17 de diciembre mi papá cumplió los 100 años y decidimos hacerle un homenaje no solo por su cumpleaños sino por los 70 años de matrimonio. Fue un festejo muy lindo, mi papá se tomó un trago y bailó como a él le gusta”, dijo Denis Villar, hija la pareja.
María agradece a Dios permitirle conocer a 36 nietos y 40 bisnietos. “Esta es una dicha que no cualquiera puede contar, mis nietos me aman y están muy pendientes de mí. Agradezco a Dios por esta gran bendición”, relató.
En esta historia se resalta también Denis Villar, una de las hijas de esta relación, quien cuida de ellos y es la alcahueta de todas sus “travesuras”.
“Mis papás son muy sanos, comen a la hora que desean y lo que se les apetece, duermen bien, no les gusta que uno los ayude porque ellos solos se hacen todo. El día que me falten tendré la satisfacción de haberles entregado todo mi amor y tiempo”, manifestó.
Ella se siente feliz porque cada día que pasa cerca de sus progenitores es de bendición y al pensar en su partida solo quisiera que fuese de una manera tranquila, sin dolor ni enfermedad porque gozan de una salud envidiable.
Por Jennifer Polo / EL PILÓN
En Plato, Magdalena, se conocieron pero Valledupar ha sido testigo de la unión inquebrantable desde 1946.
Cuando la familia Villar Díaz piensa en herencia, a su mente no llegan joyas, dinero y propiedades. No porque para ellos esas riquezas materiales no existan, sino porque cuentan con un tesoro más grande e invaluable: la unión inquebrantable de sus padres.
Emiliano Villar y María Díaz, tienen 100 y 96 años, respectivamente; juntos vieron crecer a sus nueve hijos, en medio de adversidades y alegrías, pese a cualquier situación su máxima aspiración es seguir unidos hasta la muerte.
Villar, nacido en 1916 y su compañera Díaz en 1920, tiene un amor que ha trascendido en el tiempo. Se enamoraron en su juventud en Plato, Magdalena, y aseguran que a pesar de las adversidades de la vida separarse nunca fue una opción.
Esta pareja es para sus familiares y vecinos símbolo de amor, alegría y vitalidad. A Emiliano, sus 10 décadas no le han robado el espíritu rumbero y el buen sentido de humor que siempre lo caracterizó. María por su lado, sigue siendo la mano derecha de su amado y hasta los infaltables celos, de toda mujer que ama con el corazón, permanecen intactos.
“Él se sienta en la terraza a ver mujeres pasar, aún no pierde la mala costumbre; era mujeriego, jugador de barajas y de dominó pero yo siempre estuve a su lado, respondió siempre por mis hijos y por mí. Hasta que Dios nos tenga en este mundo estaremos juntos”, comentó María con una amplia sonrisa.
María estuvo casada antes de conocerse con Emiliano, tuvo 6 hijos con su primera pareja, quien falleció, mientras que Juan empezó a pretenderla en el año 1946 cuando tenía 30 años y trabaja en la ganadería. Desde esa época no ha tenido ojos para otro hombre y sus primeros seis hijos aman y respetan a Emiliano como si fuese su padre biológico.
Conversar con esta pareja es alimentar el alma de buena energía, reírse sin reparos de cada ocurrencia que expresa Emiliano, apoyado por María, quien entre bromas le recuerda toda y cada una de las faltas que cometió en sus años de juventud.
El secreto de esta pareja de espíritu joven parece ser entonces esa alegría con la que vivieron sus años mozos y con los que hoy en día disfrutan al son de un buen porro y una gaita.
“Yo empecé a tomar desde muy joven, siempre he sido un hombre alegre, no me complico la vida y me gusta mucho bailar porro, sí a pesar de mi edad aún bailo, (risas)”, relató Emiliano.
Durante la amena charla con el longevo, daba la impresión de que su sencillo cuerpo quería revivir la reciente fiesta que sus hijos le organizaron como homenaje a una vida llena de amor y felicidad. Se decidió y rodeado de los aplausos de sus vecinos deslizó sus pequeños pies de un extremo a otro, con sus manos abiertas rodeaba a su mujer y la invitaba a bailar al son de un porro.
“El 17 de diciembre mi papá cumplió los 100 años y decidimos hacerle un homenaje no solo por su cumpleaños sino por los 70 años de matrimonio. Fue un festejo muy lindo, mi papá se tomó un trago y bailó como a él le gusta”, dijo Denis Villar, hija la pareja.
María agradece a Dios permitirle conocer a 36 nietos y 40 bisnietos. “Esta es una dicha que no cualquiera puede contar, mis nietos me aman y están muy pendientes de mí. Agradezco a Dios por esta gran bendición”, relató.
En esta historia se resalta también Denis Villar, una de las hijas de esta relación, quien cuida de ellos y es la alcahueta de todas sus “travesuras”.
“Mis papás son muy sanos, comen a la hora que desean y lo que se les apetece, duermen bien, no les gusta que uno los ayude porque ellos solos se hacen todo. El día que me falten tendré la satisfacción de haberles entregado todo mi amor y tiempo”, manifestó.
Ella se siente feliz porque cada día que pasa cerca de sus progenitores es de bendición y al pensar en su partida solo quisiera que fuese de una manera tranquila, sin dolor ni enfermedad porque gozan de una salud envidiable.
Por Jennifer Polo / EL PILÓN