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Columnista - 27 octubre, 2017

El surfing

“… Andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse”. San Mateo 14, 29-30. El surfing es el deporte de montar sobre las olas del mar. Cuando uno observa a los surfistas desde la playa, pareciera que es una tarea fácil, pero es algo […]

“… Andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse”. San Mateo 14, 29-30.

El surfing es el deporte de montar sobre las olas del mar. Cuando uno observa a los surfistas desde la playa, pareciera que es una tarea fácil, pero es algo que requiere de mucha habilidad, práctica y equilibrio; los deportistas no pueden crear las olas, sino que necesitan paciencia, fe y destreza para montarlas, luego requiere mucho equilibrio para permanecer encima y viajar sobre ellas.

Pensando en la experiencia de los arriesgados surfistas, traigo hoy una reflexión sobre Pedro andando sobre las aguas. La atrevida petición del discípulo después de toda una noche de arduo trabajo, mucha tensión y un cúmulo de frustraciones, ciertamente nos sorprende.

Las olas no comenzaron cuando Pedro emprendió a andar sobre las aguas. Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Habían pasado toda la noche remando y luchando contra las olas y el fuerte viento sin avanzar gran distancia de la orilla.

Estas condiciones atmosféricas no eran más que un molesto contratiempo para los discípulos, eran hombres acostumbrados al mar, cuatro de ellos habían nacido y crecido en sus orillas, seguramente eran situaciones que conocían bien. De igual manera, vivimos rodeados de dificultades y aflicciones que muchas veces, no tienen mayor impacto sobre nosotros.

Cuando Jesús autoriza a Pedro y este desciende de la barca, las olas seguían siendo las mismas que cuando estaba adentro. Su atracción por Cristo, le hizo olvidar completamente de la existencia de las mismas. Estaba concentrado y absorbido por el desafío de caminar sobre las aguas hacia la persona de Jesús. Igual nosotros, en momentos de gran pasión, ni siquiera registramos la existencia de contratiempos y obstáculos de la vida.

Pero vino la tragedia: ¡Al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse! Quitó los ojos de Jesús y miró hacia las circunstancias. Al hacerlo, vio las grandes olas que habían estado allí durante toda la noche. Pero ahora su situación era peligrosa, ya no tenía la protección que le brindaba la barca misma.

Las mismas olas ahora le infundían un temor que lo llevó a paralizarse y a interrumpir dramáticamente su experiencia de surfear hacia Jesús. Comenzó a hundirse, entonces gritó: ¡Señor, sálvame! La rápida intervención del Maestro lo sostuvo y lo salvó de ahogarse.

Queridos amigos lectores, muchas veces creemos que lo que nos ha hecho tambalear en la vida son las circunstancias particulares que vivimos. Debo decir que no son las circunstancias, sino nuestra perspectiva de ellas. El lugar donde estemos parados en el momento de la tormenta va a determinar la clase de respuesta que tengamos.

Las olas eran siempre las mismas: Pedro remando en la barca, caminado sobre el mar y hundiéndose en sus aguas tuvo tres reacciones distintas. Eso nos muestra que no siempre tenemos la misma reacción y que de cara a iguales circunstancias, podemos reaccionar de manera diferente. Todo depende de la perspectiva que tengamos de las cosas.

Puesto que no podemos ni crear ni eliminar las olas, aprendamos a surfear para que viajemos sobre ellas. Frente a las dificultades que nos producen las olas en la economía, la familia y las relaciones, no quitemos la mirada de Jesús y mantengamos siempre nuestros ojos en aquel, quien es el único que puede extender su mano para sostenernos y salvarnos.

Recordemos que nuestra reacción en tiempos de crisis depende del lugar en donde estemos parados. Dios nos dé la gracia de mantener nuestra fe y habiendo acabado todo, permanecer firmes. ¡Adelante, con los ojos puestos en Jesús! Un abrazo firme y solidario en Cristo…

Por Valerio Mejía Araujo

Columnista
27 octubre, 2017

El surfing

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“… Andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse”. San Mateo 14, 29-30. El surfing es el deporte de montar sobre las olas del mar. Cuando uno observa a los surfistas desde la playa, pareciera que es una tarea fácil, pero es algo […]


“… Andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse”. San Mateo 14, 29-30.

El surfing es el deporte de montar sobre las olas del mar. Cuando uno observa a los surfistas desde la playa, pareciera que es una tarea fácil, pero es algo que requiere de mucha habilidad, práctica y equilibrio; los deportistas no pueden crear las olas, sino que necesitan paciencia, fe y destreza para montarlas, luego requiere mucho equilibrio para permanecer encima y viajar sobre ellas.

Pensando en la experiencia de los arriesgados surfistas, traigo hoy una reflexión sobre Pedro andando sobre las aguas. La atrevida petición del discípulo después de toda una noche de arduo trabajo, mucha tensión y un cúmulo de frustraciones, ciertamente nos sorprende.

Las olas no comenzaron cuando Pedro emprendió a andar sobre las aguas. Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Habían pasado toda la noche remando y luchando contra las olas y el fuerte viento sin avanzar gran distancia de la orilla.

Estas condiciones atmosféricas no eran más que un molesto contratiempo para los discípulos, eran hombres acostumbrados al mar, cuatro de ellos habían nacido y crecido en sus orillas, seguramente eran situaciones que conocían bien. De igual manera, vivimos rodeados de dificultades y aflicciones que muchas veces, no tienen mayor impacto sobre nosotros.

Cuando Jesús autoriza a Pedro y este desciende de la barca, las olas seguían siendo las mismas que cuando estaba adentro. Su atracción por Cristo, le hizo olvidar completamente de la existencia de las mismas. Estaba concentrado y absorbido por el desafío de caminar sobre las aguas hacia la persona de Jesús. Igual nosotros, en momentos de gran pasión, ni siquiera registramos la existencia de contratiempos y obstáculos de la vida.

Pero vino la tragedia: ¡Al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse! Quitó los ojos de Jesús y miró hacia las circunstancias. Al hacerlo, vio las grandes olas que habían estado allí durante toda la noche. Pero ahora su situación era peligrosa, ya no tenía la protección que le brindaba la barca misma.

Las mismas olas ahora le infundían un temor que lo llevó a paralizarse y a interrumpir dramáticamente su experiencia de surfear hacia Jesús. Comenzó a hundirse, entonces gritó: ¡Señor, sálvame! La rápida intervención del Maestro lo sostuvo y lo salvó de ahogarse.

Queridos amigos lectores, muchas veces creemos que lo que nos ha hecho tambalear en la vida son las circunstancias particulares que vivimos. Debo decir que no son las circunstancias, sino nuestra perspectiva de ellas. El lugar donde estemos parados en el momento de la tormenta va a determinar la clase de respuesta que tengamos.

Las olas eran siempre las mismas: Pedro remando en la barca, caminado sobre el mar y hundiéndose en sus aguas tuvo tres reacciones distintas. Eso nos muestra que no siempre tenemos la misma reacción y que de cara a iguales circunstancias, podemos reaccionar de manera diferente. Todo depende de la perspectiva que tengamos de las cosas.

Puesto que no podemos ni crear ni eliminar las olas, aprendamos a surfear para que viajemos sobre ellas. Frente a las dificultades que nos producen las olas en la economía, la familia y las relaciones, no quitemos la mirada de Jesús y mantengamos siempre nuestros ojos en aquel, quien es el único que puede extender su mano para sostenernos y salvarnos.

Recordemos que nuestra reacción en tiempos de crisis depende del lugar en donde estemos parados. Dios nos dé la gracia de mantener nuestra fe y habiendo acabado todo, permanecer firmes. ¡Adelante, con los ojos puestos en Jesús! Un abrazo firme y solidario en Cristo…

Por Valerio Mejía Araujo