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Columnista - 8 junio, 2018

El que levanta mi cabeza

“Mas tú, Yahvé, eres escudo alrededor de mí; mi gloria y el que levanta mi cabeza”. Salmos 3,3 La expresión está enmarcada en un salmo que va desde el clamor desesperado en medio de la tribulación hasta la declaración de confianza en el poder de Dios para liberar. Es el clamor de David cuando huía […]

“Mas tú, Yahvé, eres escudo alrededor de mí; mi gloria y el que levanta mi cabeza”. Salmos 3,3
La expresión está enmarcada en un salmo que va desde el clamor desesperado en medio de la tribulación hasta la declaración de confianza en el poder de Dios para liberar. Es el clamor de David cuando huía de su hijo Absalón.

La cabeza, se refiere a nuestros derechos, nuestra autoridad y posición; se refiere a lo que somos y lo que tenemos. El epígrafe nos trae la lección acerca de que Dios no se olvidará de nosotros cuando surja la oposición. Él vendrá en nuestra defensa cuando las circunstancias parezcan indicar fracaso.

Aquí se exalta a Dios, a aquel que da la autoridad, los derechos y el poder. Es una confesión de fe, reconociendo que solo Dios es capaz de restaurar lo que el enemigo ataca, roba, mata y destruye. ¡Nadie puede quitarnos aquello que Dios quiere que tengamos!
Amados amigos, Dios es el único que tiene poder para levantarnos y restaurarnos a nuestro lugar de comunión y privilegios, a nuestra posición real en Cristo. Solo Dios puede ayudarnos a recomponer todas las partes dañadas de nuestro ego después de la tormenta.

Creer que Dios levanta nuestra cabeza es vivir en la confianza que seremos resguardados y protegidos, porque Dios es como escudo alrededor nuestro. Cuando por causa de las circunstancias, el desánimo o la oposición externa, nuestras cabezas estén caídas, debemos levantar las manos caídas y las rodillas paralizadas, saber que Dios levanta nuestras cabezas y nos eleva por encima de nuestros temores y fracasos.

Si bien es cierto que no podemos ser perfectos en todo lo que hagamos, si tenemos que esforzarnos en la gracia de Dios y permitir que, de cara a aquellas situaciones que desborden nuestra capacidad, sea Cristo quien nos levante.

No permitamos que el sentimiento de imposibilidad limite nuestra efectividad, ni que la inmensidad de los problemas nos bosqueje cuadros de imposibilidad. Por lo contrario, creamos la promesa: En Cristo todo lo podemos, porque Él es nuestra fortaleza.

Saquemos de nuestra mente y vocabulario los conceptos de “no podemos, es imposible, no lo lograremos”. Antes bien, estemos prestos a confesar que podemos hacerle frente a todo, pues es Cristo quien levanta nuestras cabezas.

Estemos listos y preparados para cualquier cosa por medio de aquel que nos da fuerzas, nuestra suficiencia proviene de Dios. Cuando nos sentimos débiles, entonces somos fuertes en la dependencia de Él. Nuestra confianza y poder está en Cristo quien nos levanta por encima de las situaciones que pudieran estar derrotándonos.

Mi invitación es a confiar en Dios y entregar en sus manos todas nuestras angustias y necesidades con la certeza que, en medio de la tormenta, Él está a nuestro lado, navega en nuestra barca, y levanta nuestra cabeza por encima de las adversidades.
Que Dios levante nuestras cabezas para contemplar su rostro de amor y bondad.
Un abrazo y muchas bendiciones en Cristo

Columnista
8 junio, 2018

El que levanta mi cabeza

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Mas tú, Yahvé, eres escudo alrededor de mí; mi gloria y el que levanta mi cabeza”. Salmos 3,3 La expresión está enmarcada en un salmo que va desde el clamor desesperado en medio de la tribulación hasta la declaración de confianza en el poder de Dios para liberar. Es el clamor de David cuando huía […]


“Mas tú, Yahvé, eres escudo alrededor de mí; mi gloria y el que levanta mi cabeza”. Salmos 3,3
La expresión está enmarcada en un salmo que va desde el clamor desesperado en medio de la tribulación hasta la declaración de confianza en el poder de Dios para liberar. Es el clamor de David cuando huía de su hijo Absalón.

La cabeza, se refiere a nuestros derechos, nuestra autoridad y posición; se refiere a lo que somos y lo que tenemos. El epígrafe nos trae la lección acerca de que Dios no se olvidará de nosotros cuando surja la oposición. Él vendrá en nuestra defensa cuando las circunstancias parezcan indicar fracaso.

Aquí se exalta a Dios, a aquel que da la autoridad, los derechos y el poder. Es una confesión de fe, reconociendo que solo Dios es capaz de restaurar lo que el enemigo ataca, roba, mata y destruye. ¡Nadie puede quitarnos aquello que Dios quiere que tengamos!
Amados amigos, Dios es el único que tiene poder para levantarnos y restaurarnos a nuestro lugar de comunión y privilegios, a nuestra posición real en Cristo. Solo Dios puede ayudarnos a recomponer todas las partes dañadas de nuestro ego después de la tormenta.

Creer que Dios levanta nuestra cabeza es vivir en la confianza que seremos resguardados y protegidos, porque Dios es como escudo alrededor nuestro. Cuando por causa de las circunstancias, el desánimo o la oposición externa, nuestras cabezas estén caídas, debemos levantar las manos caídas y las rodillas paralizadas, saber que Dios levanta nuestras cabezas y nos eleva por encima de nuestros temores y fracasos.

Si bien es cierto que no podemos ser perfectos en todo lo que hagamos, si tenemos que esforzarnos en la gracia de Dios y permitir que, de cara a aquellas situaciones que desborden nuestra capacidad, sea Cristo quien nos levante.

No permitamos que el sentimiento de imposibilidad limite nuestra efectividad, ni que la inmensidad de los problemas nos bosqueje cuadros de imposibilidad. Por lo contrario, creamos la promesa: En Cristo todo lo podemos, porque Él es nuestra fortaleza.

Saquemos de nuestra mente y vocabulario los conceptos de “no podemos, es imposible, no lo lograremos”. Antes bien, estemos prestos a confesar que podemos hacerle frente a todo, pues es Cristo quien levanta nuestras cabezas.

Estemos listos y preparados para cualquier cosa por medio de aquel que nos da fuerzas, nuestra suficiencia proviene de Dios. Cuando nos sentimos débiles, entonces somos fuertes en la dependencia de Él. Nuestra confianza y poder está en Cristo quien nos levanta por encima de las situaciones que pudieran estar derrotándonos.

Mi invitación es a confiar en Dios y entregar en sus manos todas nuestras angustias y necesidades con la certeza que, en medio de la tormenta, Él está a nuestro lado, navega en nuestra barca, y levanta nuestra cabeza por encima de las adversidades.
Que Dios levante nuestras cabezas para contemplar su rostro de amor y bondad.
Un abrazo y muchas bendiciones en Cristo