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Columnista - 8 octubre, 2016

El Nobel, después de todo

El pasado 2 de octubre de 2016, será desde entonces otra fecha amarga de la historia de Colombia. Los colombianos demostramos que hemos perdido sensibilidad por la vida, dilapidamos la oportunidad de recuperar su sentido invaluable. El Acuerdo Final para la “Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, no es […]

El pasado 2 de octubre de 2016, será desde entonces otra fecha amarga de la historia de Colombia. Los colombianos demostramos que hemos perdido sensibilidad por la vida, dilapidamos la oportunidad de recuperar su sentido invaluable. El Acuerdo Final para la “Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, no es el acuerdo deseable, el que todos quisiéramos, pero terminar el conflicto con las Farc, es lo mejor posible y viable para Colombia.

Con el triunfo famélico del NO en el Plebiscito, varias hipótesis fueron refrendadas. El pueblo colombiano participa útilmente en la polarización política que solo genera beneficios a la clase dirigente que la promueve, mientras tanto el país no prospera ni fortalece sus instituciones. También recobró vigencia que con el conflicto hacen política. Juan Carlos Vélez, lo puso de presente: “La indignación. Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”.

Es deplorable abstenerse en los mecanismos de participación ciudadana, no hay derecho a tanto desinterés. La Democracia nos brinda a los ciudadanos garantías para incidir en los cambios dentro de los sistemas judicial, ejecutivo y legislativo. Ciertamente en Colombia estas posibilidades han sido desvalorizadas y sustituidas por promesas incumplidas, generando apatía y desconfianza en el constituyente primario. Estas razones son suficientes y justifican legislación para obligatoriedad del voto.

Sentí pena y tristeza cuando escuché en los medios a ciudadanos de la Región Caribe, manifestando que “no salieron a votar porque estaba lloviendo”, pueblo insensato. ¿Acaso desconocen que nuestros militares le ponen el pecho a las balas en cualquier tiempo atmosférico?

Los resultados del Plebiscito dejaron al país en la nebulosa, en el oscurantismo, en la incertidumbre. Algunas medidas surgieron, todas apuntan a la renegociación del acuerdo, que igualmente contiene pesimismo, aún queda esa posibilidad, porque mandar a la basura un esfuerzo de cuatro años nos condenaría como sociedad. Les confieso que en la intimidad de mi pensamiento me embelesa el pesimismo, renegociación o recomponer los acuerdos tiene inmerso inamovibles que fueron los mismos que apalancaron la campaña del NO.

La aurora del viernes 7 de octubre, trajo consigo la noticia del premio Nobel de Paz para el presidente de la Republica, Juan Manuel Santos, reconocimiento a su testarudez, nuestro mandatario se la jugó por Colombia, no tuvo en cuenta prestigio ni cálculos políticos, asimismo constituye una cachetada de la comunidad internacional a la insensatez del pueblo colombiano, pero también es un bálsamo para concertar el fin del conflicto con las Farc sin dilaciones, sigue en juego el desafío gigante de convivencia, inspirado en verdad, reparación y garantías de no repetición.

Columnista
8 octubre, 2016

El Nobel, después de todo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

El pasado 2 de octubre de 2016, será desde entonces otra fecha amarga de la historia de Colombia. Los colombianos demostramos que hemos perdido sensibilidad por la vida, dilapidamos la oportunidad de recuperar su sentido invaluable. El Acuerdo Final para la “Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, no es […]


El pasado 2 de octubre de 2016, será desde entonces otra fecha amarga de la historia de Colombia. Los colombianos demostramos que hemos perdido sensibilidad por la vida, dilapidamos la oportunidad de recuperar su sentido invaluable. El Acuerdo Final para la “Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, no es el acuerdo deseable, el que todos quisiéramos, pero terminar el conflicto con las Farc, es lo mejor posible y viable para Colombia.

Con el triunfo famélico del NO en el Plebiscito, varias hipótesis fueron refrendadas. El pueblo colombiano participa útilmente en la polarización política que solo genera beneficios a la clase dirigente que la promueve, mientras tanto el país no prospera ni fortalece sus instituciones. También recobró vigencia que con el conflicto hacen política. Juan Carlos Vélez, lo puso de presente: “La indignación. Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”.

Es deplorable abstenerse en los mecanismos de participación ciudadana, no hay derecho a tanto desinterés. La Democracia nos brinda a los ciudadanos garantías para incidir en los cambios dentro de los sistemas judicial, ejecutivo y legislativo. Ciertamente en Colombia estas posibilidades han sido desvalorizadas y sustituidas por promesas incumplidas, generando apatía y desconfianza en el constituyente primario. Estas razones son suficientes y justifican legislación para obligatoriedad del voto.

Sentí pena y tristeza cuando escuché en los medios a ciudadanos de la Región Caribe, manifestando que “no salieron a votar porque estaba lloviendo”, pueblo insensato. ¿Acaso desconocen que nuestros militares le ponen el pecho a las balas en cualquier tiempo atmosférico?

Los resultados del Plebiscito dejaron al país en la nebulosa, en el oscurantismo, en la incertidumbre. Algunas medidas surgieron, todas apuntan a la renegociación del acuerdo, que igualmente contiene pesimismo, aún queda esa posibilidad, porque mandar a la basura un esfuerzo de cuatro años nos condenaría como sociedad. Les confieso que en la intimidad de mi pensamiento me embelesa el pesimismo, renegociación o recomponer los acuerdos tiene inmerso inamovibles que fueron los mismos que apalancaron la campaña del NO.

La aurora del viernes 7 de octubre, trajo consigo la noticia del premio Nobel de Paz para el presidente de la Republica, Juan Manuel Santos, reconocimiento a su testarudez, nuestro mandatario se la jugó por Colombia, no tuvo en cuenta prestigio ni cálculos políticos, asimismo constituye una cachetada de la comunidad internacional a la insensatez del pueblo colombiano, pero también es un bálsamo para concertar el fin del conflicto con las Farc sin dilaciones, sigue en juego el desafío gigante de convivencia, inspirado en verdad, reparación y garantías de no repetición.