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Columnista - 6 febrero, 2018

El malo conocido

Cada vez que la democracia le da la oportunidad al pueblo para que se exprese en las urnas mediante el voto, confiamos en que el elector tomará la mejor decisión frente a la diversidad de propuestas políticas, así hoy algunos candidatos estén más interesados en despertar sentimientos de solidaridad parroquial, que generan confianza democrática de […]

Cada vez que la democracia le da la oportunidad al pueblo para que se exprese en las urnas mediante el voto, confiamos en que el elector tomará la mejor decisión frente a la diversidad de propuestas políticas, así hoy algunos candidatos estén más interesados en despertar sentimientos de solidaridad parroquial, que generan confianza democrática de acuerdo con su desempeño como servidores públicos.

En este cometido utilizan el mercenario poder de la publicidad para robarnos la esperanza de estar bien representados, intentan convencernos que la incapacidad intelectual puede ser suplida por el poder económico particular, al punto de que ya en algunos sectores de la opinión ha hecho carrera la lapidaria frase, ‘voto por un malo conocido’, negándose la oportunidad de evaluar, reflexionar o criticar, decidiéndose por quien realmente tenga una gestión qué mostrar y no solo por la efímera capacidad de comprar conciencias.

En nuestro departamento han hecho tanto daño los antivalores, que nos es raro escuchar a comunicadores sociales, con alto grado de formación académica y reconocida solvencia económica, descalificando las campañas políticas respetuosas de los topes electorales en antítesis a las ostentosas vallas, pendones, afiches y todo tipo de impresos de otras, cuando debiera ser al contrario, porque es claro que si alguien para elegirse viola la ley, indefectiblemente amañará los postulados éticos y morales al momento de recuperar el dinero invertido.

Y no se trata del ‘morronguismo’ muy de moda por estos días, sí de una respetuosa reflexión al noble oficio de informar. Desde nuestras plumas y micrófonos tenemos la responsabilidad social de enseñar a razonar, a pensar, a elegir, para evitar que seamos burlados en decisiones tan trascendentales como la elección de nuestros representantes. No propiciemos el engaño con frívolos raciocinios.

Yo si prefiero seguir confiando en la creciente madurez política del elector primario cesarense; creyendo en que el desgaste de la ambición ha hecho caer a los imperios más sólidos y nuestro departamento no será la excepción; apostando a que la vigencia política de los que utilizan la necesidad del pueblo como único argumento de seducción está por acabar, porque la gente recibirá la plata pero votará por quien realmente quiere y esforzándome para que derrotemos la patológica resignación de votar por el malo conocido, por el menos malo o por quien nos extorsiona laboralmente o por un plato de comida.

Decía el humanista español, José Luis Sampedro, que “las batallas hay que darlas se gane o se pierda, por el hecho mismo de darlas”, es lo que con valentía algunos candidatos han emprendido hasta convertirse en la opción en estos momentos de crisis. Hay varios que tienen capacidad y beligerancia para derrotar el totalitarismo. Son la diferencia, la gama de colores democráticos sobre la que se edifica la alternativa política. Son el camino que nos lleva a cumplir el anuncio de Jorge Eliécer Gaitán cuando dijo, “cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es pueblo y no una multitud anónima de siervos”. Un abrazo. –

[email protected]

@antoniomariaA

Columnista
6 febrero, 2018

El malo conocido

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Cada vez que la democracia le da la oportunidad al pueblo para que se exprese en las urnas mediante el voto, confiamos en que el elector tomará la mejor decisión frente a la diversidad de propuestas políticas, así hoy algunos candidatos estén más interesados en despertar sentimientos de solidaridad parroquial, que generan confianza democrática de […]


Cada vez que la democracia le da la oportunidad al pueblo para que se exprese en las urnas mediante el voto, confiamos en que el elector tomará la mejor decisión frente a la diversidad de propuestas políticas, así hoy algunos candidatos estén más interesados en despertar sentimientos de solidaridad parroquial, que generan confianza democrática de acuerdo con su desempeño como servidores públicos.

En este cometido utilizan el mercenario poder de la publicidad para robarnos la esperanza de estar bien representados, intentan convencernos que la incapacidad intelectual puede ser suplida por el poder económico particular, al punto de que ya en algunos sectores de la opinión ha hecho carrera la lapidaria frase, ‘voto por un malo conocido’, negándose la oportunidad de evaluar, reflexionar o criticar, decidiéndose por quien realmente tenga una gestión qué mostrar y no solo por la efímera capacidad de comprar conciencias.

En nuestro departamento han hecho tanto daño los antivalores, que nos es raro escuchar a comunicadores sociales, con alto grado de formación académica y reconocida solvencia económica, descalificando las campañas políticas respetuosas de los topes electorales en antítesis a las ostentosas vallas, pendones, afiches y todo tipo de impresos de otras, cuando debiera ser al contrario, porque es claro que si alguien para elegirse viola la ley, indefectiblemente amañará los postulados éticos y morales al momento de recuperar el dinero invertido.

Y no se trata del ‘morronguismo’ muy de moda por estos días, sí de una respetuosa reflexión al noble oficio de informar. Desde nuestras plumas y micrófonos tenemos la responsabilidad social de enseñar a razonar, a pensar, a elegir, para evitar que seamos burlados en decisiones tan trascendentales como la elección de nuestros representantes. No propiciemos el engaño con frívolos raciocinios.

Yo si prefiero seguir confiando en la creciente madurez política del elector primario cesarense; creyendo en que el desgaste de la ambición ha hecho caer a los imperios más sólidos y nuestro departamento no será la excepción; apostando a que la vigencia política de los que utilizan la necesidad del pueblo como único argumento de seducción está por acabar, porque la gente recibirá la plata pero votará por quien realmente quiere y esforzándome para que derrotemos la patológica resignación de votar por el malo conocido, por el menos malo o por quien nos extorsiona laboralmente o por un plato de comida.

Decía el humanista español, José Luis Sampedro, que “las batallas hay que darlas se gane o se pierda, por el hecho mismo de darlas”, es lo que con valentía algunos candidatos han emprendido hasta convertirse en la opción en estos momentos de crisis. Hay varios que tienen capacidad y beligerancia para derrotar el totalitarismo. Son la diferencia, la gama de colores democráticos sobre la que se edifica la alternativa política. Son el camino que nos lleva a cumplir el anuncio de Jorge Eliécer Gaitán cuando dijo, “cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es pueblo y no una multitud anónima de siervos”. Un abrazo. –

[email protected]

@antoniomariaA