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Columnista - 21 octubre, 2016

El magnate

Conocí a Carlitos, así le decía todo mundo al hoy acaudalado hombre de negocios en su natal Codazzi, en el hogar de Cheiba y Carmen, desde muy pequeño cuando yo sembraba algodón en esa localidad y desde su niñez, desarrollada dentro de la abundancia, sus vivencias e historias han sido de sagacidad y visión para […]

Conocí a Carlitos, así le decía todo mundo al hoy acaudalado hombre de negocios en su natal Codazzi, en el hogar de Cheiba y Carmen, desde muy pequeño cuando yo sembraba algodón en esa localidad y desde su niñez, desarrollada dentro de la abundancia, sus vivencias e historias han sido de sagacidad y visión para los negocios, quizás antes de los 12 años ya era socio de los comisariatos de los extensos cultivos algodoneros de su padre, manejados por Aramis Rumbo y Darío Colmena en donde obtenía pingues ganancias, de pelaíto criaba pollos en las haciendas de su padre para abastecer el mercado que él mismo llevaba a domicilio, estudiando gastaba lo necesario y el resto lo ahorraba y prestaba a los compañeros “al interés” en el Colegio Liceo Santander del maestro Emel Marzal, así Marzal, con Z, de los de mi papá, provenientes de El Molino, me cuentan sus compañeros que lo mismo hacía en Medellín, donde en una moto lujosa se desplazaba prestando y cobrando; después lo vi moverse en la importación de vehículos aprovechando los ríos de plata de la marimba y donde uno de sus mejores clientes era José Manuel Aponte Romero, un primo hermano a quien quise mucho; respaldado económicamente por su padre, que cuando vio que “el muchachito”, así me lo dijo a mí era un as para los negocios y que se parecía al Rey Midas, porque era triunfador en lo económico, lo apoyó decididamente.
De ahí su inclinación por el negocio de carros y buscando mejores mercados se trasladó a Bogotá ya como distribuidor de vehículos de alta gama, donde José Manuel continuaba siendo uno de sus clientes preferidos y por eso tuve la fortuna de montar y manejar Rolls Royce, Mercedes 500 ó 450 convertibles, Cadillac y otros de la misma alcurnia hasta cuando llegó Hyundai y se arriesgó a vender un carro desconocido y fue tanto el éxito y el empeño que le puso al negocio que logró la exclusividad de venta de esos vehículos para Colombia, que después adquirieron tanta fama que lo consolidaron entre las 100 empresas más poderosas del país y a él como el magnate de ese negocio, palabra que a él le gusta, pero por diferencias la fábrica Hyundai resolvió quitarle la distribución y acudió a instancias judiciales para reclamar sus derechos.

Recibo con satisfacción la decisión de la Corte Suprema de Justicia de negarle a la empresa Neocorp las pretensiones de que Carlos Mattos Barrero distribuya y venda los Hyundai en el país, porque él es un hombre altruista, filántropo y mecenas y son muchas las empresas de esta ciudad que reciben de su mano generosa importantes auxilios como es el caso del Seminario y la Universidad Popular, entre otros.

Lo que sí que el carro Hyundai, el cual manejo hace más de 10 años, es muy bueno, puede haber otros más lujosos, pero en funcionamiento se lo echo a cualquiera.

Me han dicho que te has vuelto malgeniado y absolutista, Carlitos déjate de tanta mala ley y vente con más frecuencia al Valle a bañarte en el Guatapurí, pasear en bicicleta y bailar, cosas que te gustan, especialmente lo último porque eso sí lo sé que lo haces bien, heredado de Cheiba, pareces un trompito, no carrancho, sino sedita. Aquí se vive sabroso gracias a Uribe y Santos para que no me caigan rayos de un lado u otro, el secuestro no existe y contrario a lo que dicen en Bogotá, aquí lo que se vive es chévere. Ven y pégatelo con tus amigos y olvídate de tanta plata, que como decía tu tío Pipe y tu amigo Álvaro Orozco, no harta.

 

Columnista
21 octubre, 2016

El magnate

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Conocí a Carlitos, así le decía todo mundo al hoy acaudalado hombre de negocios en su natal Codazzi, en el hogar de Cheiba y Carmen, desde muy pequeño cuando yo sembraba algodón en esa localidad y desde su niñez, desarrollada dentro de la abundancia, sus vivencias e historias han sido de sagacidad y visión para […]


Conocí a Carlitos, así le decía todo mundo al hoy acaudalado hombre de negocios en su natal Codazzi, en el hogar de Cheiba y Carmen, desde muy pequeño cuando yo sembraba algodón en esa localidad y desde su niñez, desarrollada dentro de la abundancia, sus vivencias e historias han sido de sagacidad y visión para los negocios, quizás antes de los 12 años ya era socio de los comisariatos de los extensos cultivos algodoneros de su padre, manejados por Aramis Rumbo y Darío Colmena en donde obtenía pingues ganancias, de pelaíto criaba pollos en las haciendas de su padre para abastecer el mercado que él mismo llevaba a domicilio, estudiando gastaba lo necesario y el resto lo ahorraba y prestaba a los compañeros “al interés” en el Colegio Liceo Santander del maestro Emel Marzal, así Marzal, con Z, de los de mi papá, provenientes de El Molino, me cuentan sus compañeros que lo mismo hacía en Medellín, donde en una moto lujosa se desplazaba prestando y cobrando; después lo vi moverse en la importación de vehículos aprovechando los ríos de plata de la marimba y donde uno de sus mejores clientes era José Manuel Aponte Romero, un primo hermano a quien quise mucho; respaldado económicamente por su padre, que cuando vio que “el muchachito”, así me lo dijo a mí era un as para los negocios y que se parecía al Rey Midas, porque era triunfador en lo económico, lo apoyó decididamente.
De ahí su inclinación por el negocio de carros y buscando mejores mercados se trasladó a Bogotá ya como distribuidor de vehículos de alta gama, donde José Manuel continuaba siendo uno de sus clientes preferidos y por eso tuve la fortuna de montar y manejar Rolls Royce, Mercedes 500 ó 450 convertibles, Cadillac y otros de la misma alcurnia hasta cuando llegó Hyundai y se arriesgó a vender un carro desconocido y fue tanto el éxito y el empeño que le puso al negocio que logró la exclusividad de venta de esos vehículos para Colombia, que después adquirieron tanta fama que lo consolidaron entre las 100 empresas más poderosas del país y a él como el magnate de ese negocio, palabra que a él le gusta, pero por diferencias la fábrica Hyundai resolvió quitarle la distribución y acudió a instancias judiciales para reclamar sus derechos.

Recibo con satisfacción la decisión de la Corte Suprema de Justicia de negarle a la empresa Neocorp las pretensiones de que Carlos Mattos Barrero distribuya y venda los Hyundai en el país, porque él es un hombre altruista, filántropo y mecenas y son muchas las empresas de esta ciudad que reciben de su mano generosa importantes auxilios como es el caso del Seminario y la Universidad Popular, entre otros.

Lo que sí que el carro Hyundai, el cual manejo hace más de 10 años, es muy bueno, puede haber otros más lujosos, pero en funcionamiento se lo echo a cualquiera.

Me han dicho que te has vuelto malgeniado y absolutista, Carlitos déjate de tanta mala ley y vente con más frecuencia al Valle a bañarte en el Guatapurí, pasear en bicicleta y bailar, cosas que te gustan, especialmente lo último porque eso sí lo sé que lo haces bien, heredado de Cheiba, pareces un trompito, no carrancho, sino sedita. Aquí se vive sabroso gracias a Uribe y Santos para que no me caigan rayos de un lado u otro, el secuestro no existe y contrario a lo que dicen en Bogotá, aquí lo que se vive es chévere. Ven y pégatelo con tus amigos y olvídate de tanta plata, que como decía tu tío Pipe y tu amigo Álvaro Orozco, no harta.