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Informe - 14 febrero, 2016

El hombre que cambió su niñez por las balas

Un hombre que entró cuando era un niño a la guerrilla de las Farc, le contó a EL PILÓN su historia subversiva que duró más de 25 años en el Cesar, La Guajira, el Magdalena y los santanderes.

Mateo es un hombre de 44 años, ingresó a las filas de la guerrilla de las Farc cuando tenía 13 y hace seis se retiró. En la actualidad está en un proceso de reintegración con la Agencia Colombiana para la Reintegración.
Mateo es un hombre de 44 años, ingresó a las filas de la guerrilla de las Farc cuando tenía 13 y hace seis se retiró. En la actualidad está en un proceso de reintegración con la Agencia Colombiana para la Reintegración.

De su infancia a Mateo solamente le quedó el recuerdo, quizás un ocaso en medio de una turbia tarde que al final pasó a ser una noche gris. En 1985, cuando el conflicto armando en el país era uno de los temas más debatidos, este hombre decidió ingresar a las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc. Apenas tenía 13 años y fue influenciado por un profesor de su pueblo. 31 años después narró en exclusiva para EL PILÓN su paso por el grupo armado, que hoy está en diálogos con el Gobierno Nacional en La Habana, Cuba, para poner fin al conflicto armado que ya lleva más de sesenta años.

Mateo nació en un municipio del Cesar, en un hogar muy pobre, en el que para poder comer tenía que vender leña y mango, o lo que produjera el campo. “En ese cuento de estar yendo y viniendo al monte, me conseguí un señor, un profesor del pueblo, un día me abordó y me llevó al campamento, me dieron comida y me mandaron a hacer un mandado, lo hice, me enviaron a hacer otro, también lo hice: tenía que repartir panfletos, saber cómo llegar a un puesto de Policía, cómo ubicar las tropas del Ejército”, narra el exguerrillero hoy con 44 años de edad.

Entre mandado y mandado, un día se topó con uno de los jefes y esa persona lo convenció de quedarse, de convertirse en otro civil más en las filas de la guerrilla de las Farc.

Mateo recuerdo que cuando era niño le gustaba subirse en los árboles y ver cómo caía una avioneta en la finca de un hombre adinerado de la región. Fue su único sueño, era el anhelo de ese infante que siguió el paso de la revolución.

No estudió, por eso no sabía leer ni escribir, pero si aprendió a echar bala, así como a manejar, a arreglar un motor, un fusil, y gracias a sus empíricas habilidades consiguió ascender en la cúpula baja. “No salí más a la ciudad y me quedé entonces arreglando un arma, haciendo una bomba”, recuerda.

Cuando se le habla del fuego cruzado una sola palabra sale de su boca: Ufffffff. Por los momentos que vivió, por ejemplo, en el municipio de Becerril cuando su tropa fue bombardeada por la Fuerza Aérea Colombiana. “Nunca piensas que vas a salir vivo”. En esos casos los guerrilleros le entregan su vida a Dios con el fin de no ser alcanzados por la onda expansiva de un misil, que es un verdadero milagro. Vio como quedaron sus “camaradas” sin brazos, sin piernas, en las paredes o en un árbol con sus órganos por fuera, “es algo terrible”. Asegura que las Farc hacen presencia en el departamento del Cesar “más de lo que se cree”.

Durante la entrevista mantuvo su mirada fija, en sus ojos cafés se retrataba aún el eslabón perdido que olvidó las armas y ahora le apuesta a la vida libre, con dos hijos y un hogar por sostener. Sabe que el retrovisor del tiempo le dice que no debe mirar hacia atrás porque podría perder su nuevo horizonte.

Las secuelas de la guerra permanecen en su mente. “Estoy durmiendo y escuchar el paso de un avión me hace despertar. Todavía es la hora que eso en mi mente está como una señal. Me hace volar de la cama y lo único que hago es reírme”, dice.

Se silencia y responde que para él, hoy en día, la guerrilla no tiene nada interesante porque todo está basado en una guerra sin fin.

“En la guerrilla no le pagan un peso a nadie. Gran parte de los dineros está en las vacunas, el impuesto a los narcotraficantes, el secuestro. A los vendedores y compradores de amapola y coca, las Farc le cobran el 10 por ciento de impuesto del cargamento”.

Víctor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño Suárez o ‘Mono Jojoy’, decía que el proyecto de las Farc era netamente revolucionario de orden estratégico.

“Cuando estás dentro no tienes familia, no tienes amigos, no tienes a nadie. Allá debes olvidarte de papá, mamá, hermanos. La vida de un guerrillero es dura, no es fácil. Tienes que cargar un equipo con 30 libras de comida, la munición, tu ropa, el fusil, tu equipo es tu casa, en un combate si dejas el equipo te sancionan, incluso hasta la muerte te puede causar”, recalca este hombre que dijo haber estado en Magdalena, Cesar, La Guajira, Atlántico, Santander, Norte de Santander y el sur de Bolívar.

Factores como la extensión del Cesar, los departamentos que lo rodean y la economía interna explican la confluencia de los diferentes actores armados: las guerrillas, Eln y Farc, y los paramilitares, afirma un informe del Observatorio de Conflicto Armado, Corporación Nuevo Arco Iris.

Las Farc hicieron presencia en la zona norte del Cesar con el frente 59; en el centro, con el frente 41; y al sur mantuvieron una débil presencia, puesto que la guerrilla que domina esta zona es el Eln. Este grupo armado al margen de la ley ingresó al Cesar en la década del 80, con el frente 19, proveniente del Magdalena, que posteriormente permitiría la formación del frente 59 en la década del 90. Sus diferentes frentes han pretendido dominar los corredores de movilidad entre los municipios de la Serranía de Perijá, de la Sierra Nevada de Santa Marta y los que limitan con Venezuela, espacio que facilita el ingreso de insumos militares y corredores para el narcotráfico.

El reparador

A Mateo le encargaron la reparación en el taller, la sastrería y la emisora de las Farc. En caso de cualquier daño, él tenía la potestad de arreglar y cambiar cualquier aparato que se averiara.

“En el caso mío tenía la facilidad de arreglar algo, cuando el guerrillero asciende es porque tiene cojones, de echarse plomo y los años de guerra, no es de un día para otro. Además los estudios políticos que le dan a uno dentro son importantes”. Lo obligaron a leer y a escribir, cuenta que la ideología que manejan las Farc es el pensamiento de Karl Marx. En su totalidad, estas ideas proporcionan una base teórica completamente elaborada para la lucha de la clase obrera para alcanzar una forma de sociedad humana: el socialismo.

“La Farc no tiene futuro. La única opción era la desmovilización”, dijo. No dejó ni terminar la pregunta sobre sí el proceso de paz con el Gobierno era la salida, cuando a mitad de camino respondió: “Ellos lo saben, ellos están buscando estatus político y de beligerancia, a ese proceso no le pongan fecha porque yo sé que ellos van a dilatar todo”.

Dice que los ganaderos jamás y nunca le perdonarán a las Farc lo que hicieron en el Cesar, como matar, secuestrar y robarse el ganado, además de arremeter contra la población civil. Es dudoso del fin del conflicto entre las Farc con el Gobierno Nacional, su incertidumbre es de un 99 por ciento.

Afirma que conoció a Luciano Marín Angulo, alias ‘Iván Márquez’, a Seusis Hernández, conocido como ‘José Santrich’, inclusive a Víctor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño Suárez o ‘Mono Jojoy’, abatido por el gobierno el 23 de septiembre de 2010.

Considera que los golpes más duros para las Farc fueron la captura de alias ‘Simón Trinidad’, y las muertes de Raúl Reyes, ‘El Negro’ Acacio, Adán Izquierdo (fundador del Bloque Caribe) y Víctor Julio Suárez Rojas.

“Siento que las Farc está tomando un aire, esa es mi perspectiva, tanto militar, política, como en hombres. Habían frentes casi derrotados como el 41 o el 19 y ya no”, afirmó.

Los últimos hechos de terror perpetuados por las Farc ocurrieron en 2014, cuando secuestraron tres ganaderos, dos comerciantes y un geólogo en menos de tres meses.

Un caso recordado fue la retención del geólogo manizaleño Andrés Calle, ocurrido el 29 de junio en 2014 en jurisdicción del municipio de Curumaní, cuando hacía trabajos para el Servicio Geológico Colombiano, que adelanta la exploración de yacimientos mineros en la parte alta de la Serranía de Perijá, muy cerca de la frontera con Venezuela. Ese día el grupo guerrillero llegó al campamento de los ingenieros y se llevó al geólogo y a un estudiante, a quien liberaron tres horas después.

La salida

“Una de las cosas que me hizo salir de la guerrilla fue haber tenido mi primer hijo, porque me lo llevaban, me daba besos y me abrazaba, eso es lo más bonito que he tenido en la vida. No quería que mi hijo pasara por lo que pasé yo”, dice *Mateo, quien después de 17 años de vivir con una mujer que conoció en Valledupar, abandonó a las Farc.

Se paseó por varios frentes del Bloque Caribe, que opera esta zona del país: 41, 37, 19 y 24, pero finalmente abandonó las filas cuando hacía parte del Frente 59, que según información de la Policía opera en el departamento de La Guajira y Venezuela: La Villa del Rosario, Machiques de Perijá y Alto Guasare, en el estado Zulia.

Pero la suerte no lo acompañó. En la capital del Cesar fue detenido por la Policía Nacional por el delito de rebelión, por esa razón fue enviado a la Penitenciaría de Alta y Mediana Seguridad de Valledupar, ‘La Tramacúa’.

“Me mandaron a una misión en Valledupar y caí preso por rebelión. El trato que me dieron en ‘La Tramacúa’ fue inhumano, yo decía que cuando saliera me las iban a pagar, le cogí odio al Estado. Era algo peor que la guerrilla. De la cárcel salgo para el frente 59 y me dejaron organizando una milicia urbana, tardé tres meses y cuando pasé el informe a los superiores, me dieron la orden de armar una milicia”, declaró.

Cuando estuvo detenido, la guerrilla, literalmente, lo abandonó, no le dieron dinero, tampoco le pusieron un abogado y nunca lo visitaron.

Después de un tiempo la madre de sus hijos lo puso entre la espada y la pared, le pidió que se quedara en la guerrilla o se saliera para estar con sus hijos.

“En medio de una balacera un disparo casi me mata, entonces me acordé de mis hijos, me trasladaron a un centro asistencial y mi esposa fue a visitarme, entonces me dijo: Escoges la guerrilla o nosotros. Me quedé con los niños y ella”, afirma quien hace tres años dejó la guerrilla y fue vinculado a los programas de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), que el viernes 12 de febrero conmemoró el Día la prevención del reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte de grupos armados organizados al margen de la ley y grupos delictivos organizados.

Dice sentir temor porque es un objetivo militar. “Cuando te presentas a un batallón tu cabeza vale, ahí si tiene plata la guerrilla para asesinarte. Si te consiguen te matan, si te ubican eres hombre muerto, nunca te lo van a perdonar, eres un traidor y eso allá no se perdona”. No bebe licor, no se sienta en una cantina, no juega ninguna clases de juegos de mesa y los paseos son restringidos, aunque sea en familia, todo eso lo hace por cuidarse.

A través de la ACR se convirtió en bachiller, hizo cursos en el Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, y en la actualidad tiene la convicción de seguir luchando para sacar a su familia adelante.

Tiene pensado hacer una escuela de bicicros en la capital del Cesar, porque a los niños de esta ciudad se les debe entregar otras alternativas de deporte, a parte del fútbol.

El Cesar tiene 2.288 desmovilizados y en proceso de reintegración 1.984, de esos 486 culminaron el proceso, es decir, un 16.9 por ciento.

Según cifras de la Agencia Colombia para la Reintegración, el 40 por ciento de los excombatientes ingresaron a los grupos armados siendo menores de edad, mientras que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar aduce que unos seis mil niños han hecho parte del conflicto armado.

Por razones de seguridad con el entrevistado, se utilizó un nombre ficticio.

Según cifras de la Agencia Colombia para la Reintegración, el 40 por ciento de los excombatientes ingresaron a los grupos armados cuando eran niños.
El Cesar tiene 2.288 desmovilizados y en proceso de reintegración 1.984, de esos 486 culminaron el proceso, es decir, un 16.9 por ciento.
Colombia es el tercer país del mundo donde más reclutan niños para llevarlos a la guerra.
En la guerrilla de las Farc los uniformados tienen derecho a tomar licor, únicamente, dos días al año: 24 y 31 de diciembre.
“Yo no tuve niñez, no tuve infancia, no jugué con nada, me ponen a patear un balón de fútbol y no sé, no soy bueno para patearlo”.
“Una vez un compañero iba conmigo en marcha y se robó media panela y lo fusilaron por eso, por comerse media panela”.

 

Por Carlos Mario Jiménez
carlos.jimenez@elpilon.com.co

Informe
14 febrero, 2016

El hombre que cambió su niñez por las balas

Un hombre que entró cuando era un niño a la guerrilla de las Farc, le contó a EL PILÓN su historia subversiva que duró más de 25 años en el Cesar, La Guajira, el Magdalena y los santanderes.


Mateo es un hombre de 44 años, ingresó a las filas de la guerrilla de las Farc cuando tenía 13 y hace seis se retiró. En la actualidad está en un proceso de reintegración con la Agencia Colombiana para la Reintegración.
Mateo es un hombre de 44 años, ingresó a las filas de la guerrilla de las Farc cuando tenía 13 y hace seis se retiró. En la actualidad está en un proceso de reintegración con la Agencia Colombiana para la Reintegración.

De su infancia a Mateo solamente le quedó el recuerdo, quizás un ocaso en medio de una turbia tarde que al final pasó a ser una noche gris. En 1985, cuando el conflicto armando en el país era uno de los temas más debatidos, este hombre decidió ingresar a las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc. Apenas tenía 13 años y fue influenciado por un profesor de su pueblo. 31 años después narró en exclusiva para EL PILÓN su paso por el grupo armado, que hoy está en diálogos con el Gobierno Nacional en La Habana, Cuba, para poner fin al conflicto armado que ya lleva más de sesenta años.

Mateo nació en un municipio del Cesar, en un hogar muy pobre, en el que para poder comer tenía que vender leña y mango, o lo que produjera el campo. “En ese cuento de estar yendo y viniendo al monte, me conseguí un señor, un profesor del pueblo, un día me abordó y me llevó al campamento, me dieron comida y me mandaron a hacer un mandado, lo hice, me enviaron a hacer otro, también lo hice: tenía que repartir panfletos, saber cómo llegar a un puesto de Policía, cómo ubicar las tropas del Ejército”, narra el exguerrillero hoy con 44 años de edad.

Entre mandado y mandado, un día se topó con uno de los jefes y esa persona lo convenció de quedarse, de convertirse en otro civil más en las filas de la guerrilla de las Farc.

Mateo recuerdo que cuando era niño le gustaba subirse en los árboles y ver cómo caía una avioneta en la finca de un hombre adinerado de la región. Fue su único sueño, era el anhelo de ese infante que siguió el paso de la revolución.

No estudió, por eso no sabía leer ni escribir, pero si aprendió a echar bala, así como a manejar, a arreglar un motor, un fusil, y gracias a sus empíricas habilidades consiguió ascender en la cúpula baja. “No salí más a la ciudad y me quedé entonces arreglando un arma, haciendo una bomba”, recuerda.

Cuando se le habla del fuego cruzado una sola palabra sale de su boca: Ufffffff. Por los momentos que vivió, por ejemplo, en el municipio de Becerril cuando su tropa fue bombardeada por la Fuerza Aérea Colombiana. “Nunca piensas que vas a salir vivo”. En esos casos los guerrilleros le entregan su vida a Dios con el fin de no ser alcanzados por la onda expansiva de un misil, que es un verdadero milagro. Vio como quedaron sus “camaradas” sin brazos, sin piernas, en las paredes o en un árbol con sus órganos por fuera, “es algo terrible”. Asegura que las Farc hacen presencia en el departamento del Cesar “más de lo que se cree”.

Durante la entrevista mantuvo su mirada fija, en sus ojos cafés se retrataba aún el eslabón perdido que olvidó las armas y ahora le apuesta a la vida libre, con dos hijos y un hogar por sostener. Sabe que el retrovisor del tiempo le dice que no debe mirar hacia atrás porque podría perder su nuevo horizonte.

Las secuelas de la guerra permanecen en su mente. “Estoy durmiendo y escuchar el paso de un avión me hace despertar. Todavía es la hora que eso en mi mente está como una señal. Me hace volar de la cama y lo único que hago es reírme”, dice.

Se silencia y responde que para él, hoy en día, la guerrilla no tiene nada interesante porque todo está basado en una guerra sin fin.

“En la guerrilla no le pagan un peso a nadie. Gran parte de los dineros está en las vacunas, el impuesto a los narcotraficantes, el secuestro. A los vendedores y compradores de amapola y coca, las Farc le cobran el 10 por ciento de impuesto del cargamento”.

Víctor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño Suárez o ‘Mono Jojoy’, decía que el proyecto de las Farc era netamente revolucionario de orden estratégico.

“Cuando estás dentro no tienes familia, no tienes amigos, no tienes a nadie. Allá debes olvidarte de papá, mamá, hermanos. La vida de un guerrillero es dura, no es fácil. Tienes que cargar un equipo con 30 libras de comida, la munición, tu ropa, el fusil, tu equipo es tu casa, en un combate si dejas el equipo te sancionan, incluso hasta la muerte te puede causar”, recalca este hombre que dijo haber estado en Magdalena, Cesar, La Guajira, Atlántico, Santander, Norte de Santander y el sur de Bolívar.

Factores como la extensión del Cesar, los departamentos que lo rodean y la economía interna explican la confluencia de los diferentes actores armados: las guerrillas, Eln y Farc, y los paramilitares, afirma un informe del Observatorio de Conflicto Armado, Corporación Nuevo Arco Iris.

Las Farc hicieron presencia en la zona norte del Cesar con el frente 59; en el centro, con el frente 41; y al sur mantuvieron una débil presencia, puesto que la guerrilla que domina esta zona es el Eln. Este grupo armado al margen de la ley ingresó al Cesar en la década del 80, con el frente 19, proveniente del Magdalena, que posteriormente permitiría la formación del frente 59 en la década del 90. Sus diferentes frentes han pretendido dominar los corredores de movilidad entre los municipios de la Serranía de Perijá, de la Sierra Nevada de Santa Marta y los que limitan con Venezuela, espacio que facilita el ingreso de insumos militares y corredores para el narcotráfico.

El reparador

A Mateo le encargaron la reparación en el taller, la sastrería y la emisora de las Farc. En caso de cualquier daño, él tenía la potestad de arreglar y cambiar cualquier aparato que se averiara.

“En el caso mío tenía la facilidad de arreglar algo, cuando el guerrillero asciende es porque tiene cojones, de echarse plomo y los años de guerra, no es de un día para otro. Además los estudios políticos que le dan a uno dentro son importantes”. Lo obligaron a leer y a escribir, cuenta que la ideología que manejan las Farc es el pensamiento de Karl Marx. En su totalidad, estas ideas proporcionan una base teórica completamente elaborada para la lucha de la clase obrera para alcanzar una forma de sociedad humana: el socialismo.

“La Farc no tiene futuro. La única opción era la desmovilización”, dijo. No dejó ni terminar la pregunta sobre sí el proceso de paz con el Gobierno era la salida, cuando a mitad de camino respondió: “Ellos lo saben, ellos están buscando estatus político y de beligerancia, a ese proceso no le pongan fecha porque yo sé que ellos van a dilatar todo”.

Dice que los ganaderos jamás y nunca le perdonarán a las Farc lo que hicieron en el Cesar, como matar, secuestrar y robarse el ganado, además de arremeter contra la población civil. Es dudoso del fin del conflicto entre las Farc con el Gobierno Nacional, su incertidumbre es de un 99 por ciento.

Afirma que conoció a Luciano Marín Angulo, alias ‘Iván Márquez’, a Seusis Hernández, conocido como ‘José Santrich’, inclusive a Víctor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño Suárez o ‘Mono Jojoy’, abatido por el gobierno el 23 de septiembre de 2010.

Considera que los golpes más duros para las Farc fueron la captura de alias ‘Simón Trinidad’, y las muertes de Raúl Reyes, ‘El Negro’ Acacio, Adán Izquierdo (fundador del Bloque Caribe) y Víctor Julio Suárez Rojas.

“Siento que las Farc está tomando un aire, esa es mi perspectiva, tanto militar, política, como en hombres. Habían frentes casi derrotados como el 41 o el 19 y ya no”, afirmó.

Los últimos hechos de terror perpetuados por las Farc ocurrieron en 2014, cuando secuestraron tres ganaderos, dos comerciantes y un geólogo en menos de tres meses.

Un caso recordado fue la retención del geólogo manizaleño Andrés Calle, ocurrido el 29 de junio en 2014 en jurisdicción del municipio de Curumaní, cuando hacía trabajos para el Servicio Geológico Colombiano, que adelanta la exploración de yacimientos mineros en la parte alta de la Serranía de Perijá, muy cerca de la frontera con Venezuela. Ese día el grupo guerrillero llegó al campamento de los ingenieros y se llevó al geólogo y a un estudiante, a quien liberaron tres horas después.

La salida

“Una de las cosas que me hizo salir de la guerrilla fue haber tenido mi primer hijo, porque me lo llevaban, me daba besos y me abrazaba, eso es lo más bonito que he tenido en la vida. No quería que mi hijo pasara por lo que pasé yo”, dice *Mateo, quien después de 17 años de vivir con una mujer que conoció en Valledupar, abandonó a las Farc.

Se paseó por varios frentes del Bloque Caribe, que opera esta zona del país: 41, 37, 19 y 24, pero finalmente abandonó las filas cuando hacía parte del Frente 59, que según información de la Policía opera en el departamento de La Guajira y Venezuela: La Villa del Rosario, Machiques de Perijá y Alto Guasare, en el estado Zulia.

Pero la suerte no lo acompañó. En la capital del Cesar fue detenido por la Policía Nacional por el delito de rebelión, por esa razón fue enviado a la Penitenciaría de Alta y Mediana Seguridad de Valledupar, ‘La Tramacúa’.

“Me mandaron a una misión en Valledupar y caí preso por rebelión. El trato que me dieron en ‘La Tramacúa’ fue inhumano, yo decía que cuando saliera me las iban a pagar, le cogí odio al Estado. Era algo peor que la guerrilla. De la cárcel salgo para el frente 59 y me dejaron organizando una milicia urbana, tardé tres meses y cuando pasé el informe a los superiores, me dieron la orden de armar una milicia”, declaró.

Cuando estuvo detenido, la guerrilla, literalmente, lo abandonó, no le dieron dinero, tampoco le pusieron un abogado y nunca lo visitaron.

Después de un tiempo la madre de sus hijos lo puso entre la espada y la pared, le pidió que se quedara en la guerrilla o se saliera para estar con sus hijos.

“En medio de una balacera un disparo casi me mata, entonces me acordé de mis hijos, me trasladaron a un centro asistencial y mi esposa fue a visitarme, entonces me dijo: Escoges la guerrilla o nosotros. Me quedé con los niños y ella”, afirma quien hace tres años dejó la guerrilla y fue vinculado a los programas de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), que el viernes 12 de febrero conmemoró el Día la prevención del reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte de grupos armados organizados al margen de la ley y grupos delictivos organizados.

Dice sentir temor porque es un objetivo militar. “Cuando te presentas a un batallón tu cabeza vale, ahí si tiene plata la guerrilla para asesinarte. Si te consiguen te matan, si te ubican eres hombre muerto, nunca te lo van a perdonar, eres un traidor y eso allá no se perdona”. No bebe licor, no se sienta en una cantina, no juega ninguna clases de juegos de mesa y los paseos son restringidos, aunque sea en familia, todo eso lo hace por cuidarse.

A través de la ACR se convirtió en bachiller, hizo cursos en el Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, y en la actualidad tiene la convicción de seguir luchando para sacar a su familia adelante.

Tiene pensado hacer una escuela de bicicros en la capital del Cesar, porque a los niños de esta ciudad se les debe entregar otras alternativas de deporte, a parte del fútbol.

El Cesar tiene 2.288 desmovilizados y en proceso de reintegración 1.984, de esos 486 culminaron el proceso, es decir, un 16.9 por ciento.

Según cifras de la Agencia Colombia para la Reintegración, el 40 por ciento de los excombatientes ingresaron a los grupos armados siendo menores de edad, mientras que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar aduce que unos seis mil niños han hecho parte del conflicto armado.

Por razones de seguridad con el entrevistado, se utilizó un nombre ficticio.

Según cifras de la Agencia Colombia para la Reintegración, el 40 por ciento de los excombatientes ingresaron a los grupos armados cuando eran niños.
El Cesar tiene 2.288 desmovilizados y en proceso de reintegración 1.984, de esos 486 culminaron el proceso, es decir, un 16.9 por ciento.
Colombia es el tercer país del mundo donde más reclutan niños para llevarlos a la guerra.
En la guerrilla de las Farc los uniformados tienen derecho a tomar licor, únicamente, dos días al año: 24 y 31 de diciembre.
“Yo no tuve niñez, no tuve infancia, no jugué con nada, me ponen a patear un balón de fútbol y no sé, no soy bueno para patearlo”.
“Una vez un compañero iba conmigo en marcha y se robó media panela y lo fusilaron por eso, por comerse media panela”.

 

Por Carlos Mario Jiménez
carlos.jimenez@elpilon.com.co