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Columnista - 13 agosto, 2018

El encanto de las palabras

El encanto de las palabras ha inquietado al mundo del arte, hay una película de Isabel Cixet, con ese título y trata sobre un ciego de una petrolera y una mujer hipo acústica que lo atiende, las palabras lo salvan. Neruda hizo el mejor homenaje a la palabra en el Canto General. Recordemos un fragmento: […]

El encanto de las palabras ha inquietado al mundo del arte, hay una película de Isabel Cixet, con ese título y trata sobre un ciego de una petrolera y una mujer hipo acústica que lo atiende, las palabras lo salvan.

Neruda hizo el mejor homenaje a la palabra en el Canto General. Recordemos un fragmento: “Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan. Me prosterno ante ellas. Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito. Amo tanto las palabras. Las inesperadas. Las que glotonamente se esperan, de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío.

“Persigo algunas palabras. Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema. Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas. Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, las liberto. Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola.

“Todo está en la palabra. Conquistadores torvos. Estos que andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, se llevaron el oro, se llevaron todo, pero nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras”. (Hasta aquí Neruda)

Vamos a retrotraernos al principio de los tiempos y de un vistazo demos un recorrido a la historia: hubo un instante en el que el mundo se estremeció, el universo entero aplaudió, festejaban el momento en que el hombre dijo la primera palabra. Se abría el camino, comenzaba la historia viva después de siglos de quietud. ¿Cuál fue la primera palabra? Eso me lo he preguntado siempre, no se sabrá nunca, como no se sabrá qué idioma se formaría a partir de ella.

Todos los instantes de la vida necesitan del encanto de las palabras, en el anuncio de la vida que nace, luego las primeras palabras, son un encanto; niñez, pubertad y adolescencia, se desarrollan bajo el encanto del descubrimiento de nuevas términos, el romance al oído de la mujer y la respuesta al hombre, o ya en estos tiempo no hay romance, pero si emoción cuando se forma la pareja, y la vejez con las palabras cascadas que denotan sabiduría y experiencia y el final, lloros con lamentos y elegía para lo que fue y ya no es.

Sin embargo, en los últimos tiempos determinadas situaciones provocan que la palabra, ella misma se desencante se opaque, porque la tratan mal, la expresan mal, la enredan, la vulgarizan. Por eso y por más están desencantadas las palabras, a nadie le gusta que lo maltraten, a la palabra tampoco, la palabra siente, se lastima, se resiente y llora. Honremos la palabra, prometamos hablar bien en el resto de nuestras vidas.

Mary Daza Orozco

Columnista
13 agosto, 2018

El encanto de las palabras

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

El encanto de las palabras ha inquietado al mundo del arte, hay una película de Isabel Cixet, con ese título y trata sobre un ciego de una petrolera y una mujer hipo acústica que lo atiende, las palabras lo salvan. Neruda hizo el mejor homenaje a la palabra en el Canto General. Recordemos un fragmento: […]


El encanto de las palabras ha inquietado al mundo del arte, hay una película de Isabel Cixet, con ese título y trata sobre un ciego de una petrolera y una mujer hipo acústica que lo atiende, las palabras lo salvan.

Neruda hizo el mejor homenaje a la palabra en el Canto General. Recordemos un fragmento: “Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan. Me prosterno ante ellas. Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito. Amo tanto las palabras. Las inesperadas. Las que glotonamente se esperan, de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío.

“Persigo algunas palabras. Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema. Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas. Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, las liberto. Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola.

“Todo está en la palabra. Conquistadores torvos. Estos que andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, se llevaron el oro, se llevaron todo, pero nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras”. (Hasta aquí Neruda)

Vamos a retrotraernos al principio de los tiempos y de un vistazo demos un recorrido a la historia: hubo un instante en el que el mundo se estremeció, el universo entero aplaudió, festejaban el momento en que el hombre dijo la primera palabra. Se abría el camino, comenzaba la historia viva después de siglos de quietud. ¿Cuál fue la primera palabra? Eso me lo he preguntado siempre, no se sabrá nunca, como no se sabrá qué idioma se formaría a partir de ella.

Todos los instantes de la vida necesitan del encanto de las palabras, en el anuncio de la vida que nace, luego las primeras palabras, son un encanto; niñez, pubertad y adolescencia, se desarrollan bajo el encanto del descubrimiento de nuevas términos, el romance al oído de la mujer y la respuesta al hombre, o ya en estos tiempo no hay romance, pero si emoción cuando se forma la pareja, y la vejez con las palabras cascadas que denotan sabiduría y experiencia y el final, lloros con lamentos y elegía para lo que fue y ya no es.

Sin embargo, en los últimos tiempos determinadas situaciones provocan que la palabra, ella misma se desencante se opaque, porque la tratan mal, la expresan mal, la enredan, la vulgarizan. Por eso y por más están desencantadas las palabras, a nadie le gusta que lo maltraten, a la palabra tampoco, la palabra siente, se lastima, se resiente y llora. Honremos la palabra, prometamos hablar bien en el resto de nuestras vidas.

Mary Daza Orozco