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Columnista - 15 septiembre, 2010

EL ÁRBOL DE LOS ANHELOS

Desde mi cocina Por Silvia Betancourt Alliegro La Constitución Política de Colombia narrada para la infancia por Jairo Aníbal Niño “Este árbol va a ser muy útil para nosotros- dijo Zeldor. Nos ayudará en nuestro peregrinar por el camino del saber- afirmó Vilder. Debemos mantener con vida el corazón de las tradiciones, de los cantos, […]

Desde mi cocina

Por Silvia Betancourt Alliegro

La Constitución Política de Colombia narrada para la infancia
por Jairo Aníbal Niño

“Este árbol va a ser muy útil para nosotros- dijo Zeldor. Nos ayudará en nuestro peregrinar por el camino del saber- afirmó Vilder. Debemos mantener con vida el corazón de las tradiciones, de los cantos, de los bailes, de las genealogías, de las ceremonias y de los sueños. Los niños de la nación deben conocer y cuidar este árbol que está constituido por luchas, trabajos, sufrimientos, amores, frustraciones y deseos.”

NIÑO JAIRO ANÍBAL

Intuyo por qué te fuiste hacia el azul y blanco
dejándome sobre este planeta
que alberga toda la maldad del cosmos.

Tenía preparado un viaje para llegar hasta tu alma
tocaría a la puerta del palacio y tu reina abriría lentamente la puerta
para que no se escapara el amor de los dos,
el amor condensado de todas las Épocas.

Te quería llevar un caballo diminuto
para que relinchara y trotara por el entorno que te albergó,
además, estaba consiguiendo los ingredientes
para prepararte un helado de ambrosía,
ya había conseguido que el Creador me obsequiara
unos gramos de maná, sólo me los dio cuando le expliqué
que era para su Niño preferido.

En cada paso que dé por el resto de mis días estarás a mi lado
vestido enteramente de blanco, luminoso, vital y sonriente
hoy sé que eres mi ángel de la guarda y te puedo llamar por tu nombre
¡Jairo Aníbal Niño!

Sé que acudirás cada vez que esta niña requiera el auxilio
de tu benévolo ánimo, de la inmensurable grandeza de tu compasión
hacia la gran tribu humana en la que por la gracia de Dios encarnaste.

Miles de psiquis te conocieron y se nutrieron
de tu presencia espiritual en este país que fue tu cuna,
todas te lloran, te añorarán y no te olvidarán;
serás la nueva leyenda, el único héroe  a emular
por nuestros nietos, que nutriremos con tus relatos
inmortales.

Espérame por allá en el cielo, tu patria verdadera;
procuraré ser buena, humilde y dulce
para poder recostarme sobre una nube con forma de hamaca
a embriagarme con tu inimitable narrativa.
Relatarás cuentos, poesías, retahílas y otras maneras que acá desconocemos
poblados por personajes y paisajes que imaginar no puedo.

Si puedes, mi Ángel Niño,  acompáñame
cuando el ánimo infantil se me debilite
tú sabes, por aquello de que soy terrícola
y para complementar colombiana.

Vivo en este Valle que pisaste varias veces
donde dejaste muchos cómplices para la bondad.
Como jamás pude decírtelo de cuerpo presente, aprovecho hoy
para declarar que: cuando partías nos dejabas levitando
y buscando en cada mirada, en cada saludo, en cada abrazo,
un pedazo de tu alma de niño,
hasta que pasados varios días la realidad temible nos aterrizaba
arrojándonos contra el piso con cada titular de los diarios.

Me soliviantó que en nuestra patria, Colombia,
no se armara un alboroto por tu viaje a las estrellas
más ahora, aquí, desde mi escritorio, entiendo que
almas radiantes como la tuya
no deben ser manoseadas por los medios, por las masas,
como cuando se casa o se suicida una ‘estrella’ criolla.

[email protected]

Columnista
15 septiembre, 2010

EL ÁRBOL DE LOS ANHELOS

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Silvia Betancourt Alliegro

Desde mi cocina Por Silvia Betancourt Alliegro La Constitución Política de Colombia narrada para la infancia por Jairo Aníbal Niño “Este árbol va a ser muy útil para nosotros- dijo Zeldor. Nos ayudará en nuestro peregrinar por el camino del saber- afirmó Vilder. Debemos mantener con vida el corazón de las tradiciones, de los cantos, […]


Desde mi cocina

Por Silvia Betancourt Alliegro

La Constitución Política de Colombia narrada para la infancia
por Jairo Aníbal Niño

“Este árbol va a ser muy útil para nosotros- dijo Zeldor. Nos ayudará en nuestro peregrinar por el camino del saber- afirmó Vilder. Debemos mantener con vida el corazón de las tradiciones, de los cantos, de los bailes, de las genealogías, de las ceremonias y de los sueños. Los niños de la nación deben conocer y cuidar este árbol que está constituido por luchas, trabajos, sufrimientos, amores, frustraciones y deseos.”

NIÑO JAIRO ANÍBAL

Intuyo por qué te fuiste hacia el azul y blanco
dejándome sobre este planeta
que alberga toda la maldad del cosmos.

Tenía preparado un viaje para llegar hasta tu alma
tocaría a la puerta del palacio y tu reina abriría lentamente la puerta
para que no se escapara el amor de los dos,
el amor condensado de todas las Épocas.

Te quería llevar un caballo diminuto
para que relinchara y trotara por el entorno que te albergó,
además, estaba consiguiendo los ingredientes
para prepararte un helado de ambrosía,
ya había conseguido que el Creador me obsequiara
unos gramos de maná, sólo me los dio cuando le expliqué
que era para su Niño preferido.

En cada paso que dé por el resto de mis días estarás a mi lado
vestido enteramente de blanco, luminoso, vital y sonriente
hoy sé que eres mi ángel de la guarda y te puedo llamar por tu nombre
¡Jairo Aníbal Niño!

Sé que acudirás cada vez que esta niña requiera el auxilio
de tu benévolo ánimo, de la inmensurable grandeza de tu compasión
hacia la gran tribu humana en la que por la gracia de Dios encarnaste.

Miles de psiquis te conocieron y se nutrieron
de tu presencia espiritual en este país que fue tu cuna,
todas te lloran, te añorarán y no te olvidarán;
serás la nueva leyenda, el único héroe  a emular
por nuestros nietos, que nutriremos con tus relatos
inmortales.

Espérame por allá en el cielo, tu patria verdadera;
procuraré ser buena, humilde y dulce
para poder recostarme sobre una nube con forma de hamaca
a embriagarme con tu inimitable narrativa.
Relatarás cuentos, poesías, retahílas y otras maneras que acá desconocemos
poblados por personajes y paisajes que imaginar no puedo.

Si puedes, mi Ángel Niño,  acompáñame
cuando el ánimo infantil se me debilite
tú sabes, por aquello de que soy terrícola
y para complementar colombiana.

Vivo en este Valle que pisaste varias veces
donde dejaste muchos cómplices para la bondad.
Como jamás pude decírtelo de cuerpo presente, aprovecho hoy
para declarar que: cuando partías nos dejabas levitando
y buscando en cada mirada, en cada saludo, en cada abrazo,
un pedazo de tu alma de niño,
hasta que pasados varios días la realidad temible nos aterrizaba
arrojándonos contra el piso con cada titular de los diarios.

Me soliviantó que en nuestra patria, Colombia,
no se armara un alboroto por tu viaje a las estrellas
más ahora, aquí, desde mi escritorio, entiendo que
almas radiantes como la tuya
no deben ser manoseadas por los medios, por las masas,
como cuando se casa o se suicida una ‘estrella’ criolla.

[email protected]