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Columnista - 20 octubre, 2016

Economía y medioambiente

Hoy por hoy se habla conscientemente de esta nueva relación para tener en cuenta en los sistemas de producción. Explicando un poco sobre esta situación que nos enseña la práctica y lo que hemos leído, encontramos que los casos del efecto invernadero, la capa de ozono, así como el aprovechamiento de algunos recursos, nos llevan […]

Hoy por hoy se habla conscientemente de esta nueva relación para tener en cuenta en los sistemas de producción.

Explicando un poco sobre esta situación que nos enseña la práctica y lo que hemos leído, encontramos que los casos del efecto invernadero, la capa de ozono, así como el aprovechamiento de algunos recursos, nos llevan a observar que la actividad económica afecta el medio ambiente. En consecuencia, era de esperarse que la misma disciplina económica incluyera dentro de sus conocimientos su relación con el ambiente y buscara mecanismos para que la producción tuviera menos efectos nocivos. Sin embargo, las tendencias dominantes de la economía no incluyen los aspectos ambientales de sus explicaciones, teorías y propuestas.

Las teorías más difundidas de los economistas se basan en “leyes” deducidas de los casos particulares observados por los principales escritores: Inglaterra o Estados Unidos vistos por Adam Smith, Carlos Marx, John Maynard Keynes, Milton Friedman, entre otros, cada uno en su tiempo.

Posteriormente con esas “leyes” se ha pretendido explicar otras sociedades distintas a las que le dieron origen. De esa manera, al interpretar el comportamiento económico, sólo es relevante la parte de la realidad que encaja con las “leyes” ya escritas. Lo que no encaja no existe. Por esta razón, para las tendencias principales de la economía la dimensión ambiental no existe. Los economistas con poder de decisión despachan el tema ambiental enviándoselo a los demógrafos, filósofos, educadores y sobre todo, a los políticos. Pero a donde quiera que vaya, el tema será incómodo, pues las medidas para proteger el ambiente afectan la producción y en particular, a las empresas que basan sus utilidades, en las prácticas contaminantes o de sobreexplotación de los recursos. En el caso de los países pobres, proteger el medioambiente puede significar abstenerse de usar los pocos recursos con que se cuenta y agudizar en el plazo inmediato los problemas del hambre.

De todas formas, se puede desconocer las respuestas al problema ambiental desde algunos sectores de la economía. Sin embargo, a pesar de la profundidad y el compromiso de quienes han encarado el problema, siguen siendo voces fuera del poder. Se trata de economistas marginales o disidentes que han llevado su disciplina hacia la comprensión de los problemas ambientales con el fin de proponer soluciones y políticas que en algunos casos han sido escuchadas.

Las principales ramas que le han surgido a la economía para referirse a la dimensión ambiental son consecuencias de las dos formas más notorias en las que la actividad económica afecta el medioambiente. La producción recurre a la naturaleza como proveedora de materias primas. Esa parte del proceso es estudiada por la economía de los recursos naturales. En el otro extremo del proceso la economía afecta el ambiente al depositar en él los residuos del consumo y de la producción industrial. Ese impacto y las maneras de mitigarlo, son estudiados por la economía ambiental.

La principal idea desarrollada al encontrarse la economía con la dimensión ambiental es la sostenibilidad. Se trata de la capacidad de mantener para siempre los beneficios que genera una actividad productiva. Por ejemplo, si se pescan más peces de los que nacen, esa producción no es sostenible. Se mantendrá por unos pocos años, hasta que la población de peces se acabe. Se habla entonces, de producción sostenible, desarrollo sostenible, crecimiento sostenible, entre otros.

Nota: Ojalá que la nueva idea de aplicar para la erradicación de cultivos ilícitos un compuesto químico denominado glufosinato de aluminio no atente también contra la salud humana como lo hacía el famoso glifosato.

Columnista
20 octubre, 2016

Economía y medioambiente

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Hoy por hoy se habla conscientemente de esta nueva relación para tener en cuenta en los sistemas de producción. Explicando un poco sobre esta situación que nos enseña la práctica y lo que hemos leído, encontramos que los casos del efecto invernadero, la capa de ozono, así como el aprovechamiento de algunos recursos, nos llevan […]


Hoy por hoy se habla conscientemente de esta nueva relación para tener en cuenta en los sistemas de producción.

Explicando un poco sobre esta situación que nos enseña la práctica y lo que hemos leído, encontramos que los casos del efecto invernadero, la capa de ozono, así como el aprovechamiento de algunos recursos, nos llevan a observar que la actividad económica afecta el medio ambiente. En consecuencia, era de esperarse que la misma disciplina económica incluyera dentro de sus conocimientos su relación con el ambiente y buscara mecanismos para que la producción tuviera menos efectos nocivos. Sin embargo, las tendencias dominantes de la economía no incluyen los aspectos ambientales de sus explicaciones, teorías y propuestas.

Las teorías más difundidas de los economistas se basan en “leyes” deducidas de los casos particulares observados por los principales escritores: Inglaterra o Estados Unidos vistos por Adam Smith, Carlos Marx, John Maynard Keynes, Milton Friedman, entre otros, cada uno en su tiempo.

Posteriormente con esas “leyes” se ha pretendido explicar otras sociedades distintas a las que le dieron origen. De esa manera, al interpretar el comportamiento económico, sólo es relevante la parte de la realidad que encaja con las “leyes” ya escritas. Lo que no encaja no existe. Por esta razón, para las tendencias principales de la economía la dimensión ambiental no existe. Los economistas con poder de decisión despachan el tema ambiental enviándoselo a los demógrafos, filósofos, educadores y sobre todo, a los políticos. Pero a donde quiera que vaya, el tema será incómodo, pues las medidas para proteger el ambiente afectan la producción y en particular, a las empresas que basan sus utilidades, en las prácticas contaminantes o de sobreexplotación de los recursos. En el caso de los países pobres, proteger el medioambiente puede significar abstenerse de usar los pocos recursos con que se cuenta y agudizar en el plazo inmediato los problemas del hambre.

De todas formas, se puede desconocer las respuestas al problema ambiental desde algunos sectores de la economía. Sin embargo, a pesar de la profundidad y el compromiso de quienes han encarado el problema, siguen siendo voces fuera del poder. Se trata de economistas marginales o disidentes que han llevado su disciplina hacia la comprensión de los problemas ambientales con el fin de proponer soluciones y políticas que en algunos casos han sido escuchadas.

Las principales ramas que le han surgido a la economía para referirse a la dimensión ambiental son consecuencias de las dos formas más notorias en las que la actividad económica afecta el medioambiente. La producción recurre a la naturaleza como proveedora de materias primas. Esa parte del proceso es estudiada por la economía de los recursos naturales. En el otro extremo del proceso la economía afecta el ambiente al depositar en él los residuos del consumo y de la producción industrial. Ese impacto y las maneras de mitigarlo, son estudiados por la economía ambiental.

La principal idea desarrollada al encontrarse la economía con la dimensión ambiental es la sostenibilidad. Se trata de la capacidad de mantener para siempre los beneficios que genera una actividad productiva. Por ejemplo, si se pescan más peces de los que nacen, esa producción no es sostenible. Se mantendrá por unos pocos años, hasta que la población de peces se acabe. Se habla entonces, de producción sostenible, desarrollo sostenible, crecimiento sostenible, entre otros.

Nota: Ojalá que la nueva idea de aplicar para la erradicación de cultivos ilícitos un compuesto químico denominado glufosinato de aluminio no atente también contra la salud humana como lo hacía el famoso glifosato.