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Columnista - 29 diciembre, 2016

Disciplina para un futuro sustentable

Al iniciar esta columna para culminar el año más caliente de la historia de la humanidad desde que se llevan registros, nos permitimos estampar dos reflexiones que tienen que ver mucho con este tema ambiental que cada semana empatamos: la primera es “el único ser del reino animal que destruye su propio entorno o medio […]

Al iniciar esta columna para culminar el año más caliente de la historia de la humanidad desde que se llevan registros, nos permitimos estampar dos reflexiones que tienen que ver mucho con este tema ambiental que cada semana empatamos: la primera es “el único ser del reino animal que destruye su propio entorno o medio es el hombre”. Por ello, nuestra misión y visión persistente de resaltar nuestras destructivas actuaciones, la segunda, para ser extensivo lo que expresara el escritor argentino Ernesto Sábato en una entrevista “hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad y es no resignarse”, en tal sentido, no desfalleceremos en seguir ventilando los temas ambientales para bien de la naturaleza y de la humanidad en la búsqueda de un comportamiento ecológico o respetuoso a la madre que nos sustenta.

Pero vamos al grano, y digamos que la existencia de una crisis ambiental que incluye extinciones amplias, pérdida de biodiversidad, destrucción de hábitat, contaminación y cambio climático global es una cuestión indudable. Sin dudas la pérdida global de la diversidad biológica afecta el bienestar de hombres y animales. Entonces es claro que la destrucción progresiva del hábitat y la extinción de especies ha llevado al desmembramiento de los ecosistemas, incluyendo la alteración de los patrones de transmisión de enfermedades, la acumulación de contaminación tóxicos y la invasión de especies y patógenos extraños.

Es por esto que la medicina de conservación investiga las interacciones entre los seres humanos y el cambio inducidos en el clima, el hábitat, la biodiversidad y la ecología; la emergencia de patógenos, parásitos y contaminantes, y la salud entre los humanos, animales no humanos y comunidades vegetales. Notamos que la medicina de conservación se está permitiendo abarcar la participación de practicantes de ecología terrestre y marina, biólogos, epidemiólogos, veterinarios, médicos en salud humana y pública.

Las perspectivas de las ciencias políticas y sociales son también fundamentales en la comprensión y respuesta de los manejadores de los cambios climáticos del hábitat inducidos por el ser humano, y el uso de ecosistemas y sus inquilinos. La salud ecológica es, y permanecerá, en un estado continuo de flujo. Como nuestro ambiente continúe cambiando, así también se modificarán los patrones de enfermedad y sus efectos en la salud de los humanos y las poblaciones animales. Es de afirmar que notamos una terminal del espectro que es una biosfera degradada y es consumida por necesidades humanas insaciables y en la otra, los efectos de salud en humanos y otras especies como resultado de este comportamiento consumista. El declive en la salud ecológica ocurre en todas las escalas, desde la local hasta la global.

El término “medicina de conservación” fue introducido por Koch en 1.966 para describir un contexto ecológico amplio. Al reunir la disciplina de salud y ecología, la medicina de conservación significa un intento por comprender el mundo de una manera inclusiva, integral. Los efectos de la salud están presentes en todo el entramado de la vida. La salud conecta a todas las especies.

La interacción de especies está inextricablemente unida a los procesos ecológicos que gobierna la vida.

NOTA: Salud y bienestar para todos nuestros lectores durante el año 2017.

Columnista
29 diciembre, 2016

Disciplina para un futuro sustentable

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Al iniciar esta columna para culminar el año más caliente de la historia de la humanidad desde que se llevan registros, nos permitimos estampar dos reflexiones que tienen que ver mucho con este tema ambiental que cada semana empatamos: la primera es “el único ser del reino animal que destruye su propio entorno o medio […]


Al iniciar esta columna para culminar el año más caliente de la historia de la humanidad desde que se llevan registros, nos permitimos estampar dos reflexiones que tienen que ver mucho con este tema ambiental que cada semana empatamos: la primera es “el único ser del reino animal que destruye su propio entorno o medio es el hombre”. Por ello, nuestra misión y visión persistente de resaltar nuestras destructivas actuaciones, la segunda, para ser extensivo lo que expresara el escritor argentino Ernesto Sábato en una entrevista “hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad y es no resignarse”, en tal sentido, no desfalleceremos en seguir ventilando los temas ambientales para bien de la naturaleza y de la humanidad en la búsqueda de un comportamiento ecológico o respetuoso a la madre que nos sustenta.

Pero vamos al grano, y digamos que la existencia de una crisis ambiental que incluye extinciones amplias, pérdida de biodiversidad, destrucción de hábitat, contaminación y cambio climático global es una cuestión indudable. Sin dudas la pérdida global de la diversidad biológica afecta el bienestar de hombres y animales. Entonces es claro que la destrucción progresiva del hábitat y la extinción de especies ha llevado al desmembramiento de los ecosistemas, incluyendo la alteración de los patrones de transmisión de enfermedades, la acumulación de contaminación tóxicos y la invasión de especies y patógenos extraños.

Es por esto que la medicina de conservación investiga las interacciones entre los seres humanos y el cambio inducidos en el clima, el hábitat, la biodiversidad y la ecología; la emergencia de patógenos, parásitos y contaminantes, y la salud entre los humanos, animales no humanos y comunidades vegetales. Notamos que la medicina de conservación se está permitiendo abarcar la participación de practicantes de ecología terrestre y marina, biólogos, epidemiólogos, veterinarios, médicos en salud humana y pública.

Las perspectivas de las ciencias políticas y sociales son también fundamentales en la comprensión y respuesta de los manejadores de los cambios climáticos del hábitat inducidos por el ser humano, y el uso de ecosistemas y sus inquilinos. La salud ecológica es, y permanecerá, en un estado continuo de flujo. Como nuestro ambiente continúe cambiando, así también se modificarán los patrones de enfermedad y sus efectos en la salud de los humanos y las poblaciones animales. Es de afirmar que notamos una terminal del espectro que es una biosfera degradada y es consumida por necesidades humanas insaciables y en la otra, los efectos de salud en humanos y otras especies como resultado de este comportamiento consumista. El declive en la salud ecológica ocurre en todas las escalas, desde la local hasta la global.

El término “medicina de conservación” fue introducido por Koch en 1.966 para describir un contexto ecológico amplio. Al reunir la disciplina de salud y ecología, la medicina de conservación significa un intento por comprender el mundo de una manera inclusiva, integral. Los efectos de la salud están presentes en todo el entramado de la vida. La salud conecta a todas las especies.

La interacción de especies está inextricablemente unida a los procesos ecológicos que gobierna la vida.

NOTA: Salud y bienestar para todos nuestros lectores durante el año 2017.