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Columnista - 13 abril, 2018

Dios, un buen amigo

A alguien en la Semana Santa le oí decir que ya estaba aburrida de tantas misas y procesiones, que ya ella tenía casi 90 años de estarlo haciendo y ya estaba bueno, pero a renglón seguido como para justificar lo dicho agregó: además José me duelen mucho las piernas y lo único que me mandan […]

A alguien en la Semana Santa le oí decir que ya estaba aburrida de tantas misas y procesiones, que ya ella tenía casi 90 años de estarlo haciendo y ya estaba bueno, pero a renglón seguido como para justificar lo dicho agregó: además José me duelen mucho las piernas y lo único que me mandan los médicos es a caminar y hacer ejercicios y figúrate con 90 encima, en misa no se camina y en las procesiones se va muy despacio y eso me hace daño, pero de verdad, verdad, a mí me encantaría estar en todos los actos religiosos de la Semana Mayor y así lo he hecho toda la vida, pero ya no puedo y tengo que aceptarlo. La Divina Pastora y Él lo saben y me perdonarán.

Esas reflexiones de mi buena amiga y vecina dona Margoth Perdomo, me pusieron a pensar y concluí que tal como decían dos acaudalados amigos ya fallecidos que la plata no hartaba, entre más se tiene, más se quiere tener, la compañía y amistad con Dios también debe ser insaciable y sin límites y que es mejor estar cerca de él, venerando su nombre y haciéndole bien al prójimo, imitando su vida, que tratando de alejarse de sus buenos ejemplos y vivir sanos y llenos de Él. Que es mejor tener a Jesús de amigo de verdad, que tratar de engañarlo ignorando que a Él no se le puede engañar mandando a hacer daño a los demás y después presentarse con la curación, que es mejor amar, querer a todo mundo para que todo mundo te quiera, aunque todo eso es imposible porque el mundo está lleno de ingratos y desagradecidos, pero aun así es mejor hacer el bien, servir desinteresadamente que vivir haciendo males a tus congéneres, uno debe ser una máquina productora de buenas acciones para tener la satisfacción y el premio de que te quieran, pero desafortunadamente uno “no es monedita de oro para caerle bien a todos”.

En La Paz pueblo de mis afectos y de mis grandes amigos, se siente el cambio en manos de la bella alcaldesa Andrea Ovalle: calles y carreras recién pavimentadas, como la salida alterna a Manaure, conocida como la Calle de Luquita, el de las famosas empañadas, la paralela al Cementerio recién modelada pero, siempre hay un pero, inexplicablemente el callejón de la iglesia, también conocido como el de Rafael Morón, está abandonado, sucio, feo y sin pavimentar, ¿no será posible mi querida Andrea que ese sitio se convierta en una bella zona peatonal, con bancas, más arborización y de pronto un gimnasio al aire libre, yo creo que sí, acuérdate que ya tu eres la alcaldesa de todos los pacíficos y no solamente de los que votaron por ti.

Me duele en el alma el fallecimiento de la distinguida dama pacífica Olaris Morón de Morón, la que fue esposa de mi entrañable amigo Efraín Morón Cotes, su desaparición me ha golpeado fuertemente, para sus familiares, especialmente sus hijos Efraín, Diana, Margarita y Carlos Adolfo, mis más sentidas palabras de condolencias y de nuevo mi petición, señora Alcaldesa, para que ese callejón sea arreglado y se bautice con el nombre de  Olaris, pues su vida ejemplar lo amerita.

Columnista
13 abril, 2018

Dios, un buen amigo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

A alguien en la Semana Santa le oí decir que ya estaba aburrida de tantas misas y procesiones, que ya ella tenía casi 90 años de estarlo haciendo y ya estaba bueno, pero a renglón seguido como para justificar lo dicho agregó: además José me duelen mucho las piernas y lo único que me mandan […]


A alguien en la Semana Santa le oí decir que ya estaba aburrida de tantas misas y procesiones, que ya ella tenía casi 90 años de estarlo haciendo y ya estaba bueno, pero a renglón seguido como para justificar lo dicho agregó: además José me duelen mucho las piernas y lo único que me mandan los médicos es a caminar y hacer ejercicios y figúrate con 90 encima, en misa no se camina y en las procesiones se va muy despacio y eso me hace daño, pero de verdad, verdad, a mí me encantaría estar en todos los actos religiosos de la Semana Mayor y así lo he hecho toda la vida, pero ya no puedo y tengo que aceptarlo. La Divina Pastora y Él lo saben y me perdonarán.

Esas reflexiones de mi buena amiga y vecina dona Margoth Perdomo, me pusieron a pensar y concluí que tal como decían dos acaudalados amigos ya fallecidos que la plata no hartaba, entre más se tiene, más se quiere tener, la compañía y amistad con Dios también debe ser insaciable y sin límites y que es mejor estar cerca de él, venerando su nombre y haciéndole bien al prójimo, imitando su vida, que tratando de alejarse de sus buenos ejemplos y vivir sanos y llenos de Él. Que es mejor tener a Jesús de amigo de verdad, que tratar de engañarlo ignorando que a Él no se le puede engañar mandando a hacer daño a los demás y después presentarse con la curación, que es mejor amar, querer a todo mundo para que todo mundo te quiera, aunque todo eso es imposible porque el mundo está lleno de ingratos y desagradecidos, pero aun así es mejor hacer el bien, servir desinteresadamente que vivir haciendo males a tus congéneres, uno debe ser una máquina productora de buenas acciones para tener la satisfacción y el premio de que te quieran, pero desafortunadamente uno “no es monedita de oro para caerle bien a todos”.

En La Paz pueblo de mis afectos y de mis grandes amigos, se siente el cambio en manos de la bella alcaldesa Andrea Ovalle: calles y carreras recién pavimentadas, como la salida alterna a Manaure, conocida como la Calle de Luquita, el de las famosas empañadas, la paralela al Cementerio recién modelada pero, siempre hay un pero, inexplicablemente el callejón de la iglesia, también conocido como el de Rafael Morón, está abandonado, sucio, feo y sin pavimentar, ¿no será posible mi querida Andrea que ese sitio se convierta en una bella zona peatonal, con bancas, más arborización y de pronto un gimnasio al aire libre, yo creo que sí, acuérdate que ya tu eres la alcaldesa de todos los pacíficos y no solamente de los que votaron por ti.

Me duele en el alma el fallecimiento de la distinguida dama pacífica Olaris Morón de Morón, la que fue esposa de mi entrañable amigo Efraín Morón Cotes, su desaparición me ha golpeado fuertemente, para sus familiares, especialmente sus hijos Efraín, Diana, Margarita y Carlos Adolfo, mis más sentidas palabras de condolencias y de nuevo mi petición, señora Alcaldesa, para que ese callejón sea arreglado y se bautice con el nombre de  Olaris, pues su vida ejemplar lo amerita.