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Columnista - 27 junio, 2013

Dios no abandona sus hijos

El amor de Dios por sus hijos es tanto, que nunca les abandona, Él con su misericordia les protege en vida, especialmente a esos que cumplen su palabra, aplican las leyes que nos dejó establecida

Por Nurys Pardo Conrado.

El amor de Dios por sus hijos es tanto, que nunca les abandona, Él con su misericordia les protege en vida, especialmente a esos que cumplen su palabra, aplican las leyes que nos dejó establecida. Tienden sus manos a los necesitados, y se sacrifican por la humanidad sin esperar nada a cambio.

La providencia divina la vemos a diario, tal como se vio recientemente con nuestro amigo Rodrigo Ríos Uribe, amigo de todos, cuando inesperadamente una falla cardiaca le afectó su estado corporal, en momentos que hacía una de sus frecuentes visitas a su tierra natal, Curumaní y saludaba a su familia. 

Este mal puso en riesgo la vida de este gran hombre, en esos momentos de tribulación apareció la mano de Dios, dándole fortaleza a él y a sus médicos tratantes, dotándoles de una capacidad científica inesperada para poder mantenerlo animado, mientras era trasladado a la ciudad de Valledupar, allí se vio el desespero de su madre y el dolor de Margarita, su esposa; los llantos reiterados de Rodrigo Andrés, su hijo, sin saber por qué con sus lágrimas pedía al cielo que todo volviera a su estado normal.

Para los cardiólogos fue una tarea difícil, continua y hasta dolorosa, de solo ver a su colega aquejado y al cual no  negaron esfuerzo alguno para curarlo y el clamor de todos sus amigos que llegaron al lugar de hospitalización para demostrar la estimación y elevar oraciones al Supremo pidiéndole le devolviera la salud a este amigo de todos.

Está visto que quien da recibe el doble, hoy ya restablecido y agradecido con todos, Ríos Uribe vuelve a sus tareas de ser útil a quienes lo necesitan, con esa afectividad que lo caracteriza, sigue dispuesto a despojarse de cuanto tiene a su mano para favorecer a quien lo necesite, por ello vimos hasta sus contradictores demostrándole el aprecio que le tienen aunque no estén de acuerdo con él en muchos casos, gesto éste humanístico que comprueba la valía suya como ser humano.

Nos satisface contar nuevamente con este médico filántropo y queda a la vista que Dios no quería que perdiéramos sus calificados oficios, los que realiza a favor de la ciudad, el departamento y Colombia entera. Roble como le llaman sus allegados, goleó a la parca y clasificó al campeonato de la permanencia donde siempre ha salido ganador.

Gracias eterno Dios, tú como siempre regalando satisfacciones como este que hoy nos complace. Seres como esos escasean en este medio, por ello pedimos bendiciones para que siga  su tenaz labor. Mientras entra en acción nuevamente le tocará ver todas las mañanas desde la tribuna del parque Los Cortijos, a sus amigos de deporte, pero será duro enfrentar la lengua de Miro con sus chistes y anécdotas que le hacen reír. Cuídese doctor  Rodrigo que para adelante es para donde Dios le ha puesto.

 

Columnista
27 junio, 2013

Dios no abandona sus hijos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Nurys Pardo Conrado

El amor de Dios por sus hijos es tanto, que nunca les abandona, Él con su misericordia les protege en vida, especialmente a esos que cumplen su palabra, aplican las leyes que nos dejó establecida


Por Nurys Pardo Conrado.

El amor de Dios por sus hijos es tanto, que nunca les abandona, Él con su misericordia les protege en vida, especialmente a esos que cumplen su palabra, aplican las leyes que nos dejó establecida. Tienden sus manos a los necesitados, y se sacrifican por la humanidad sin esperar nada a cambio.

La providencia divina la vemos a diario, tal como se vio recientemente con nuestro amigo Rodrigo Ríos Uribe, amigo de todos, cuando inesperadamente una falla cardiaca le afectó su estado corporal, en momentos que hacía una de sus frecuentes visitas a su tierra natal, Curumaní y saludaba a su familia. 

Este mal puso en riesgo la vida de este gran hombre, en esos momentos de tribulación apareció la mano de Dios, dándole fortaleza a él y a sus médicos tratantes, dotándoles de una capacidad científica inesperada para poder mantenerlo animado, mientras era trasladado a la ciudad de Valledupar, allí se vio el desespero de su madre y el dolor de Margarita, su esposa; los llantos reiterados de Rodrigo Andrés, su hijo, sin saber por qué con sus lágrimas pedía al cielo que todo volviera a su estado normal.

Para los cardiólogos fue una tarea difícil, continua y hasta dolorosa, de solo ver a su colega aquejado y al cual no  negaron esfuerzo alguno para curarlo y el clamor de todos sus amigos que llegaron al lugar de hospitalización para demostrar la estimación y elevar oraciones al Supremo pidiéndole le devolviera la salud a este amigo de todos.

Está visto que quien da recibe el doble, hoy ya restablecido y agradecido con todos, Ríos Uribe vuelve a sus tareas de ser útil a quienes lo necesitan, con esa afectividad que lo caracteriza, sigue dispuesto a despojarse de cuanto tiene a su mano para favorecer a quien lo necesite, por ello vimos hasta sus contradictores demostrándole el aprecio que le tienen aunque no estén de acuerdo con él en muchos casos, gesto éste humanístico que comprueba la valía suya como ser humano.

Nos satisface contar nuevamente con este médico filántropo y queda a la vista que Dios no quería que perdiéramos sus calificados oficios, los que realiza a favor de la ciudad, el departamento y Colombia entera. Roble como le llaman sus allegados, goleó a la parca y clasificó al campeonato de la permanencia donde siempre ha salido ganador.

Gracias eterno Dios, tú como siempre regalando satisfacciones como este que hoy nos complace. Seres como esos escasean en este medio, por ello pedimos bendiciones para que siga  su tenaz labor. Mientras entra en acción nuevamente le tocará ver todas las mañanas desde la tribuna del parque Los Cortijos, a sus amigos de deporte, pero será duro enfrentar la lengua de Miro con sus chistes y anécdotas que le hacen reír. Cuídese doctor  Rodrigo que para adelante es para donde Dios le ha puesto.