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Columnista - 11 septiembre, 2017

Destino de los desaparecidos

En todos los pueblos y ciudades hay una historia sobre desaparecidos. Personas que salieron de sus casas y nunca más se supo de ellas. Crecían las conjeturas de toda índole alrededor de la desaparición, mientras las familias se angustiaban hasta colgarse de la esperanza de algún día saber de ellos: “verlo aparecer por esa puerta”, […]

En todos los pueblos y ciudades hay una historia sobre desaparecidos. Personas que salieron de sus casas y nunca más se supo de ellas. Crecían las conjeturas de toda índole alrededor de la desaparición, mientras las familias se angustiaban hasta colgarse de la esperanza de algún día saber de ellos: “verlo aparecer por esa puerta”, como me dijo la señora Edilsa sobre su hermano que salió a hacer un trabajo de albañilería y no se supo qué fue de él, hace más de veinte años.

El poeta Diomedes Daza me comentó, una vez: “Mis escritos son producto de los cuentos de desaparecidos y espantos de Patillal”. Todo este preámbulo lo suscitó una grave noticia que ha pasado desapercibida entre tantas que han copado los Medios en estos días: “Más de tres mil quinientas desapariciones de personas se han registrado en lo que ha transcurrido de este año”.

Ante eso se piensan tantas cosas: que es una realidad contundente que este país no está sano, sufre de desapariciones forzosas o voluntarias, estas últimas, producto, quizás, de descontentos en el medio donde viven, en su propia familia, o en la vida que no les gusta y emprenden otros rumbos.

Todos estos días he tenido ese tema en mi cabeza: ¿Adónde van los desaparecidos? ¿Cuál es su rumbo? ¿Viven? Algunos, obligados o no, se van a engrosar las filas de la subversión, que todavía existe; otros, a buscar mejor calidad de vida; otros aparecen, después de un tiempo como falsos positivos, ese lunar negro de la historia de la patria; algunos se van a vivir un amor prohibido, en fin el destino de los desaparecidos siempre será un misterio por resolver, hasta los que se esfuman en medio de un desastre natural, que nunca los cuentan como muertos siguen siendo desparecidos hasta tanto aparezcan sus cuerpos.

La literatura universal está plagada de historias de desaparecidos. Muchos se van, se despiden y dejan el firme propósito de volver, pero nunca lo hacen. Así se lee en el diario de María Olvido, uno de mis personajes más queridos de mi novela ‘Cuando cante el cuervo azul’, espera a su hijo que se fue de un palafito de la Ciénaga Grande, donde vivía, a buscar una mejor vida, no quería estar enredado, por siempre, en una red de pescador.

Este es un uno de los apartes de lo que escribe María Olvido: “Soy un pedacito de naturaleza, que trata de sobrevivir entre el mar y las nubes. Soy parte de un mundo que corre indiferente allá afuera de este espacio de agua. Soy la dueña de mi mundo de amor, que día a día conservo para ti. Hoy pienso en ti y no sé cómo te veo. Tal vez enamorado ya, triunfante, rico, pobre, ¿sigues pobre? ¡Bendito seas! Si sigues pobre, tu retorno será pronto. Hoy el aire tiene olor a ti. ¿Estás cerca?”

Más adelante escribe: “¿En qué ignoto lugar estás? Quiero que sepas que no he dejado ni un solo instante de pensar en ti. Hoy un cuervo azul lanzó un graznido y se posó en la ventana, pienso que me avisa de tu pronta venida…”

Es más conmovedora cuando le pide:”…No demores que tu ausencia solo me trae temor. Sí, a lo único que le temo en la vida es a morir sin volverte a ver…”

¿Cuántas María Olvido habrá en el mundo esperando a alguien de su corazón que nunca ha podido cumplir la promesa de regresar? La últimas cifras de desparecidos en Colombia es preocupante.

Columnista
11 septiembre, 2017

Destino de los desaparecidos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

En todos los pueblos y ciudades hay una historia sobre desaparecidos. Personas que salieron de sus casas y nunca más se supo de ellas. Crecían las conjeturas de toda índole alrededor de la desaparición, mientras las familias se angustiaban hasta colgarse de la esperanza de algún día saber de ellos: “verlo aparecer por esa puerta”, […]


En todos los pueblos y ciudades hay una historia sobre desaparecidos. Personas que salieron de sus casas y nunca más se supo de ellas. Crecían las conjeturas de toda índole alrededor de la desaparición, mientras las familias se angustiaban hasta colgarse de la esperanza de algún día saber de ellos: “verlo aparecer por esa puerta”, como me dijo la señora Edilsa sobre su hermano que salió a hacer un trabajo de albañilería y no se supo qué fue de él, hace más de veinte años.

El poeta Diomedes Daza me comentó, una vez: “Mis escritos son producto de los cuentos de desaparecidos y espantos de Patillal”. Todo este preámbulo lo suscitó una grave noticia que ha pasado desapercibida entre tantas que han copado los Medios en estos días: “Más de tres mil quinientas desapariciones de personas se han registrado en lo que ha transcurrido de este año”.

Ante eso se piensan tantas cosas: que es una realidad contundente que este país no está sano, sufre de desapariciones forzosas o voluntarias, estas últimas, producto, quizás, de descontentos en el medio donde viven, en su propia familia, o en la vida que no les gusta y emprenden otros rumbos.

Todos estos días he tenido ese tema en mi cabeza: ¿Adónde van los desaparecidos? ¿Cuál es su rumbo? ¿Viven? Algunos, obligados o no, se van a engrosar las filas de la subversión, que todavía existe; otros, a buscar mejor calidad de vida; otros aparecen, después de un tiempo como falsos positivos, ese lunar negro de la historia de la patria; algunos se van a vivir un amor prohibido, en fin el destino de los desaparecidos siempre será un misterio por resolver, hasta los que se esfuman en medio de un desastre natural, que nunca los cuentan como muertos siguen siendo desparecidos hasta tanto aparezcan sus cuerpos.

La literatura universal está plagada de historias de desaparecidos. Muchos se van, se despiden y dejan el firme propósito de volver, pero nunca lo hacen. Así se lee en el diario de María Olvido, uno de mis personajes más queridos de mi novela ‘Cuando cante el cuervo azul’, espera a su hijo que se fue de un palafito de la Ciénaga Grande, donde vivía, a buscar una mejor vida, no quería estar enredado, por siempre, en una red de pescador.

Este es un uno de los apartes de lo que escribe María Olvido: “Soy un pedacito de naturaleza, que trata de sobrevivir entre el mar y las nubes. Soy parte de un mundo que corre indiferente allá afuera de este espacio de agua. Soy la dueña de mi mundo de amor, que día a día conservo para ti. Hoy pienso en ti y no sé cómo te veo. Tal vez enamorado ya, triunfante, rico, pobre, ¿sigues pobre? ¡Bendito seas! Si sigues pobre, tu retorno será pronto. Hoy el aire tiene olor a ti. ¿Estás cerca?”

Más adelante escribe: “¿En qué ignoto lugar estás? Quiero que sepas que no he dejado ni un solo instante de pensar en ti. Hoy un cuervo azul lanzó un graznido y se posó en la ventana, pienso que me avisa de tu pronta venida…”

Es más conmovedora cuando le pide:”…No demores que tu ausencia solo me trae temor. Sí, a lo único que le temo en la vida es a morir sin volverte a ver…”

¿Cuántas María Olvido habrá en el mundo esperando a alguien de su corazón que nunca ha podido cumplir la promesa de regresar? La últimas cifras de desparecidos en Colombia es preocupante.