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Columnista - 12 enero, 2017

Despojémonos del rencor, el temor, el egoísmo y el arribismo

Terminar un conflicto armado interno –tan antiguo, complejo y cruel como el de Colombia en el cual todavía participan dos  grupos guerrilleros extremistas? a través de un acuerdo negociado con diferentes dirigentes y con distintos intereses, entre los cuales varios son demasiado recalcitrantes; en realidad, es bien difícil, mejor dicho, es una proeza que requiere de […]

Terminar un conflicto armado interno –tan antiguo, complejo y cruel como el de Colombia en el cual todavía participan dos  grupos guerrilleros extremistas? a través de un acuerdo negociado con diferentes dirigentes y con distintos intereses, entre los cuales varios son demasiado recalcitrantes; en realidad, es bien difícil, mejor dicho, es una proeza que requiere de mucho ánimo, (léase esfuerzo o voluntad) y mucha paciencia para lograrlo.

Por ende, el presidente Juan Manuel Santos Calderón, por quien sentía enorme antipatía, se ha ganado mi admiración y respeto, no es para menos si tenemos en cuenta que el acuerdo de paz con las Farc está en su fase final y sólo la ocurrencia de algo estrambótico lo revertiría, además pronto reiniciará la negociación del pacto de paz con el ELN, a pesar de los impases que lo han interrumpido, pareciera que antes de que culmine su segundo mandato presidencial firmará  el acuerdo de paz con los intransigentes comandantes de esta facción guerrillera, tan vetusta y sanguinaria como las Farc.

Sin duda alguna, me atrevo a manifestar que no hay nada mejor que la convivencia pacífica, porque en las latitudes donde hay paz surge mayor progreso, disminuyen las brechas de las desigualdades; es decir, el bienestar lo disfruta a plenitud la mayoría de la gente.

Nada justifica la guerra atroz que hemos sufrido los colombianos  durante más de 50 años, porque todos hemos sido víctimas de la barbarie cometida por los diferentes actores del prolongado conflicto armado interno, que si bien su origen fue más que todo por el poder político, ahora prevalece el interés económico que, desafortunadamente, desenfrena a toda la sociedad.

Si de veras los colombianos deseamos convivir en paz, nos corresponde despojarnos del rencor y el temor que nos han introducido  las ideologías Castro-chavista, los crímenes y delitos de lesa humanidad cometidos por las huestes revolucionarias y sus militantes tanto urbanos como rurales.

También debemos desprendernos del egoísmo y del arribismo por el cual abusamos con tal de obtener riquezas y patrimonios materiales sin importar el perjuicio que ocasionamos a la sociedad, especialmente a las más pobre y vulnerable que necesita mayor protección.

Columnista
12 enero, 2017

Despojémonos del rencor, el temor, el egoísmo y el arribismo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Terminar un conflicto armado interno –tan antiguo, complejo y cruel como el de Colombia en el cual todavía participan dos  grupos guerrilleros extremistas? a través de un acuerdo negociado con diferentes dirigentes y con distintos intereses, entre los cuales varios son demasiado recalcitrantes; en realidad, es bien difícil, mejor dicho, es una proeza que requiere de […]


Terminar un conflicto armado interno –tan antiguo, complejo y cruel como el de Colombia en el cual todavía participan dos  grupos guerrilleros extremistas? a través de un acuerdo negociado con diferentes dirigentes y con distintos intereses, entre los cuales varios son demasiado recalcitrantes; en realidad, es bien difícil, mejor dicho, es una proeza que requiere de mucho ánimo, (léase esfuerzo o voluntad) y mucha paciencia para lograrlo.

Por ende, el presidente Juan Manuel Santos Calderón, por quien sentía enorme antipatía, se ha ganado mi admiración y respeto, no es para menos si tenemos en cuenta que el acuerdo de paz con las Farc está en su fase final y sólo la ocurrencia de algo estrambótico lo revertiría, además pronto reiniciará la negociación del pacto de paz con el ELN, a pesar de los impases que lo han interrumpido, pareciera que antes de que culmine su segundo mandato presidencial firmará  el acuerdo de paz con los intransigentes comandantes de esta facción guerrillera, tan vetusta y sanguinaria como las Farc.

Sin duda alguna, me atrevo a manifestar que no hay nada mejor que la convivencia pacífica, porque en las latitudes donde hay paz surge mayor progreso, disminuyen las brechas de las desigualdades; es decir, el bienestar lo disfruta a plenitud la mayoría de la gente.

Nada justifica la guerra atroz que hemos sufrido los colombianos  durante más de 50 años, porque todos hemos sido víctimas de la barbarie cometida por los diferentes actores del prolongado conflicto armado interno, que si bien su origen fue más que todo por el poder político, ahora prevalece el interés económico que, desafortunadamente, desenfrena a toda la sociedad.

Si de veras los colombianos deseamos convivir en paz, nos corresponde despojarnos del rencor y el temor que nos han introducido  las ideologías Castro-chavista, los crímenes y delitos de lesa humanidad cometidos por las huestes revolucionarias y sus militantes tanto urbanos como rurales.

También debemos desprendernos del egoísmo y del arribismo por el cual abusamos con tal de obtener riquezas y patrimonios materiales sin importar el perjuicio que ocasionamos a la sociedad, especialmente a las más pobre y vulnerable que necesita mayor protección.