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Columnista - 13 noviembre, 2016

Democracia desconectada

El mundo se sorprendió con el ascenso de Trump, el antilíder, a la presidencia de Estados Unidos, y entonces surgieron las comparaciones con el Brexit y con el NO colombiano. ¿Qué le pasa a la vieja democracia como expresión de la voluntad popular? ¿Por qué la gente prefiere abstenerse o votar por lo que se […]

El mundo se sorprendió con el ascenso de Trump, el antilíder, a la presidencia de Estados Unidos, y entonces surgieron las comparaciones con el Brexit y con el NO colombiano. ¿Qué le pasa a la vieja democracia como expresión de la voluntad popular? ¿Por qué la gente prefiere abstenerse o votar por lo que se percibe como políticamente incorrecto?

Sencillo. El ejercicio malentendido de la política desconectó a la democracia de la voluntad del pueblo, que es su esencia. Los políticos, el establishment, están en su cuento, como diríamos en estos lares. Los representantes del pueblo no interpretan sus necesidades, angustias y expectativas, más allá de las promesas de campaña, después de lo cual vuelven “a lo suyo”, a la conservación del poder por el poder y por sus beneficios.

La conexión entre el establecimiento y el pueblo son los medios, que no en vano fueron bautizados como “el cuarto poder”. Mientras la clase política se dedica “a lo suyo”, no “a lo nuestro”, los medios difunden lo que el mismo establecimiento considera políticamente correcto, por lo que hay que votar y por quien hay que votar. Los medios, desde esa atalaya moral no exenta de intereses, se abrogan el derecho de juzgar quién es el bueno y quién el malo; qué es lo correcto y qué lo incorrecto.

Así pues, estas victorias no se reducen al regreso del populismo en manos de unos mentirosos engañando a millones de personas que, a seguro, son estúpidas o, cuando menos, ingenuas de remate, como hoy proclaman los analistas de esos mismos medios. No. En Estados Unidos solo el 23 % de quienes podían votar le dijeron SÍ a Trump, y a más de la mitad (56%) ni siquiera le importó. En Colombia la abstención fue del ¡62 %!, y solo el 19 % de los votantes le dijo SÍ a un Acuerdo que prometía la paz duradera.

Trump es el típico antilíder, odioso para el establishment, pero atractivo para quienes reaccionan contra esa élite que ostenta el poder pero no los representa. Fue la clase media anglosajona, rural y protestante, descendiente de quienes construyeron el sueño americano con sus manos, que no conoce la capital del mundo ni sabe de escudos nucleares ni del conflicto de Oriente Medio, la que votó por su subsistencia, su seguridad y sus viejos valores.

Resulta insensato afirmar que cerca de 60 millones de personas fueron engañadas por Trump, o que más de seis millones de colombianos fueron víctimas de una trampa y votaron engañados por lo incorrecto, mientras otros seis millones no fueron influenciados por la propaganda oficial y votaron por lo correcto, por el SÍ, mas no a la paz, que no requiere plebiscito, sino a un documento puesto a su consideración.

Hay que recuperar la democracia. Desde el edil que representa a su barriada, hay que transformar el ejercicio de la política, ese digno oficio de conectar con la voluntad del pueblo.

@jflafaurie

Columnista
13 noviembre, 2016

Democracia desconectada

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Félix Lafaurie Rivera

El mundo se sorprendió con el ascenso de Trump, el antilíder, a la presidencia de Estados Unidos, y entonces surgieron las comparaciones con el Brexit y con el NO colombiano. ¿Qué le pasa a la vieja democracia como expresión de la voluntad popular? ¿Por qué la gente prefiere abstenerse o votar por lo que se […]


El mundo se sorprendió con el ascenso de Trump, el antilíder, a la presidencia de Estados Unidos, y entonces surgieron las comparaciones con el Brexit y con el NO colombiano. ¿Qué le pasa a la vieja democracia como expresión de la voluntad popular? ¿Por qué la gente prefiere abstenerse o votar por lo que se percibe como políticamente incorrecto?

Sencillo. El ejercicio malentendido de la política desconectó a la democracia de la voluntad del pueblo, que es su esencia. Los políticos, el establishment, están en su cuento, como diríamos en estos lares. Los representantes del pueblo no interpretan sus necesidades, angustias y expectativas, más allá de las promesas de campaña, después de lo cual vuelven “a lo suyo”, a la conservación del poder por el poder y por sus beneficios.

La conexión entre el establecimiento y el pueblo son los medios, que no en vano fueron bautizados como “el cuarto poder”. Mientras la clase política se dedica “a lo suyo”, no “a lo nuestro”, los medios difunden lo que el mismo establecimiento considera políticamente correcto, por lo que hay que votar y por quien hay que votar. Los medios, desde esa atalaya moral no exenta de intereses, se abrogan el derecho de juzgar quién es el bueno y quién el malo; qué es lo correcto y qué lo incorrecto.

Así pues, estas victorias no se reducen al regreso del populismo en manos de unos mentirosos engañando a millones de personas que, a seguro, son estúpidas o, cuando menos, ingenuas de remate, como hoy proclaman los analistas de esos mismos medios. No. En Estados Unidos solo el 23 % de quienes podían votar le dijeron SÍ a Trump, y a más de la mitad (56%) ni siquiera le importó. En Colombia la abstención fue del ¡62 %!, y solo el 19 % de los votantes le dijo SÍ a un Acuerdo que prometía la paz duradera.

Trump es el típico antilíder, odioso para el establishment, pero atractivo para quienes reaccionan contra esa élite que ostenta el poder pero no los representa. Fue la clase media anglosajona, rural y protestante, descendiente de quienes construyeron el sueño americano con sus manos, que no conoce la capital del mundo ni sabe de escudos nucleares ni del conflicto de Oriente Medio, la que votó por su subsistencia, su seguridad y sus viejos valores.

Resulta insensato afirmar que cerca de 60 millones de personas fueron engañadas por Trump, o que más de seis millones de colombianos fueron víctimas de una trampa y votaron engañados por lo incorrecto, mientras otros seis millones no fueron influenciados por la propaganda oficial y votaron por lo correcto, por el SÍ, mas no a la paz, que no requiere plebiscito, sino a un documento puesto a su consideración.

Hay que recuperar la democracia. Desde el edil que representa a su barriada, hay que transformar el ejercicio de la política, ese digno oficio de conectar con la voluntad del pueblo.

@jflafaurie