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Columnista - 5 octubre, 2017

Defendiendo lo indefendible

El 22 de septiembre de 2010, llovió fuego y azufre sobre la serranía de La Macarena, que se convirtió, por un momento, en Sodoma y Gomorra. Al día siguiente, la noticia se regó como pólvora: ‘El Mono Jojoy’ había sido dado de baja. Cinco meses después, los restos mortales del “símbolo del terrorismo” fueron sepultados […]

El 22 de septiembre de 2010, llovió fuego y azufre sobre la serranía de La Macarena, que se convirtió, por un momento, en Sodoma y Gomorra. Al día siguiente, la noticia se regó como pólvora: ‘El Mono Jojoy’ había sido dado de baja. Cinco meses después, los restos mortales del “símbolo del terrorismo” fueron sepultados en la tumba 66 de la sección 6 del cementerio Jardínes del Apogeo.

Victor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño, había ingresado a las filas de las Farc-EP hacia 1975. Por ser tan escurridizo ante la Fuerza Pública se ganó el remoquete de ‘Jojoy, que según el mito es un insecto selvático muy difícil de atrapar. Al escalar de posición dentro de la guerrilla, y ya como comandante del Bloque Oriental, se caracterizó por sus actos terroristas, entre los cuales pueden contarse emboscadas, secuestros, atentados en los oleoductos, carros bombas, asesinatos selectivos, reclutamiento de menores, minado de pueblos. Bástenos recordar la toma de Mitú. De nuestra retina no se han borrado aún las imágenes de los militares enjaulados y encadenados, con cara de sufrimiento, mientras ‘Jojoy’ sonríe. Aunque ha pasado mucho tiempo, al mirar el material fílmico, todavía nos sentimos indignados, ofendidos, impotentes y con miedo.

Un nuevo capítulo en la historia colombiana se está escribiendo. Se ha firmado un acuerdo de cese al fuego bilateral con las Farc, que han mutado: de un grupo armado al margen de la ley, han pasado a ser un partido político.

Usando su derecho a la libre expresión, el 22 de septiembre pasado, siete años después de la operación Sodoma, algunos farianos realizaron un homenaje a ‘El Mono Jojoy’. En las redes sociales se pudieron leer consignas como:

“‘El Mono Jojoy’, el defensor de los humildes, a quien la historia absolverá”. Analizando la expresión pude darme cuenta de que es una copia, de mala calidad, de una de las frases de Fidel Castro. Esto nos deja ver lo mal de creatividad que están las Farc y, además, el afán de imponer una verdad relativa y hacer de sus “héroes caídos en combates, íconos post-modernos. Qué bueno sería recordarles las palabras de Juan Pablo II: “La verdad sólo se impone con la fuerza de la verdad misma y, por tanto, la verdad debe ser testimoniada en el respeto absoluto de la conciencia y de la dignidad de cada persona”.

Muchos tildaron el evento como provocación, como un insulto a las víctimas, como una apología al terrorismo, como una burla a la memoria de los colombianos que aún tenemos memoria.

Desde mi punto de vista, creo que este es uno de los tantos sapos que debemos tragarnos despues del acuerdo de La Habana. Debímos preveerlo. Debímos saber que al legalizar el acuerdo nos exponíamos a legitimar la macabra historia de las Farc-EP como grupo armado.

Ahora que lo pienso un poco mejor y mirando lo que ha sucedido en la ciudad en los últimos días pregunto, ¿cuál es la diferencia entre el homenaje rendido a ‘El Mono Jojoy’ por sus lacayos y el contra-plantón que adelantaron los empleados de la Clínica Laura Daniela durante la manifestación que realizaron las madres de los 16 niños muertos? Creo que ninguna, ambas manifestaciones justifican lo injustificable y defienden lo indefendible.

Por Carlos Luis Liñán Pitre

Columnista
5 octubre, 2017

Defendiendo lo indefendible

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.

El 22 de septiembre de 2010, llovió fuego y azufre sobre la serranía de La Macarena, que se convirtió, por un momento, en Sodoma y Gomorra. Al día siguiente, la noticia se regó como pólvora: ‘El Mono Jojoy’ había sido dado de baja. Cinco meses después, los restos mortales del “símbolo del terrorismo” fueron sepultados […]


El 22 de septiembre de 2010, llovió fuego y azufre sobre la serranía de La Macarena, que se convirtió, por un momento, en Sodoma y Gomorra. Al día siguiente, la noticia se regó como pólvora: ‘El Mono Jojoy’ había sido dado de baja. Cinco meses después, los restos mortales del “símbolo del terrorismo” fueron sepultados en la tumba 66 de la sección 6 del cementerio Jardínes del Apogeo.

Victor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño, había ingresado a las filas de las Farc-EP hacia 1975. Por ser tan escurridizo ante la Fuerza Pública se ganó el remoquete de ‘Jojoy, que según el mito es un insecto selvático muy difícil de atrapar. Al escalar de posición dentro de la guerrilla, y ya como comandante del Bloque Oriental, se caracterizó por sus actos terroristas, entre los cuales pueden contarse emboscadas, secuestros, atentados en los oleoductos, carros bombas, asesinatos selectivos, reclutamiento de menores, minado de pueblos. Bástenos recordar la toma de Mitú. De nuestra retina no se han borrado aún las imágenes de los militares enjaulados y encadenados, con cara de sufrimiento, mientras ‘Jojoy’ sonríe. Aunque ha pasado mucho tiempo, al mirar el material fílmico, todavía nos sentimos indignados, ofendidos, impotentes y con miedo.

Un nuevo capítulo en la historia colombiana se está escribiendo. Se ha firmado un acuerdo de cese al fuego bilateral con las Farc, que han mutado: de un grupo armado al margen de la ley, han pasado a ser un partido político.

Usando su derecho a la libre expresión, el 22 de septiembre pasado, siete años después de la operación Sodoma, algunos farianos realizaron un homenaje a ‘El Mono Jojoy’. En las redes sociales se pudieron leer consignas como:

“‘El Mono Jojoy’, el defensor de los humildes, a quien la historia absolverá”. Analizando la expresión pude darme cuenta de que es una copia, de mala calidad, de una de las frases de Fidel Castro. Esto nos deja ver lo mal de creatividad que están las Farc y, además, el afán de imponer una verdad relativa y hacer de sus “héroes caídos en combates, íconos post-modernos. Qué bueno sería recordarles las palabras de Juan Pablo II: “La verdad sólo se impone con la fuerza de la verdad misma y, por tanto, la verdad debe ser testimoniada en el respeto absoluto de la conciencia y de la dignidad de cada persona”.

Muchos tildaron el evento como provocación, como un insulto a las víctimas, como una apología al terrorismo, como una burla a la memoria de los colombianos que aún tenemos memoria.

Desde mi punto de vista, creo que este es uno de los tantos sapos que debemos tragarnos despues del acuerdo de La Habana. Debímos preveerlo. Debímos saber que al legalizar el acuerdo nos exponíamos a legitimar la macabra historia de las Farc-EP como grupo armado.

Ahora que lo pienso un poco mejor y mirando lo que ha sucedido en la ciudad en los últimos días pregunto, ¿cuál es la diferencia entre el homenaje rendido a ‘El Mono Jojoy’ por sus lacayos y el contra-plantón que adelantaron los empleados de la Clínica Laura Daniela durante la manifestación que realizaron las madres de los 16 niños muertos? Creo que ninguna, ambas manifestaciones justifican lo injustificable y defienden lo indefendible.

Por Carlos Luis Liñán Pitre