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Columnista - 6 noviembre, 2017

Cuando los sonidos se abren al silencio

La comunidad educativa del Instpecam está de duelo por la muerte del profesor Élger Rafael Calderón Avendaño. Era uno de los docentes de mayor antigüedad en la institución: el 4 de febrero de 1977 inició su labor pedagógica. Primero en el área de dibujo técnico, porque en esa especialidad se había graduado como bachiller en […]

La comunidad educativa del Instpecam está de duelo por la muerte del profesor Élger Rafael Calderón Avendaño. Era uno de los docentes de mayor antigüedad en la institución: el 4 de febrero de 1977 inició su labor pedagógica. Primero en el área de dibujo técnico, porque en esa especialidad se había graduado como bachiller en el Instituto Técnico Superior de Zipaquirá, anexo a la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá. Y a partir de 1983, cuando recibe el título de licenciado en Matemática y Física por la Universidad Popular del Cesar, empieza a enseñar estas dos asignaturas.

Durante más de cuarenta años laboró en el Instpecam y, además, fue docente del Colegio Santa Fe (1977-1991) y del Gimnasio del Norte (1999-2003). El trabajo docente le permitió desarrollar su proyecto de vida, y conformó una hermosa familia con Alcira Rodríguez y sus tres hijos: Johanna, Iván y Darlyn, destacados profesionales.

El 2 de noviembre, el cuerpo sin vida del distinguido docente fue llevado a la sala de profesores del Instpecam y allí las autoridades educativas, el sacerdote Sullivan Granados, los profesores y estudiantes le rindieron honores. Me correspondió leer estas palabras:

“Si un hombre en un sueño atravesara el Paraíso, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano. En esta hermosa metáfora del poeta Samuel Taylor –nos dice Jorge Luis Borges– está la general y antigua invención de las generaciones de amantes que pidieron como prenda una flor.

Me atrevo a imaginar que Élger Rafael Calderón Avendaño en su adolescencia soñaba que se paseaba por aulas de clases frente a una perfecta caligrafía en el tablero, y se despertaba con un libro en la mano. Esta imagen es la revelación de su aptitud para la docencia. Él era un amante de los libros, de la didáctica de la matemática y del dominio de las representaciones geométricas, por eso hizo de su vida un ritual a la pedagogía y al trabajo. En el colegio y en las aulas, ahí estaba puntual con su elegancia de caballero, pletórico de honradez y responsabilidad. Su sentido de pertenencia era inmenso y su amor por el Instpecam, incondicional. En su lenguaje nunca existió la palabra no, cuando se trataba de emprender actividades académicas. Tantas veces lo vimos liderar proyectos pedagógicos y participar de maestro de ceremonia en diferentes eventos solemnes: graduación, aniversarios del plantel, y otros actos culturales.

Élger Rafael Calderón Avendaño, apreciado compañero, amigo y profesor: los sonidos se abren al silencio y la penumbra se diluye en la piel, porque nos estremece la tristeza por el dolor de tu partida; pero un pájaro canta en las ramas de un árbol imaginario: evocamos tu imagen y tu voz, tus bondades y tus acciones que ayudaron a engrandecer la historia de nuestro querido Instpecam, y entonces, el dolor es menos triste.

Resignados aceptamos que el cuerpo es mutable y muere, y la inmortalidad es del alma que habita en la celeste Casa de Dios. Y en el corazón de tus familiares y en nosotros se quedan los recuerdos, como la voz en los labios de la rosa que enciende la epifanía de amaneceres, y como la sonrisa brillante del espejo que repite la luz de la memoria”.

Por José Atuesta Mindiola

 

Columnista
6 noviembre, 2017

Cuando los sonidos se abren al silencio

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

La comunidad educativa del Instpecam está de duelo por la muerte del profesor Élger Rafael Calderón Avendaño. Era uno de los docentes de mayor antigüedad en la institución: el 4 de febrero de 1977 inició su labor pedagógica. Primero en el área de dibujo técnico, porque en esa especialidad se había graduado como bachiller en […]


La comunidad educativa del Instpecam está de duelo por la muerte del profesor Élger Rafael Calderón Avendaño. Era uno de los docentes de mayor antigüedad en la institución: el 4 de febrero de 1977 inició su labor pedagógica. Primero en el área de dibujo técnico, porque en esa especialidad se había graduado como bachiller en el Instituto Técnico Superior de Zipaquirá, anexo a la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá. Y a partir de 1983, cuando recibe el título de licenciado en Matemática y Física por la Universidad Popular del Cesar, empieza a enseñar estas dos asignaturas.

Durante más de cuarenta años laboró en el Instpecam y, además, fue docente del Colegio Santa Fe (1977-1991) y del Gimnasio del Norte (1999-2003). El trabajo docente le permitió desarrollar su proyecto de vida, y conformó una hermosa familia con Alcira Rodríguez y sus tres hijos: Johanna, Iván y Darlyn, destacados profesionales.

El 2 de noviembre, el cuerpo sin vida del distinguido docente fue llevado a la sala de profesores del Instpecam y allí las autoridades educativas, el sacerdote Sullivan Granados, los profesores y estudiantes le rindieron honores. Me correspondió leer estas palabras:

“Si un hombre en un sueño atravesara el Paraíso, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano. En esta hermosa metáfora del poeta Samuel Taylor –nos dice Jorge Luis Borges– está la general y antigua invención de las generaciones de amantes que pidieron como prenda una flor.

Me atrevo a imaginar que Élger Rafael Calderón Avendaño en su adolescencia soñaba que se paseaba por aulas de clases frente a una perfecta caligrafía en el tablero, y se despertaba con un libro en la mano. Esta imagen es la revelación de su aptitud para la docencia. Él era un amante de los libros, de la didáctica de la matemática y del dominio de las representaciones geométricas, por eso hizo de su vida un ritual a la pedagogía y al trabajo. En el colegio y en las aulas, ahí estaba puntual con su elegancia de caballero, pletórico de honradez y responsabilidad. Su sentido de pertenencia era inmenso y su amor por el Instpecam, incondicional. En su lenguaje nunca existió la palabra no, cuando se trataba de emprender actividades académicas. Tantas veces lo vimos liderar proyectos pedagógicos y participar de maestro de ceremonia en diferentes eventos solemnes: graduación, aniversarios del plantel, y otros actos culturales.

Élger Rafael Calderón Avendaño, apreciado compañero, amigo y profesor: los sonidos se abren al silencio y la penumbra se diluye en la piel, porque nos estremece la tristeza por el dolor de tu partida; pero un pájaro canta en las ramas de un árbol imaginario: evocamos tu imagen y tu voz, tus bondades y tus acciones que ayudaron a engrandecer la historia de nuestro querido Instpecam, y entonces, el dolor es menos triste.

Resignados aceptamos que el cuerpo es mutable y muere, y la inmortalidad es del alma que habita en la celeste Casa de Dios. Y en el corazón de tus familiares y en nosotros se quedan los recuerdos, como la voz en los labios de la rosa que enciende la epifanía de amaneceres, y como la sonrisa brillante del espejo que repite la luz de la memoria”.

Por José Atuesta Mindiola