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Entrevista - 22 octubre, 2017

Cuando la memoria del conflicto termina debajo de la cama

El trabajo que desde el año 2009 ha hecho el Centro de Memoria del Conflicto hoy está guardado en varias cajas de cartón, en las casas de cada uno de los miembros de esta organización de la sociedad civil, porque no contaron con el apoyo de la Gobernación del Cesar para continuar en la Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez.

Los miembros de la Fundación Centro de Memoria Histórica del Cesar esperan que la academia, las organizaciones de la sociedad civil y la institucionalidad los apoyen.
Los miembros de la Fundación Centro de Memoria Histórica del Cesar esperan que la academia, las organizaciones de la sociedad civil y la institucionalidad los apoyen.

Cerca de 300 libros, fotografías, folios, una pantalla táctil, computadores y una colección de canciones que narran el conflicto armado en el departamento del Cesar están guardados hace un mes y medio en cajas, mientras los miembros de la Fundación Centro de Memoria del Conflicto del Cesar buscan una sede donde establecerse, después de su salida del edificio de la Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez.

El Centro de Memoria del Conflicto comenzó su labor desde el año 2009 y desde el 2012 se organizaron físicamente en el tercer piso de la Biblioteca, donde Stefany Jiménez (representante legal), Andrés Guerra Mendoza, Dilia Barrios Hernández, Juliana Fúquene Barreto, Oscar Daza Moya y Orlando Carreño Robles han trabajado con las víctimas del conflicto del Cesar para reconstruir los hechos que dejaron tantos muertos, desplazados y desaparecidos.

Son sociólogos e historiadores que hoy ven como el trabajo de ocho años reposa en sus casas porque no tienen una sede donde exponer la memoria del conflicto del Cesar.

La siguiente es la entrevista concedida por Juliana Fúquene, Dilia Barrios y Andrés Guerra, quienes aseguran que cuando la gente hizo sus aportes, no era para que guardaran debajo de las camas las investigaciones.

Hace varios meses se conoció que el Centro de Memoria del Conflicto del Cesar se podía quedar sin sede. ¿Qué ha pasado, dónde están?

Ya no estamos en la biblioteca, salimos hace un mes. Creo que se conjugaron varios factores. El que nos hizo salir corriendo, porque literalmente salimos corriendo, es el problema de goteras de la biblioteca, porque desde que comenzamos como Centro impermeabilizamos toda la Sala Patrimonial porque la biblioteca no tenía recursos y funcionó, hasta el año pasado que hicieron una impermeabilización y empezó un deterioro de todo el tercer piso, incluida nuestra área que era la más dañada. Con las últimas lluvias se empezó a romper el techo y se hicieron muchas reuniones y nadie sabía que iba a pasar, al punto que se cerraron todas las salas, porque la biblioteca es inservible, uno entra desde el primer piso y hay baldes.

¿Y el otro componente que los hizo salir fue político?

Exactamente. Salimos corriendo porque el Centro se iba a caer porque se pudrió todo. Y ahí se junta lo político, porque al pasar esto, si uno tuviera buenas relaciones con la gente que trabaja ahí sabríamos qué se pensaba hacer, pero nos decían a ustedes no los quieren, la directora de la biblioteca nunca nos dio la cara. A partir del momento de que la directora dice que no quiere que el Centro de Memoria esté ahí, recibimos mucho apoyo y respaldo para que siguiéramos.

¿Dónde están hoy?

Estamos en la nada. En la casa de cada uno de nosotros, en cajas debajo de las camas. Porque nunca a partir de ahí, nunca hubo un llamado de atención de parte de la Gobernación a la directora de la biblioteca diciendo no los pueden sacar de ahí, pero nunca dijeron reunámonos. La directora nunca nos dio la cara, la buscamos muchas veces y nunca nos dio una cita, entonces era estar en un lugar donde no nos querían.

¿Cuál era la razón para no quererlos en la Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez?

Una de las razones que ella siempre expuso era que el Centro siempre permanecía cerrado, pero desde hace dos años tenemos pasantes que van y abren, el Centro de Memoria no recibe recursos de nadie y así llevamos como dos años, pero si hacemos ejercicios con las comunidades víctimas, talleres de línea de tiempo y apoyamos comunidades que quieren hacer memoria. Entonces, si estaba abierto el Centro al público, pero nunca hubo una voluntad política directa de la directora para decirnos cómo trabajamos, y luego le dieron la orden de dejarnos ahí, pero ni los veo.

¿Qué va a pasar con toda la documentación que tienen, los libros, los computadores, la pantalla táctil y todo lo que han logrado en todos estos años?

Nosotros necesitamos preservar eso y ponerlo a trabajar en lo que siempre hemos pensando. Nuestro interés es que la gente conozca lo que nosotros tenemos, eso no es para guardarlo, la idea es que la gente lo visite, no que esté en nuestras casas, y a partir de esta entrevista lanzamos una voz de auxilio porque queremos que nos ayuden, queremos un espacio no por nosotros, por mostrarnos, sino por preservar esto que es bastante, que siga dando el fruto de su misión y lo que queremos es que la gente lo conozca. Estamos buscando alianzas, para tener el espacio físico y otras dinámicas de trabajar.

¿Cómo se financia el Centro de Memoria?

Nos hemos financiado con convocatorias del Ministerio de Cultura, de apoyo a centros de memoria, también el Ministerio de Justicia, el PNUD en su momento, la cooperación internacional, y cada uno desde sus saberes. Queremos decir que no es cierto que nosotros ganamos dinero, estos dos años de pasante han sido difíciles, cada uno de nosotros tenemos nuestros trabajos porque tenemos que sobrevivir y nos ha tocado darle a los pasantes para el transporte.

¿Cuáles son los saldos positivos del Centro de Memoria del Conflicto del Cesar?

El salto más importante hasta el momento es la pertenencia y la Secretaría Técnica de la Red de Lugares de Memoria. En el Cesar logramos trabajar una iniciativa que se llama ‘Cantando quiero decirte’, que tiene la esencia pura de la región porque fue una iniciativa de música vallenata que narraba el conflicto, es una de nuestras banderas y queremos continuar. Recorrimos los municipios del Cesar recopilando canciones de personas víctimas y no víctimas que narraban algunos hechos del conflicto, como el de Guacoche que narra el asesinato de ‘Miro’ Quiroz. Recogimos de Codazzi, de Pueblo Bello, El Copey, entre otros, y además surgieron un rap y una ranchera que no dejamos por fuera porque también es música.

¿Cómo nació ‘Cantando quiero decirte’?

Cuando empezamos a recoger iniciativas de memoria en un momento, cuando ni la Ley de Víctimas estaba hablando de memoria histórica, esto fue en el 2010, porque un día hicimos un encuentro de memoria y vinieron de Barrancabermeja y dijeron: “Este Centro de Memoria del Cesar es muy bonito, pero les falta fotografías”, y cuando se fueron le preguntamos a la gente del Cesar por qué no hemos hecho fotos, y dijeron: “Porque nos da miedo, nosotros no vamos a poner nuestras fotos y apellidos para que nos sigan matando”. Ahí fue cuando nos dimos cuenta que a la gente no le da miedo decirlo cantando.

¿Cuál ha sido la incidencia del Centro de Memoria del Conflicto del Cesar entre la población víctima?

Después de esta estrategia con las víctimas y el folclor, tenemos una lista de iniciativas de memoria y están dos procesos que, gracias a la investigación se volvieron sujetos de reparación colectiva, y son investigaciones donde con las comunidades reconstruimos lo sucedido, como Minas de Hiracal, en Pueblo Bello, y Santa Cecilia, en Astrea. Se reconstruyó lo que sucedió y eso permitió a la comunidad que exigieran a la Unidad de Víctimas sus derechos de ser sujetos de reparación colectiva. Y lo otro que nos parece muy valioso, y que con el cierre no se está dando, es nuestro centro de documentación, es un centro especializado en temas de conflicto armado del Caribe colombiano, tenemos más de 200 libros, hechos por universidades; tenemos un archivo de prensa muy grande, sistematizado todo enfocado al tema del conflicto.

¿Qué debería estar haciendo hoy el Centro de Memoria del Conflicto, que no ha podido por las circunstancias expuestas?

Con la creación de la JEP, la Comisión de la Verdad, la Comisión de Personas Desaparecidas, es vital el papel que van a jugar las regiones frente a ayudar a estos organismos a reconstruir esa verdad en las mismas regiones. El Centro va a ser un insumo fundamental para apoyar los procesos de investigación que se vienen. Son estos centros de investigación que trabajan con población víctimas, hilos conductores en ayudar para además de dejar de decir que todo lo narran desde el interior, pero no, lo narramos desde la región. Entonces, toca crear las condiciones, porque nosotros decimos que vengan a ver lo que tenemos, pero eso está guardado debajo de camas de los miembros de la fundación.

¿Qué mensaje quieren dejar finalmente, a quién le hacen un llamado para que el Centro de Memoria del Conflicto salga de las cajas?

Es importante que en el Cesar se aproveche este espacio de reflexión, de investigación para utilizarlos en los procesos de consecución de la paz; es una contribución que no es un granito de arena, esto tiene mucho trabajo y procesos adelantados para apoyar la construcción de paz. El centro tiene planeado trabajar con los colegios, y al no tener un espacio es complicado, porque la idea no es hacer memoria por hacer memoria, sino para que esto no vuelva a pasar. El llamado es a la institucionalidad, a la academia, a la sociedad civil, para trabajar conjuntamente.

Por Ana María Ferrer
[email protected]

Entrevista
22 octubre, 2017

Cuando la memoria del conflicto termina debajo de la cama

El trabajo que desde el año 2009 ha hecho el Centro de Memoria del Conflicto hoy está guardado en varias cajas de cartón, en las casas de cada uno de los miembros de esta organización de la sociedad civil, porque no contaron con el apoyo de la Gobernación del Cesar para continuar en la Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez.


Los miembros de la Fundación Centro de Memoria Histórica del Cesar esperan que la academia, las organizaciones de la sociedad civil y la institucionalidad los apoyen.
Los miembros de la Fundación Centro de Memoria Histórica del Cesar esperan que la academia, las organizaciones de la sociedad civil y la institucionalidad los apoyen.

Cerca de 300 libros, fotografías, folios, una pantalla táctil, computadores y una colección de canciones que narran el conflicto armado en el departamento del Cesar están guardados hace un mes y medio en cajas, mientras los miembros de la Fundación Centro de Memoria del Conflicto del Cesar buscan una sede donde establecerse, después de su salida del edificio de la Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez.

El Centro de Memoria del Conflicto comenzó su labor desde el año 2009 y desde el 2012 se organizaron físicamente en el tercer piso de la Biblioteca, donde Stefany Jiménez (representante legal), Andrés Guerra Mendoza, Dilia Barrios Hernández, Juliana Fúquene Barreto, Oscar Daza Moya y Orlando Carreño Robles han trabajado con las víctimas del conflicto del Cesar para reconstruir los hechos que dejaron tantos muertos, desplazados y desaparecidos.

Son sociólogos e historiadores que hoy ven como el trabajo de ocho años reposa en sus casas porque no tienen una sede donde exponer la memoria del conflicto del Cesar.

La siguiente es la entrevista concedida por Juliana Fúquene, Dilia Barrios y Andrés Guerra, quienes aseguran que cuando la gente hizo sus aportes, no era para que guardaran debajo de las camas las investigaciones.

Hace varios meses se conoció que el Centro de Memoria del Conflicto del Cesar se podía quedar sin sede. ¿Qué ha pasado, dónde están?

Ya no estamos en la biblioteca, salimos hace un mes. Creo que se conjugaron varios factores. El que nos hizo salir corriendo, porque literalmente salimos corriendo, es el problema de goteras de la biblioteca, porque desde que comenzamos como Centro impermeabilizamos toda la Sala Patrimonial porque la biblioteca no tenía recursos y funcionó, hasta el año pasado que hicieron una impermeabilización y empezó un deterioro de todo el tercer piso, incluida nuestra área que era la más dañada. Con las últimas lluvias se empezó a romper el techo y se hicieron muchas reuniones y nadie sabía que iba a pasar, al punto que se cerraron todas las salas, porque la biblioteca es inservible, uno entra desde el primer piso y hay baldes.

¿Y el otro componente que los hizo salir fue político?

Exactamente. Salimos corriendo porque el Centro se iba a caer porque se pudrió todo. Y ahí se junta lo político, porque al pasar esto, si uno tuviera buenas relaciones con la gente que trabaja ahí sabríamos qué se pensaba hacer, pero nos decían a ustedes no los quieren, la directora de la biblioteca nunca nos dio la cara. A partir del momento de que la directora dice que no quiere que el Centro de Memoria esté ahí, recibimos mucho apoyo y respaldo para que siguiéramos.

¿Dónde están hoy?

Estamos en la nada. En la casa de cada uno de nosotros, en cajas debajo de las camas. Porque nunca a partir de ahí, nunca hubo un llamado de atención de parte de la Gobernación a la directora de la biblioteca diciendo no los pueden sacar de ahí, pero nunca dijeron reunámonos. La directora nunca nos dio la cara, la buscamos muchas veces y nunca nos dio una cita, entonces era estar en un lugar donde no nos querían.

¿Cuál era la razón para no quererlos en la Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez?

Una de las razones que ella siempre expuso era que el Centro siempre permanecía cerrado, pero desde hace dos años tenemos pasantes que van y abren, el Centro de Memoria no recibe recursos de nadie y así llevamos como dos años, pero si hacemos ejercicios con las comunidades víctimas, talleres de línea de tiempo y apoyamos comunidades que quieren hacer memoria. Entonces, si estaba abierto el Centro al público, pero nunca hubo una voluntad política directa de la directora para decirnos cómo trabajamos, y luego le dieron la orden de dejarnos ahí, pero ni los veo.

¿Qué va a pasar con toda la documentación que tienen, los libros, los computadores, la pantalla táctil y todo lo que han logrado en todos estos años?

Nosotros necesitamos preservar eso y ponerlo a trabajar en lo que siempre hemos pensando. Nuestro interés es que la gente conozca lo que nosotros tenemos, eso no es para guardarlo, la idea es que la gente lo visite, no que esté en nuestras casas, y a partir de esta entrevista lanzamos una voz de auxilio porque queremos que nos ayuden, queremos un espacio no por nosotros, por mostrarnos, sino por preservar esto que es bastante, que siga dando el fruto de su misión y lo que queremos es que la gente lo conozca. Estamos buscando alianzas, para tener el espacio físico y otras dinámicas de trabajar.

¿Cómo se financia el Centro de Memoria?

Nos hemos financiado con convocatorias del Ministerio de Cultura, de apoyo a centros de memoria, también el Ministerio de Justicia, el PNUD en su momento, la cooperación internacional, y cada uno desde sus saberes. Queremos decir que no es cierto que nosotros ganamos dinero, estos dos años de pasante han sido difíciles, cada uno de nosotros tenemos nuestros trabajos porque tenemos que sobrevivir y nos ha tocado darle a los pasantes para el transporte.

¿Cuáles son los saldos positivos del Centro de Memoria del Conflicto del Cesar?

El salto más importante hasta el momento es la pertenencia y la Secretaría Técnica de la Red de Lugares de Memoria. En el Cesar logramos trabajar una iniciativa que se llama ‘Cantando quiero decirte’, que tiene la esencia pura de la región porque fue una iniciativa de música vallenata que narraba el conflicto, es una de nuestras banderas y queremos continuar. Recorrimos los municipios del Cesar recopilando canciones de personas víctimas y no víctimas que narraban algunos hechos del conflicto, como el de Guacoche que narra el asesinato de ‘Miro’ Quiroz. Recogimos de Codazzi, de Pueblo Bello, El Copey, entre otros, y además surgieron un rap y una ranchera que no dejamos por fuera porque también es música.

¿Cómo nació ‘Cantando quiero decirte’?

Cuando empezamos a recoger iniciativas de memoria en un momento, cuando ni la Ley de Víctimas estaba hablando de memoria histórica, esto fue en el 2010, porque un día hicimos un encuentro de memoria y vinieron de Barrancabermeja y dijeron: “Este Centro de Memoria del Cesar es muy bonito, pero les falta fotografías”, y cuando se fueron le preguntamos a la gente del Cesar por qué no hemos hecho fotos, y dijeron: “Porque nos da miedo, nosotros no vamos a poner nuestras fotos y apellidos para que nos sigan matando”. Ahí fue cuando nos dimos cuenta que a la gente no le da miedo decirlo cantando.

¿Cuál ha sido la incidencia del Centro de Memoria del Conflicto del Cesar entre la población víctima?

Después de esta estrategia con las víctimas y el folclor, tenemos una lista de iniciativas de memoria y están dos procesos que, gracias a la investigación se volvieron sujetos de reparación colectiva, y son investigaciones donde con las comunidades reconstruimos lo sucedido, como Minas de Hiracal, en Pueblo Bello, y Santa Cecilia, en Astrea. Se reconstruyó lo que sucedió y eso permitió a la comunidad que exigieran a la Unidad de Víctimas sus derechos de ser sujetos de reparación colectiva. Y lo otro que nos parece muy valioso, y que con el cierre no se está dando, es nuestro centro de documentación, es un centro especializado en temas de conflicto armado del Caribe colombiano, tenemos más de 200 libros, hechos por universidades; tenemos un archivo de prensa muy grande, sistematizado todo enfocado al tema del conflicto.

¿Qué debería estar haciendo hoy el Centro de Memoria del Conflicto, que no ha podido por las circunstancias expuestas?

Con la creación de la JEP, la Comisión de la Verdad, la Comisión de Personas Desaparecidas, es vital el papel que van a jugar las regiones frente a ayudar a estos organismos a reconstruir esa verdad en las mismas regiones. El Centro va a ser un insumo fundamental para apoyar los procesos de investigación que se vienen. Son estos centros de investigación que trabajan con población víctimas, hilos conductores en ayudar para además de dejar de decir que todo lo narran desde el interior, pero no, lo narramos desde la región. Entonces, toca crear las condiciones, porque nosotros decimos que vengan a ver lo que tenemos, pero eso está guardado debajo de camas de los miembros de la fundación.

¿Qué mensaje quieren dejar finalmente, a quién le hacen un llamado para que el Centro de Memoria del Conflicto salga de las cajas?

Es importante que en el Cesar se aproveche este espacio de reflexión, de investigación para utilizarlos en los procesos de consecución de la paz; es una contribución que no es un granito de arena, esto tiene mucho trabajo y procesos adelantados para apoyar la construcción de paz. El centro tiene planeado trabajar con los colegios, y al no tener un espacio es complicado, porque la idea no es hacer memoria por hacer memoria, sino para que esto no vuelva a pasar. El llamado es a la institucionalidad, a la academia, a la sociedad civil, para trabajar conjuntamente.

Por Ana María Ferrer
[email protected]