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Columnista - 19 junio, 2015

Crispín Villazón de Armas

Fue un excepcional humanista, pacifista y extraordinario demócrata. Descolló con altura desmedida desde sus años mozos al ser Presidente de la Federación Nacional de Estudiantes. Desde allí ilumino con sus ideas políticas de avanzadas el movimiento estudiantil en contra de la dictadura de Rojas Pinilla. Por cuyas venas circuló febrilmente la vocación al servicio de […]

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Fue un excepcional humanista, pacifista y extraordinario demócrata. Descolló con altura desmedida desde sus años mozos al ser Presidente de la Federación Nacional de Estudiantes. Desde allí ilumino con sus ideas políticas de avanzadas el movimiento estudiantil en contra de la dictadura de Rojas Pinilla.

Por cuyas venas circuló febrilmente la vocación al servicio de su terruño y la pasión por sus ideas. El verbo lo hizo carne; así libró las más duras batallas cuando lideró la creación del departamento del Cesar, siendo Presidente del Comité Procreación de este ente territorial. Sus sueños políticos los materializó cuando irrumpió en las contiendas electorales en compañía de José Antonio Murgas y Clemente Quintero Araujo en contra del poder omnímodo y cerrado y derrotando al invencible de la época, el otrora Gigante Caracolí.
Durante su elección como senador de la República se distinguió como el más brillante defensor de la ley de Reforma agraria y luego logró alcanzar la máxima cima de un político al ser exaltado a la condición de Ministro del Trabajo durante la administración de Pastrana Borrero.

En Valledupar erigió como legado el Seguro Social y la obra la Clínica Ana María, que tantos beneficios le irrigó a sectores desvalidos de nuestra sociedad, como la inauguración del Sena agropecuario.
Ha finiquitado su vida terrenal conquistando todas las barreras y ha dejado un legado de obras con dignidad, pulcritud y decoro que se erige hoy como orgullo para todos los cesarenses y un estandarte paradigmático para las futuras generaciones.
“Una fe sin obras es una fe muerta”. Aquí está Corfimujer como notario de su fe y testimonio vivo de sus obras. Así “ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límites”, porque ha traspasado todas las barreras.

¡Lo recordamos! Su verbo retumba en nuestros corazones que lloran al unísono y al son de nuestra idiosincrasia, como resuenan su inolvidable fina prosa y su exquisita oratoria.
Crispín la coherencia de sus ideas, la seriedad de su personalidad y la pulcritud de su vida nos obliga a meditar cuánta falta nos hará y sobre todo, a las nuevas generaciones porque ha escrito páginas de gloria con la fina pluma imborrable de su existencia, porque ha sido una luz de esperanza en el camino tortuoso del eterno olvido de los gobiernos centralistas. Por ello, rendimos tributo de admiración a su vida y acompañamos para despedir su partida a imagen y conforme a sus añoranzas: nunca es tarde, todavía es posible soñar, para depurar y reconstruir nuestro futuro bajo un nuevo destino. ¡ilumínanos! Como siempre fuiste: una luz imperecedera e invencible.

Por Eduardo Dangond Castro

Columnista
19 junio, 2015

Crispín Villazón de Armas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo Dangond Castro

Fue un excepcional humanista, pacifista y extraordinario demócrata. Descolló con altura desmedida desde sus años mozos al ser Presidente de la Federación Nacional de Estudiantes. Desde allí ilumino con sus ideas políticas de avanzadas el movimiento estudiantil en contra de la dictadura de Rojas Pinilla. Por cuyas venas circuló febrilmente la vocación al servicio de […]


Fue un excepcional humanista, pacifista y extraordinario demócrata. Descolló con altura desmedida desde sus años mozos al ser Presidente de la Federación Nacional de Estudiantes. Desde allí ilumino con sus ideas políticas de avanzadas el movimiento estudiantil en contra de la dictadura de Rojas Pinilla.

Por cuyas venas circuló febrilmente la vocación al servicio de su terruño y la pasión por sus ideas. El verbo lo hizo carne; así libró las más duras batallas cuando lideró la creación del departamento del Cesar, siendo Presidente del Comité Procreación de este ente territorial. Sus sueños políticos los materializó cuando irrumpió en las contiendas electorales en compañía de José Antonio Murgas y Clemente Quintero Araujo en contra del poder omnímodo y cerrado y derrotando al invencible de la época, el otrora Gigante Caracolí.
Durante su elección como senador de la República se distinguió como el más brillante defensor de la ley de Reforma agraria y luego logró alcanzar la máxima cima de un político al ser exaltado a la condición de Ministro del Trabajo durante la administración de Pastrana Borrero.

En Valledupar erigió como legado el Seguro Social y la obra la Clínica Ana María, que tantos beneficios le irrigó a sectores desvalidos de nuestra sociedad, como la inauguración del Sena agropecuario.
Ha finiquitado su vida terrenal conquistando todas las barreras y ha dejado un legado de obras con dignidad, pulcritud y decoro que se erige hoy como orgullo para todos los cesarenses y un estandarte paradigmático para las futuras generaciones.
“Una fe sin obras es una fe muerta”. Aquí está Corfimujer como notario de su fe y testimonio vivo de sus obras. Así “ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límites”, porque ha traspasado todas las barreras.

¡Lo recordamos! Su verbo retumba en nuestros corazones que lloran al unísono y al son de nuestra idiosincrasia, como resuenan su inolvidable fina prosa y su exquisita oratoria.
Crispín la coherencia de sus ideas, la seriedad de su personalidad y la pulcritud de su vida nos obliga a meditar cuánta falta nos hará y sobre todo, a las nuevas generaciones porque ha escrito páginas de gloria con la fina pluma imborrable de su existencia, porque ha sido una luz de esperanza en el camino tortuoso del eterno olvido de los gobiernos centralistas. Por ello, rendimos tributo de admiración a su vida y acompañamos para despedir su partida a imagen y conforme a sus añoranzas: nunca es tarde, todavía es posible soñar, para depurar y reconstruir nuestro futuro bajo un nuevo destino. ¡ilumínanos! Como siempre fuiste: una luz imperecedera e invencible.

Por Eduardo Dangond Castro