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Columnista - 31 marzo, 2016

Construir la paz, retos y esperanzas

El acuerdo final con las guerrillas colombianas debería incluir el reto que por sí mismo se va a lograr la construcción de la paz y van a desaparecer los conflictos sociales en las regiones. Por el contrario, las experiencias ajenas en otros países nos indican que los problemas se pueden incrementar. Construir la paz es […]

El acuerdo final con las guerrillas colombianas debería incluir el reto que por sí mismo se va a lograr la construcción de la paz y van a desaparecer los conflictos sociales en las regiones. Por el contrario, las experiencias ajenas en otros países nos indican que los problemas se pueden incrementar. Construir la paz es que cuando se presenten nuevas diferencias sociales y políticas, el riesgo de repetición de la violencia debe ser casi nulo.

La implementación de un posconflicto puede tardar hasta 15 años, sin garantías de éxito, y debe contar con el apoyo total de la ciudadanía. Los agazapados de la paz tienen que entender que destruir puentes es muy fácil, pero su construcción es compleja, cargada de enormes dificultades y muchos sacrificios.

Ningún acuerdo de paz es perfecto, necesitan ser ampliados y renegociados en el tiempo con una refrendación institucional abierta a los cambios políticos, con la mirada puesta en una democracia incluyente que tenga en cuenta las particularidades y la realidad de las regiones, siempre con las víctimas en el centro de la implementación. A pesar de las diferencias importantes con las Farc en temas de fondo, el Gobierno tiene la voluntad de alcanzar el mejor acuerdo de paz para los colombianos donde se le ponga orden al proceso de dejación de las armas para que las Farc puedan acceder a los beneficios de la justicia transicional, sin mezclar las armas con la política, para garantizarle a la sociedad que se pueden incorporar en forma limpia y leal a la vida civil.
Si bien es cierto que es fundamental el respaldo de la comunidad internacional al proceso de paz en Colombia, este espaldarazo no significa girar un cheque en blanco para la recta final. La proximidad del éxito es un buen estímulo para continuar avanzando, pero sin perder el consabido rigor en los pasos que faltan, sobre todo por parte de las Farc.

Soy un convencido que a los negociadores del acuerdo de paz en La Habana no les quedará grande la grandeza, pero el afán no se puede aprovechar para dejar peligrosas grietas que puedan afectar más adelante los cimientos de este laborioso y esperanzador proceso de paz, que ya está cansando a los colombianos del común.

Se necesita una fecha cierta para la dejación total de las armas porque está muy claro que los negociadores no pueden quedarse indefinidamente en La Habana. Estamos expectantes y confiados que el acuerdo que se logre tiene que ser el mejor acuerdo posible, sin zonas grises, con perdón y sin mezcla de odios. ¿Es que ser optimistas es un acto revolucionario?

“La paz no es la ausencia de conflicto sino la presencia de la justicia”

Columnista
31 marzo, 2016

Construir la paz, retos y esperanzas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

El acuerdo final con las guerrillas colombianas debería incluir el reto que por sí mismo se va a lograr la construcción de la paz y van a desaparecer los conflictos sociales en las regiones. Por el contrario, las experiencias ajenas en otros países nos indican que los problemas se pueden incrementar. Construir la paz es […]


El acuerdo final con las guerrillas colombianas debería incluir el reto que por sí mismo se va a lograr la construcción de la paz y van a desaparecer los conflictos sociales en las regiones. Por el contrario, las experiencias ajenas en otros países nos indican que los problemas se pueden incrementar. Construir la paz es que cuando se presenten nuevas diferencias sociales y políticas, el riesgo de repetición de la violencia debe ser casi nulo.

La implementación de un posconflicto puede tardar hasta 15 años, sin garantías de éxito, y debe contar con el apoyo total de la ciudadanía. Los agazapados de la paz tienen que entender que destruir puentes es muy fácil, pero su construcción es compleja, cargada de enormes dificultades y muchos sacrificios.

Ningún acuerdo de paz es perfecto, necesitan ser ampliados y renegociados en el tiempo con una refrendación institucional abierta a los cambios políticos, con la mirada puesta en una democracia incluyente que tenga en cuenta las particularidades y la realidad de las regiones, siempre con las víctimas en el centro de la implementación. A pesar de las diferencias importantes con las Farc en temas de fondo, el Gobierno tiene la voluntad de alcanzar el mejor acuerdo de paz para los colombianos donde se le ponga orden al proceso de dejación de las armas para que las Farc puedan acceder a los beneficios de la justicia transicional, sin mezclar las armas con la política, para garantizarle a la sociedad que se pueden incorporar en forma limpia y leal a la vida civil.
Si bien es cierto que es fundamental el respaldo de la comunidad internacional al proceso de paz en Colombia, este espaldarazo no significa girar un cheque en blanco para la recta final. La proximidad del éxito es un buen estímulo para continuar avanzando, pero sin perder el consabido rigor en los pasos que faltan, sobre todo por parte de las Farc.

Soy un convencido que a los negociadores del acuerdo de paz en La Habana no les quedará grande la grandeza, pero el afán no se puede aprovechar para dejar peligrosas grietas que puedan afectar más adelante los cimientos de este laborioso y esperanzador proceso de paz, que ya está cansando a los colombianos del común.

Se necesita una fecha cierta para la dejación total de las armas porque está muy claro que los negociadores no pueden quedarse indefinidamente en La Habana. Estamos expectantes y confiados que el acuerdo que se logre tiene que ser el mejor acuerdo posible, sin zonas grises, con perdón y sin mezcla de odios. ¿Es que ser optimistas es un acto revolucionario?

“La paz no es la ausencia de conflicto sino la presencia de la justicia”