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Columnista - 29 junio, 2016

Confesiones de un ex atracador en Valledupar (II)

Llegué puntual a la cita, en un lugar público de Valledupar. Allí encontré a quien en adelante llamaré Fabián; estaba con una guapa joven de contextura delgada, 17 años. Me dijo: “Profe, es mi novia, no vaya a escribir datos míos, por favor”. Yo no le pregunté su nombre, su apodo ni el barrio donde […]

Llegué puntual a la cita, en un lugar público de Valledupar. Allí encontré a quien en adelante llamaré Fabián; estaba con una guapa joven de contextura delgada, 17 años. Me dijo: “Profe, es mi novia, no vaya a escribir datos míos, por favor”. Yo no le pregunté su nombre, su apodo ni el barrio donde vivía, no me interesan.

Fabián cumplirá dentro de poco 19 años, vestía un jean moderno y una camisa “barata”, es el mayor de los hermanos. Su padre murió y su mamá trabaja.

Sorprende Fabián cuando afirma: “lo más fácil en Valledupar es comprar un weed (tabaco de marihuana). Hay “ollas” (expendedores de drogas) por todas partes. Yo llamo ahora a un jíbaro y trae el pedido”, sostuvo.
Asombra su voz pausada pero meticulosa: “en mi barrio hay varias bandas. Yo pertenecí a una de ellas, no había cumplido 14 años cuando atraqué por primera vez. Fue de noche en el barrio Obrero, fuimos cuatro en dos motos, con un revolver de un hermano”.

La novia lo mira y Fabián sonríe: “eso es pretérito, profe, yo me salí de eso, porque mi mamá se enteró y casi se muere. Me salí a tiempo, ahora estoy sano”.

Reconoce que hay influencias de amigos para ingresar a una banda. “De esas reuniones que uno hace con sus amigos de noche en las esquinas no sale nada bueno. Ahí llega de todo y uno termina integrando una banda”.
Justifica: “yo antes era un muchacho bien, normal, pero lo influencian a uno. Empieza llevando mensajes, a lo bien. Diciendo para que lleguen y atraquen”.

Dependiendo de su eficiencia le van soltando “responsabilidades”, primero robando ciclas, después de carteristas en lugares concurridos como el Festival Vallenato. “Nosotros comenzamos sin jefes, pero a los días ya estábamos organizados: unos robábamos cosas pequeñas y otros salían en motos y bicicletas. Al día siguiente nos reuníamos y repartíamos, pero siempre discutíamos”, sostiene Fabián.

Afirma que en su barrio hay una mujer que es la jefa de una banda: “es un macho versión mujer, está en capacidad de bajarse de una moto en marcha y atracar a quien sea”.

Asegura que las bandas en Valledupar la integran muchachos (as) muy jóvenes, son pocos los mayores. “En mi barrio todo mundo sabe quién es el malandro, pero se actúa normal. Nuestros padres saben en lo que estamos, pero nadie le dice nada a nadie. Hay varias muchachas de 16 y 18 años en las bandas, unas estudian y trabajan en almacenes del centro, pero eso es pura fachada, porque de noche salen a atracar, al vicio y a la prostitución”, confesó.

Fabián sostiene que varios de sus amigos no han podido salir de las bandas por temor. “Uno comienza fregando, como un juego y después todo se te viene encima, uno se enreda en ese cuento y es peligroso salirse”; pero, advierte que en el barrio hay respeto entre ellos, sus familias y sus amigos que son “bien”.

Reconoce que el peor enemigo que tienen es la Policía, “hay muchos policías y eso molesta, pero ellos bajan la guardia muy rápido y uno sabe que salen a patrullar y no patrullan, se van para sus casas y uno aprovecha esa papaya”.

Los “pisteros” se encargan de ubicar a las víctimas, son pelaos desarmados. Ven a alguien con un “pito” o “moña” (celular) y enseguida llaman y llega la moto. Hasta la próxima semana, parte final: ¿por qué atentan contra la gente?

Columnista
29 junio, 2016

Confesiones de un ex atracador en Valledupar (II)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Llegué puntual a la cita, en un lugar público de Valledupar. Allí encontré a quien en adelante llamaré Fabián; estaba con una guapa joven de contextura delgada, 17 años. Me dijo: “Profe, es mi novia, no vaya a escribir datos míos, por favor”. Yo no le pregunté su nombre, su apodo ni el barrio donde […]


Llegué puntual a la cita, en un lugar público de Valledupar. Allí encontré a quien en adelante llamaré Fabián; estaba con una guapa joven de contextura delgada, 17 años. Me dijo: “Profe, es mi novia, no vaya a escribir datos míos, por favor”. Yo no le pregunté su nombre, su apodo ni el barrio donde vivía, no me interesan.

Fabián cumplirá dentro de poco 19 años, vestía un jean moderno y una camisa “barata”, es el mayor de los hermanos. Su padre murió y su mamá trabaja.

Sorprende Fabián cuando afirma: “lo más fácil en Valledupar es comprar un weed (tabaco de marihuana). Hay “ollas” (expendedores de drogas) por todas partes. Yo llamo ahora a un jíbaro y trae el pedido”, sostuvo.
Asombra su voz pausada pero meticulosa: “en mi barrio hay varias bandas. Yo pertenecí a una de ellas, no había cumplido 14 años cuando atraqué por primera vez. Fue de noche en el barrio Obrero, fuimos cuatro en dos motos, con un revolver de un hermano”.

La novia lo mira y Fabián sonríe: “eso es pretérito, profe, yo me salí de eso, porque mi mamá se enteró y casi se muere. Me salí a tiempo, ahora estoy sano”.

Reconoce que hay influencias de amigos para ingresar a una banda. “De esas reuniones que uno hace con sus amigos de noche en las esquinas no sale nada bueno. Ahí llega de todo y uno termina integrando una banda”.
Justifica: “yo antes era un muchacho bien, normal, pero lo influencian a uno. Empieza llevando mensajes, a lo bien. Diciendo para que lleguen y atraquen”.

Dependiendo de su eficiencia le van soltando “responsabilidades”, primero robando ciclas, después de carteristas en lugares concurridos como el Festival Vallenato. “Nosotros comenzamos sin jefes, pero a los días ya estábamos organizados: unos robábamos cosas pequeñas y otros salían en motos y bicicletas. Al día siguiente nos reuníamos y repartíamos, pero siempre discutíamos”, sostiene Fabián.

Afirma que en su barrio hay una mujer que es la jefa de una banda: “es un macho versión mujer, está en capacidad de bajarse de una moto en marcha y atracar a quien sea”.

Asegura que las bandas en Valledupar la integran muchachos (as) muy jóvenes, son pocos los mayores. “En mi barrio todo mundo sabe quién es el malandro, pero se actúa normal. Nuestros padres saben en lo que estamos, pero nadie le dice nada a nadie. Hay varias muchachas de 16 y 18 años en las bandas, unas estudian y trabajan en almacenes del centro, pero eso es pura fachada, porque de noche salen a atracar, al vicio y a la prostitución”, confesó.

Fabián sostiene que varios de sus amigos no han podido salir de las bandas por temor. “Uno comienza fregando, como un juego y después todo se te viene encima, uno se enreda en ese cuento y es peligroso salirse”; pero, advierte que en el barrio hay respeto entre ellos, sus familias y sus amigos que son “bien”.

Reconoce que el peor enemigo que tienen es la Policía, “hay muchos policías y eso molesta, pero ellos bajan la guardia muy rápido y uno sabe que salen a patrullar y no patrullan, se van para sus casas y uno aprovecha esa papaya”.

Los “pisteros” se encargan de ubicar a las víctimas, son pelaos desarmados. Ven a alguien con un “pito” o “moña” (celular) y enseguida llaman y llega la moto. Hasta la próxima semana, parte final: ¿por qué atentan contra la gente?