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Columnista - 20 febrero, 2018

¡Colombiano, desmovilízate!

Durante muchos años, en todos los medios de comunicación colombianos se publicitaba la cuña: “Guerrillero desmovilízate, tu familia te necesita”. Hoy, cuando se desmovilizaron, ya no nos sirve… ¡así no era! Debo confesar que yo voté por el SÍ en el plebiscito del 2 de octubre. En medio del proceso de paz empecé a documentarme […]

Durante muchos años, en todos los medios de comunicación colombianos se publicitaba la cuña: “Guerrillero desmovilízate, tu familia te necesita”. Hoy, cuando se desmovilizaron, ya no nos sirve… ¡así no era!

Debo confesar que yo voté por el SÍ en el plebiscito del 2 de octubre. En medio del proceso de paz empecé a documentarme para poder entenderlo y asumir una posición. Inicié leyendo la autobiografía de Nelson Mandela, que desde su experiencia -que todos conocemos, así sea de a oídas- me demostró la necesidad de reconciliación de la sociedad para la superación de un conflicto. Luego llegó a mis manos un estudio socio jurídico, sobre las posibilidades de una derrota militar de las Farc, el que concluye que tales posibilidades eran mínimas, fundado básicamente en que narcotráfico y guerrilla se nutrían económicamente de forma mutua; aunado a la geografía colombiana, que era inmensa y densa propicia para una guerra de guerrillas, lo que hacía poco probable una victoria definitiva de las fuerzas armadas colombianas.

A pesar de las dificultades implícitas de la negociación, me generó mucha confianza que la verificación del proceso la hiciera la ONU, lo que lo dota de credibilidad, en tanto es la organización internacional por antonomasia.

Una vez firmado el acuerdo y puesto a disposición del público lo leí, lo que no hizo el 99.9 % de los colombianos. No estuve profesionalmente de acuerdo en algunas cosas y en otras sí, y superé los sin sabores que me dejó, con lo altruista de la finalidad, entendiendo que nadie deja las armas para irse a la cárcel. No obstante, se acude a la justicia transicional, para evitar la impunidad.

Constaté mi posición afirmativa indagando en mi círculo familiar y parientes cercanos víctimas del conflicto, esto es, de fleteo, extorsión, hurto, amenazas de muerte, secuestro; quienes me dijeron que votarían sí, porque más allá de su dolor, la paz era un beneficio para todos y una victoria de todos los colombianos.

Tengo que decir con crudeza, que las Farc son un cáncer, que acaban todo lo que tocan. A Pastrana al igual que a Santos le consumieron su capital político y a Uribe, su contradictor natural, lo llevaron y mantienen en la cima de popularidad; Pastrana por su parte recupera su imagen combatiéndolos. Los colombianos casi en la gran mayoría somos antisubversivos, por el dolor y lastre de injusticias y tantas aberraciones que cometieron y que al recordarlas nos causan escozor.

Argumentos en contra de las Farc hay por montones, dirían los viejos “no tienen perdón de Dios”. Sin embargo, con la reintegración de estos individuos a la legalidad, se dio un paso a la transformación de la sociedad, toda vez que estábamos sumergidos en una guerra inconducente, con pocas probabilidades de acabar, que por demás nos desangraba sin razón de ser. Somos nosotros quienes merecemos la terminación del conflicto.

A mis 33 años no conozco una Colombia sin conflicto armado, por lo que pienso que hay que superar esa página y centrarnos en el desarrollo social que la guerra nos ha robado. Que hay que hacer patria con mecanismos democráticos. Todas las posturas conceptuales son válidas y respetables, no obstante, deben ser discutidas bajo la razón. Una Sentencia de la Corte Constitucional con Carlos Gaviria Díaz como ponente, expresa una frase que valida lo expuesto, que somos un país pluralista donde la base de ello es que “todas las formas de vida puedan coexistir pacíficamente”

Jamás votaré por ellos, pero asumo combatirlos con elegancia, a través de las ideas y los argumentos.

Columnista
20 febrero, 2018

¡Colombiano, desmovilízate!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Francisco Iván Fuentes Calderón

Durante muchos años, en todos los medios de comunicación colombianos se publicitaba la cuña: “Guerrillero desmovilízate, tu familia te necesita”. Hoy, cuando se desmovilizaron, ya no nos sirve… ¡así no era! Debo confesar que yo voté por el SÍ en el plebiscito del 2 de octubre. En medio del proceso de paz empecé a documentarme […]


Durante muchos años, en todos los medios de comunicación colombianos se publicitaba la cuña: “Guerrillero desmovilízate, tu familia te necesita”. Hoy, cuando se desmovilizaron, ya no nos sirve… ¡así no era!

Debo confesar que yo voté por el SÍ en el plebiscito del 2 de octubre. En medio del proceso de paz empecé a documentarme para poder entenderlo y asumir una posición. Inicié leyendo la autobiografía de Nelson Mandela, que desde su experiencia -que todos conocemos, así sea de a oídas- me demostró la necesidad de reconciliación de la sociedad para la superación de un conflicto. Luego llegó a mis manos un estudio socio jurídico, sobre las posibilidades de una derrota militar de las Farc, el que concluye que tales posibilidades eran mínimas, fundado básicamente en que narcotráfico y guerrilla se nutrían económicamente de forma mutua; aunado a la geografía colombiana, que era inmensa y densa propicia para una guerra de guerrillas, lo que hacía poco probable una victoria definitiva de las fuerzas armadas colombianas.

A pesar de las dificultades implícitas de la negociación, me generó mucha confianza que la verificación del proceso la hiciera la ONU, lo que lo dota de credibilidad, en tanto es la organización internacional por antonomasia.

Una vez firmado el acuerdo y puesto a disposición del público lo leí, lo que no hizo el 99.9 % de los colombianos. No estuve profesionalmente de acuerdo en algunas cosas y en otras sí, y superé los sin sabores que me dejó, con lo altruista de la finalidad, entendiendo que nadie deja las armas para irse a la cárcel. No obstante, se acude a la justicia transicional, para evitar la impunidad.

Constaté mi posición afirmativa indagando en mi círculo familiar y parientes cercanos víctimas del conflicto, esto es, de fleteo, extorsión, hurto, amenazas de muerte, secuestro; quienes me dijeron que votarían sí, porque más allá de su dolor, la paz era un beneficio para todos y una victoria de todos los colombianos.

Tengo que decir con crudeza, que las Farc son un cáncer, que acaban todo lo que tocan. A Pastrana al igual que a Santos le consumieron su capital político y a Uribe, su contradictor natural, lo llevaron y mantienen en la cima de popularidad; Pastrana por su parte recupera su imagen combatiéndolos. Los colombianos casi en la gran mayoría somos antisubversivos, por el dolor y lastre de injusticias y tantas aberraciones que cometieron y que al recordarlas nos causan escozor.

Argumentos en contra de las Farc hay por montones, dirían los viejos “no tienen perdón de Dios”. Sin embargo, con la reintegración de estos individuos a la legalidad, se dio un paso a la transformación de la sociedad, toda vez que estábamos sumergidos en una guerra inconducente, con pocas probabilidades de acabar, que por demás nos desangraba sin razón de ser. Somos nosotros quienes merecemos la terminación del conflicto.

A mis 33 años no conozco una Colombia sin conflicto armado, por lo que pienso que hay que superar esa página y centrarnos en el desarrollo social que la guerra nos ha robado. Que hay que hacer patria con mecanismos democráticos. Todas las posturas conceptuales son válidas y respetables, no obstante, deben ser discutidas bajo la razón. Una Sentencia de la Corte Constitucional con Carlos Gaviria Díaz como ponente, expresa una frase que valida lo expuesto, que somos un país pluralista donde la base de ello es que “todas las formas de vida puedan coexistir pacíficamente”

Jamás votaré por ellos, pero asumo combatirlos con elegancia, a través de las ideas y los argumentos.