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Columnista - 13 febrero, 2018

Colombia: Estado farsante y país de cafres

Al margen del nivel de abstracción del concepto Nación, Estado y Gobierno, lo sabido es que en la estructura del Estado se identifican como ramas del poder público, la legislativa, la ejecutiva y la judicial. El Gobierno Nacional está formado por el Presidente de la República, los ministros del despacho y los directores de departamentos […]

Al margen del nivel de abstracción del concepto Nación, Estado y Gobierno, lo sabido es que en la estructura del Estado se identifican como ramas del poder público, la legislativa, la ejecutiva y la judicial. El Gobierno Nacional está formado por el Presidente de la República, los ministros del despacho y los directores de departamentos administrativos.

La gente de nuestra generación se formó en una nación en estado de guerra, irregular, pero guerra, con plomo ‘ventiao’ sostenido por cincuenta años. Y los guerrilleros, aun en su proceso de degradación (narcos rebeldes) como los grupos de autodefensas (narcos paramilitares) y la delincuencia organizada (bacrim) tienen muchísima razón para no negociar seriamente un proceso de paz, es decir, buscarle solución consensuada para dejarnos de matar, unos y otros de una vez por todas. Los hombres de las ramas del poder publica son armónicamente hipócritas y falaces. Nunca honran lo pactado. Mírese con la Farc, el gobierno pactó, el Congreso convalidó y la Corte Constitucional declara constitucional lo convenido. Y un poquito más de la mitad de los colombianos quieren darle trizas.

Jamás pues se permitirá la consolidación de un proceso de paz, estable y duradero, porque en círculo vicioso eviterno de las mezquindades, egos y vanidades de los hombres de la cúspide del poder, no solo no lo consentirán, sino que se devoran como hienas al interior de todos ellos. Y las gentes somos el reflejo exacto de esa maldita condición humana. Homo homunus lupus (el hombre es un lobo del hombre). Uribe, pactó con los paramilitares y termino falseándolos y los extraditó con develado fingimiento. Santos, igualmente, cohonestará que no se cumpla con lo convenido con Farc. Pacta sunt servanda (lo pactado obliga) empero todos siempre incumplen la metáfora que subyace en ese principio latino-medieval: “Así como a los bueyes se les ata por los cuernos, a los hombres se les ata por las palabras”. Fanfarronería.

Es que el escenario que se deja dibujado, igualmente permite máximas penetrantes pero hueras: “si quieres la paz, prepárate para la guerra” (si vis pacem, para bellum), versus “si quieres la paz, prepárate para la paz” (si vis pacem, para pacem). No obstante, sobre lo uno y lo otro, que da para todo, siempre deambula nuestra desnuda realidad que no nos permite resignarnos a vivir en paz, duramente retratada así: Echandia llamaba cafres nada más ni nada menos que a una recua de gentes sin escrúpulos, cínicos que, en lenguaje procaz, Felipe Zuleta Lleras llama turba de malparidos, indeseables, malnacidos, despreciables.

Nótese que se trascriben en todos los tiempos alusiones con lenguaje virulento. Llenos de odios, de los violentos de ahora y de siempre. Ojo con eso. Nos hemos convertido en una horda de intolerantes, ausentes de argumentos racionales. Parainstitucionales.

La Farc es un partido político en primera correría electoral y proselitismo. Obvio que Colombia indignada no los quiere, sin embargo, absolutamente torpe que los cafres ahora con trincheras de odio a través de las redes sociales, propicien que la Nación, el Estado y el Gobierno, incumplan lo renegociado en el Teatro Colón, porque no están conformes con sus contenidos.

A la Farc, al Centro Democrático, al Partido Liberal, Conservador, Cambio Radical, se les puede abuchear, gritar, oponer, echar vivas y vítores, pero la mínima violencia, la agresión física, procurara jugar con fuego en ambientes tan hostiles en los que se viven. Pero véase que los contrastes son visiblemente irónicos, pero virales: Timochenco miedosamente huidizo de los huevos y botellas; Uribe se subía a su carro blindado, crispado asomaba su cabeza como gallito de pelea. ¿Qué tal que le hubiesen lanzado huevos, palos o verduras? Sus adláteres reclamarían furiosos garantías para su autartico jefe. ¡Lo que es contra Uribe es conmigo!, frase emocional y polarizada. Petro y Uribe dos exactos maniqueos. El elector a la hora de votar habrá de escoger pues en este enrarecido panorama. ¡Cosechamos nuestro destino, sin reconciliación social y continuamos con expresiones violentas!

Columnista
13 febrero, 2018

Colombia: Estado farsante y país de cafres

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hugo Mendoza

Al margen del nivel de abstracción del concepto Nación, Estado y Gobierno, lo sabido es que en la estructura del Estado se identifican como ramas del poder público, la legislativa, la ejecutiva y la judicial. El Gobierno Nacional está formado por el Presidente de la República, los ministros del despacho y los directores de departamentos […]


Al margen del nivel de abstracción del concepto Nación, Estado y Gobierno, lo sabido es que en la estructura del Estado se identifican como ramas del poder público, la legislativa, la ejecutiva y la judicial. El Gobierno Nacional está formado por el Presidente de la República, los ministros del despacho y los directores de departamentos administrativos.

La gente de nuestra generación se formó en una nación en estado de guerra, irregular, pero guerra, con plomo ‘ventiao’ sostenido por cincuenta años. Y los guerrilleros, aun en su proceso de degradación (narcos rebeldes) como los grupos de autodefensas (narcos paramilitares) y la delincuencia organizada (bacrim) tienen muchísima razón para no negociar seriamente un proceso de paz, es decir, buscarle solución consensuada para dejarnos de matar, unos y otros de una vez por todas. Los hombres de las ramas del poder publica son armónicamente hipócritas y falaces. Nunca honran lo pactado. Mírese con la Farc, el gobierno pactó, el Congreso convalidó y la Corte Constitucional declara constitucional lo convenido. Y un poquito más de la mitad de los colombianos quieren darle trizas.

Jamás pues se permitirá la consolidación de un proceso de paz, estable y duradero, porque en círculo vicioso eviterno de las mezquindades, egos y vanidades de los hombres de la cúspide del poder, no solo no lo consentirán, sino que se devoran como hienas al interior de todos ellos. Y las gentes somos el reflejo exacto de esa maldita condición humana. Homo homunus lupus (el hombre es un lobo del hombre). Uribe, pactó con los paramilitares y termino falseándolos y los extraditó con develado fingimiento. Santos, igualmente, cohonestará que no se cumpla con lo convenido con Farc. Pacta sunt servanda (lo pactado obliga) empero todos siempre incumplen la metáfora que subyace en ese principio latino-medieval: “Así como a los bueyes se les ata por los cuernos, a los hombres se les ata por las palabras”. Fanfarronería.

Es que el escenario que se deja dibujado, igualmente permite máximas penetrantes pero hueras: “si quieres la paz, prepárate para la guerra” (si vis pacem, para bellum), versus “si quieres la paz, prepárate para la paz” (si vis pacem, para pacem). No obstante, sobre lo uno y lo otro, que da para todo, siempre deambula nuestra desnuda realidad que no nos permite resignarnos a vivir en paz, duramente retratada así: Echandia llamaba cafres nada más ni nada menos que a una recua de gentes sin escrúpulos, cínicos que, en lenguaje procaz, Felipe Zuleta Lleras llama turba de malparidos, indeseables, malnacidos, despreciables.

Nótese que se trascriben en todos los tiempos alusiones con lenguaje virulento. Llenos de odios, de los violentos de ahora y de siempre. Ojo con eso. Nos hemos convertido en una horda de intolerantes, ausentes de argumentos racionales. Parainstitucionales.

La Farc es un partido político en primera correría electoral y proselitismo. Obvio que Colombia indignada no los quiere, sin embargo, absolutamente torpe que los cafres ahora con trincheras de odio a través de las redes sociales, propicien que la Nación, el Estado y el Gobierno, incumplan lo renegociado en el Teatro Colón, porque no están conformes con sus contenidos.

A la Farc, al Centro Democrático, al Partido Liberal, Conservador, Cambio Radical, se les puede abuchear, gritar, oponer, echar vivas y vítores, pero la mínima violencia, la agresión física, procurara jugar con fuego en ambientes tan hostiles en los que se viven. Pero véase que los contrastes son visiblemente irónicos, pero virales: Timochenco miedosamente huidizo de los huevos y botellas; Uribe se subía a su carro blindado, crispado asomaba su cabeza como gallito de pelea. ¿Qué tal que le hubiesen lanzado huevos, palos o verduras? Sus adláteres reclamarían furiosos garantías para su autartico jefe. ¡Lo que es contra Uribe es conmigo!, frase emocional y polarizada. Petro y Uribe dos exactos maniqueos. El elector a la hora de votar habrá de escoger pues en este enrarecido panorama. ¡Cosechamos nuestro destino, sin reconciliación social y continuamos con expresiones violentas!