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Columnista - 13 abril, 2017

Cocotazos celestiales

Dios nos habla de muchísimas maneras y a veces muy extrañas, cada vez que he necesitado de Él, está ahí (siempre necesitamos de Él, pero nuestra arrogancia solo nos permite clamar y buscarlo cuando estamos en situaciones extremas). Dios es tan perfecto, que hasta las cosas que a nosotros nos parecen injustas, tienen su razón […]

Dios nos habla de muchísimas maneras y a veces muy extrañas, cada vez que he necesitado de Él, está ahí (siempre necesitamos de Él, pero nuestra arrogancia solo nos permite clamar y buscarlo cuando estamos en situaciones extremas).

Dios es tan perfecto, que hasta las cosas que a nosotros nos parecen injustas, tienen su razón de ser, hasta lo malo que nos ocurre tiene su justa causa. Hace unos días sufrí una calamidad en mí salud, que aún se encuentra en estudio por parte de los médicos, el domingo hicieron ocho días, que como de costumbre me encontraba en mi casa, leyendo y haciendo pereza, y de repente sufrí unas convulsiones, gracias a Dios mi madre se dio cuenta a tiempo y en ese momento mi hermano Raúl Alberto ‘Pongo’ se encontraba en casa con nuestro amigo Raúl Eduardo ‘Chichito’ Martínez y actuaron a tiempo, pidieron una ambulancia que llegó rápidamente y me llevaron a la Clínica Médicos Alta Complejidad del Caribe, allí me prestaron los primeros auxilios siguiendo eficazmente los protocolos y procedimientos que para estos casos se estilan, fui muy bien atendido por todo el personal, según me cuentan mis familiares, especialmente por la doctora Gloria Maya y el médico Rubén Sierra, quien no se me despegó ni un instante.

Pero dada mi familiaridad con accionistas y médicos de la Clínica del Cesar decidieron trasladarme hacia allá. Allí fui atendido con todo el rigor del caso, por los galenos de turno, agradezco especialmente a mi prima Zoraida Campo, su esposo Jaime Barros y a mis grandes amigos Odalis González, Chelly Murgas, a Rubén Sierra, Lubin Barranco, Luis Palomino y todo el personal paramédico, de enfermería y auxiliares que allí se encontraban de turno durante los días que estuve interno, la verdad no pude estar mejor atendido y los estudios médicos, exámenes y diagnósticos van por buen camino. No creo en las casualidades, el hecho de que mi mamá no se encontrase sola en la casa el día del incidente, demuestra el inmenso amor de Dios hacia este hijo, que, por cierto, no ha sido el más paradigmático ni el mejor de todos, pero su hijo en fin de cuentas. Las oraciones de la gente de mi parroquia La Natividad de María, en cabeza del padre Norberto Mogollón, de mis hermanos del Camino Neocatecumenal, en especial de la Quinta Comunidad y de mis hermanos de Emaus, sin duda sus ruegos han intercedido ante Dios y la Virgen por mi pronta recuperación, pues luego de un accidente cerebro-vascular, convulsiones y un episodio de infarto, resulta increíble que esté aquí como si nada echando el cuento, sobre todo sin aparentes secuelas físicas ni psíquicas.

Mi gratitud y cariño a todos quienes estuvieron pendientes a mi familia, y agradezco a mi hermano José Raúl López, quien fue el primero en decirme lo que me estaba ocurriendo, lo cual ya bien sabía; Dios me venía hablando hace rato a susurros y como me hacia el desentendido o me las tiraba de loco le tocó hablarme en un tono más fuerte y de los murmullos tuvo que pasar a un par de “ladrillazos”, así suene burdo y exagerado eso fue lo que en realidad ocurrió, y para ilustrarles un poco más y mostrarles de que esta seguidilla de cosas no son mera casualidad, inmediatamente recibí una llamada desde Chile, de mi hermano Tony De Ávila, casado con Liliana Ropero, vecina de toda la vida de José Raúl, y con quien me une una grandísima amistad, quien además de agradecerme por estar muy pendiente de su señor padre Roque de Ávila, mi hermano de Emaus, se refirió a la afirmación de José Raúl, como los cocotazos celestiales. Bendiciones queridas amigos.

Por Julio Mario Celedón

@juliomceledon

Columnista
13 abril, 2017

Cocotazos celestiales

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Dios nos habla de muchísimas maneras y a veces muy extrañas, cada vez que he necesitado de Él, está ahí (siempre necesitamos de Él, pero nuestra arrogancia solo nos permite clamar y buscarlo cuando estamos en situaciones extremas). Dios es tan perfecto, que hasta las cosas que a nosotros nos parecen injustas, tienen su razón […]


Dios nos habla de muchísimas maneras y a veces muy extrañas, cada vez que he necesitado de Él, está ahí (siempre necesitamos de Él, pero nuestra arrogancia solo nos permite clamar y buscarlo cuando estamos en situaciones extremas).

Dios es tan perfecto, que hasta las cosas que a nosotros nos parecen injustas, tienen su razón de ser, hasta lo malo que nos ocurre tiene su justa causa. Hace unos días sufrí una calamidad en mí salud, que aún se encuentra en estudio por parte de los médicos, el domingo hicieron ocho días, que como de costumbre me encontraba en mi casa, leyendo y haciendo pereza, y de repente sufrí unas convulsiones, gracias a Dios mi madre se dio cuenta a tiempo y en ese momento mi hermano Raúl Alberto ‘Pongo’ se encontraba en casa con nuestro amigo Raúl Eduardo ‘Chichito’ Martínez y actuaron a tiempo, pidieron una ambulancia que llegó rápidamente y me llevaron a la Clínica Médicos Alta Complejidad del Caribe, allí me prestaron los primeros auxilios siguiendo eficazmente los protocolos y procedimientos que para estos casos se estilan, fui muy bien atendido por todo el personal, según me cuentan mis familiares, especialmente por la doctora Gloria Maya y el médico Rubén Sierra, quien no se me despegó ni un instante.

Pero dada mi familiaridad con accionistas y médicos de la Clínica del Cesar decidieron trasladarme hacia allá. Allí fui atendido con todo el rigor del caso, por los galenos de turno, agradezco especialmente a mi prima Zoraida Campo, su esposo Jaime Barros y a mis grandes amigos Odalis González, Chelly Murgas, a Rubén Sierra, Lubin Barranco, Luis Palomino y todo el personal paramédico, de enfermería y auxiliares que allí se encontraban de turno durante los días que estuve interno, la verdad no pude estar mejor atendido y los estudios médicos, exámenes y diagnósticos van por buen camino. No creo en las casualidades, el hecho de que mi mamá no se encontrase sola en la casa el día del incidente, demuestra el inmenso amor de Dios hacia este hijo, que, por cierto, no ha sido el más paradigmático ni el mejor de todos, pero su hijo en fin de cuentas. Las oraciones de la gente de mi parroquia La Natividad de María, en cabeza del padre Norberto Mogollón, de mis hermanos del Camino Neocatecumenal, en especial de la Quinta Comunidad y de mis hermanos de Emaus, sin duda sus ruegos han intercedido ante Dios y la Virgen por mi pronta recuperación, pues luego de un accidente cerebro-vascular, convulsiones y un episodio de infarto, resulta increíble que esté aquí como si nada echando el cuento, sobre todo sin aparentes secuelas físicas ni psíquicas.

Mi gratitud y cariño a todos quienes estuvieron pendientes a mi familia, y agradezco a mi hermano José Raúl López, quien fue el primero en decirme lo que me estaba ocurriendo, lo cual ya bien sabía; Dios me venía hablando hace rato a susurros y como me hacia el desentendido o me las tiraba de loco le tocó hablarme en un tono más fuerte y de los murmullos tuvo que pasar a un par de “ladrillazos”, así suene burdo y exagerado eso fue lo que en realidad ocurrió, y para ilustrarles un poco más y mostrarles de que esta seguidilla de cosas no son mera casualidad, inmediatamente recibí una llamada desde Chile, de mi hermano Tony De Ávila, casado con Liliana Ropero, vecina de toda la vida de José Raúl, y con quien me une una grandísima amistad, quien además de agradecerme por estar muy pendiente de su señor padre Roque de Ávila, mi hermano de Emaus, se refirió a la afirmación de José Raúl, como los cocotazos celestiales. Bendiciones queridas amigos.

Por Julio Mario Celedón

@juliomceledon