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Editorial - 21 diciembre, 2017

Cesar, 50 años: ¿Se cumplió el sueño fundacional?

La creación de la institución de gobierno territorial, el Cesar, fue un gesto de  autoestima de nuestra dirigencia, confiada en una fuerte cosecha agricultural. La generosa producción agropecuaria, el aprovechamiento de la bonanza venezolana; el despertar de tierras vírgenes a la agricultura comercial y la llegada de gente emprendedora de todo el país a un […]

La creación de la institución de gobierno territorial, el Cesar, fue un gesto de  autoestima de nuestra dirigencia, confiada en una fuerte cosecha agricultural.

La generosa producción agropecuaria, el aprovechamiento de la bonanza venezolana; el despertar de tierras vírgenes a la agricultura comercial y la llegada de gente emprendedora de todo el país a un sitio de trabajo y paz, les dio confianza a los gestores.

Una idiosincrasia especial, aislada si se quiere ver su localización en el mapa, una interpretación natural de las cosas, y una expresión de poesía popular cantada, toda una potencial revolución cultural próxima a estallar; al tiempo que unos jóvenes se venían formando en cargos públicos y se asomaban a la universidad, le dieron aire a la construcción colectiva de un proyecto político propio e independiente del departamento del Magdalena.

Se tuvo el propósito de la buena administración. Desde sus inicios el área de la planeación se constituyó en herramienta de análisis y marco para el progreso. No es casual que el gobernador López trajera a un economista como Jorge Child a esa cartera. En su momento se esbozó como el departamento piloto de Colombia.

50años después, el departamento, entendido como la Gobernación -y visto de una forma más amplia como sus municipios- es, como entidad territorial y ente sociológico y material, un departamento medio hacia bajo, tanto por los niveles de su administración y liderazgo nacional, como por los indicadores de progreso económico y de pobreza de su población. Con todo y que el departamento a partir de 1995 contó con importantes regalías de un mineral como el carbón térmico que no estaba en las cuentas iniciales.

Ese ímpetu de sus primeros años fue cediendo al mundo de la tradicional política, del clientelismo clásico convertido en los últimos 20 años en el asalto de la corrupción y de la contratación pública, financiadora de las empresas electorales, que aprisionaron a la bella criatura que soñaron sus gestores-que sacrificaban su patrimonio personal por servir a la política sana- alimentando a torvos herederos de las tradicionales familias mezclados con comerciantes del voto y el dinero desbordado en las gestas supuestamente democráticas. Ese coctel se hizo peor aún en medio de la violencia que nos azotó, incentivada por el uso de la economía ilegal, produciendo víctimas de todas las clases, pero especialmente en los más pobres del territorio. Llegó la bella criatura institucional a ser un remedo de autoridad en medio del festín de la muerte y la extorsión, cediéndole la dirigencia política el espacio a las organizaciones armadas ilegales. Por fortuna, más por la decisión del gobierno nacional, la violencia ha entrado en un proceso de declinación, pero mientras haya elecciones viciadas, contrataciones a dedo con comisiones por debajo de la mesa y no se identifique claramente el departamento como un gestor clave del crecimiento económico, celebraremos a medias el medio siglo departamental. Una agricultura débil, con la excepción de la palma de aceite, una minería finita de 20 años más, y un gobierno regional permeado, a pesar de los esfuerzos del mandatario de turno, nos dan el derecho a celebrar sin olvidarnos de los desafíos que nos impusieron los creadores del departamento.

 

 

 

 

Editorial
21 diciembre, 2017

Cesar, 50 años: ¿Se cumplió el sueño fundacional?

La creación de la institución de gobierno territorial, el Cesar, fue un gesto de  autoestima de nuestra dirigencia, confiada en una fuerte cosecha agricultural. La generosa producción agropecuaria, el aprovechamiento de la bonanza venezolana; el despertar de tierras vírgenes a la agricultura comercial y la llegada de gente emprendedora de todo el país a un […]


La creación de la institución de gobierno territorial, el Cesar, fue un gesto de  autoestima de nuestra dirigencia, confiada en una fuerte cosecha agricultural.

La generosa producción agropecuaria, el aprovechamiento de la bonanza venezolana; el despertar de tierras vírgenes a la agricultura comercial y la llegada de gente emprendedora de todo el país a un sitio de trabajo y paz, les dio confianza a los gestores.

Una idiosincrasia especial, aislada si se quiere ver su localización en el mapa, una interpretación natural de las cosas, y una expresión de poesía popular cantada, toda una potencial revolución cultural próxima a estallar; al tiempo que unos jóvenes se venían formando en cargos públicos y se asomaban a la universidad, le dieron aire a la construcción colectiva de un proyecto político propio e independiente del departamento del Magdalena.

Se tuvo el propósito de la buena administración. Desde sus inicios el área de la planeación se constituyó en herramienta de análisis y marco para el progreso. No es casual que el gobernador López trajera a un economista como Jorge Child a esa cartera. En su momento se esbozó como el departamento piloto de Colombia.

50años después, el departamento, entendido como la Gobernación -y visto de una forma más amplia como sus municipios- es, como entidad territorial y ente sociológico y material, un departamento medio hacia bajo, tanto por los niveles de su administración y liderazgo nacional, como por los indicadores de progreso económico y de pobreza de su población. Con todo y que el departamento a partir de 1995 contó con importantes regalías de un mineral como el carbón térmico que no estaba en las cuentas iniciales.

Ese ímpetu de sus primeros años fue cediendo al mundo de la tradicional política, del clientelismo clásico convertido en los últimos 20 años en el asalto de la corrupción y de la contratación pública, financiadora de las empresas electorales, que aprisionaron a la bella criatura que soñaron sus gestores-que sacrificaban su patrimonio personal por servir a la política sana- alimentando a torvos herederos de las tradicionales familias mezclados con comerciantes del voto y el dinero desbordado en las gestas supuestamente democráticas. Ese coctel se hizo peor aún en medio de la violencia que nos azotó, incentivada por el uso de la economía ilegal, produciendo víctimas de todas las clases, pero especialmente en los más pobres del territorio. Llegó la bella criatura institucional a ser un remedo de autoridad en medio del festín de la muerte y la extorsión, cediéndole la dirigencia política el espacio a las organizaciones armadas ilegales. Por fortuna, más por la decisión del gobierno nacional, la violencia ha entrado en un proceso de declinación, pero mientras haya elecciones viciadas, contrataciones a dedo con comisiones por debajo de la mesa y no se identifique claramente el departamento como un gestor clave del crecimiento económico, celebraremos a medias el medio siglo departamental. Una agricultura débil, con la excepción de la palma de aceite, una minería finita de 20 años más, y un gobierno regional permeado, a pesar de los esfuerzos del mandatario de turno, nos dan el derecho a celebrar sin olvidarnos de los desafíos que nos impusieron los creadores del departamento.