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Crónica - 27 noviembre, 2016

Un cafetero con sazón costeño

Gracias a el versátil mundo de la cocina criolla, Gerardo ha consegido ser el pilar para su familia.

En Pensilvania, un pequeño municipio de Caldas, conocido como la ‘Perla de Oriente’ por su belleza natural y por la calidad humana de sus pobladores, nació Gerardo Pineda Ospina, quien es popular en la zona céntrica de Valledupar por sus deliciosos y económicos corrientazos callejeros.
Aunque su restaurante es ambulante, consta de una carretilla con ollas de sopa y calderos con arroz, tiene un punto de encuentro para sus comensales, que de lunes a viernes se dan cita al mediodía en la calle 14 con carrera 9, para deleitarse con su sazón.

“Yo era un joven muy inquieto, solía armar carros con tablas para bajar por las faldas (parte baja de la montaña) de mi pueblo, le echábamos cebo de cerdo o jabón a las balineras para que se deslizara más fácil, en ese son me acababa todos los jabones de mi mamá”, recuerda entre risas el caldense.

Cumplidos los 20 años de edad abandonó el pasto verde, el clima fresco y la paz de su pueblo, junto a uno de sus hermanos, para viajar 16 horas hasta llegar a la ciudad donde aprendió a ganarse la vida y conformó una hermosa familia: Valledupar.

Aunque su piel es blanca, tiene un tono rojizo que revela el tiempo que ha trabajado exponiéndose al inclemente sol vallenato. ‘El paisa’, como lo llaman sus clientes, conoció la ‘ciudad de los santos reyes’ vendiendo calle a calle productos para el hogar como bases de nevera, controles y toda mercancía que de manera honrada pudiera ofrecer.

Fue así, siguiendo su gusto por las ventas, como decide hacer tributo a su cultura, en su sangre corre el don de la buena cocina.

Gerardo descubrió su pasión por la culinaria y desde hace 15 años no ha parado de preparar platos típicos de su región, como la bandeja paisa y comidas costeñas, como la reconocida sopa de costilla que hoy lo hace popular.

Sin nada más que una escueta carretilla con base de hierro, como aquella con la que se deslizaba por las calles empinadas de Pensilvania, desplaza hoy la olla cargada de un sabor único que representa el sustento económico de su hogar.

Con la espontaneidad que lo caracteriza, este caldense de 56 años, pareciera tener en sus recias manos la receta secreta para preparar exquisitos alimentos, de manera tan natural, con los ingredientes orgánicos que lo han acompañado durante todos estos años: las verduras.
“Dicen que el secreto está en mis manos y yo lo creo porque muchas personas han intentado hacer mi sopa, le echan los mismos ingredientes, pero aun así el sabor no es el mismo”, comentó.

Buscando un futuro

En medio del ajetreo de los vehículos del congestionado centro de Valledupar, Gerardo, en compañía de su hija menor Kendry Pineda Navarro, logra con la venta total de sus platos y así ha empezado a escalar los primeros peldaños para a futuro formalizarse y tener un verdadero restaurante.

Entre risas, palabras amenas y un tono de voz que da muestra de la calidad de ser humano que es, ‘El paisa’ cuenta sus anhelos y sus gustos.

“Auque yo no tuve la oportunidad te terminar mi bachillerato, me considero un hombre muy capacitado, la vida me ha enseñado mucho. Además me gusta leer y estar informado. De haber ido a una universidad, sin duda la carrera que hubiese escocogido seria la de chef profesional porque mi sueño es tener un retaurante en esta ciudad que me lo ha dado todo. Yo soy muy tranquilo, no me preocupo por nada, no tengo plata pero vivo tranquilo y feliz”, afirmó.

Las sopas son el plato más apetecido de su menú. Él empieza la preparación desde las 8:00 de la mañana usando carbón y leña, explica que se trata de cocer a fuego lento todos los ingredientes hasta que hayan soltado su sabor. Y en su receta no tiene nada extraño o dificil de conseguir; el pimentón, la cebolla, las hojas de cilantro y demás ingredientes los consigue todos en el mercado de la ciudad. Al que acude de manera sagrada todos los días a las 5:30 de la mañana.

Toda persona que ha probado el sasón de ‘El paisa’, sabe que no es en vano tener que esperar para ser atendido o apresurarse para llegar al punto de venta porque Gerardo en menos de dos horas vende más de 400 platos de sopa, cada desde $4.000 hasta $6.000.

“Hay días en los que me apresuro a salir rápido de la oficina para poder comprarlas porque estas sopas vuelan”, comentó Camila Castro, uno de sus fieles clientes.

“Estas sopas son las mejores que he probado en mucho tiempo, a veces no alcanzo a ir hasta mi casa a almorzar y prefiero venir donde ‘El Paisa’, uno almuerza rico y sale súper barato”, agregó la comensal.

“El señor siempre nos atiende con mucha amabilidad, a pesar de ser un puesto de comida de calle, a uno le genera confianza y su sabor es muy rico”, dijo Lorena Pineda, quien también se dejó atrapar la sazón de don Gerardo.

“De haber ido a una universidad, sin duda la carrera que hubiese escocogido seria la de chef profesional porque mi sueño es tener un retaurante en esta ciudad que me lo ha dado todo”: Gerardo Pineda Ospina.

Con la espontaneidad que lo caracteriza, este caldense de 56 años, pareciera tener en sus recias manos la fórmula secreta para preparar exquisitos alimentos, de manera tan natural, con aquellos ingredientes orgánicos que lo han acompañado durante todos estos años: las verduras.

Por Jennifer Polo / EL PILÓN

Crónica
27 noviembre, 2016

Un cafetero con sazón costeño

Gracias a el versátil mundo de la cocina criolla, Gerardo ha consegido ser el pilar para su familia.


En Pensilvania, un pequeño municipio de Caldas, conocido como la ‘Perla de Oriente’ por su belleza natural y por la calidad humana de sus pobladores, nació Gerardo Pineda Ospina, quien es popular en la zona céntrica de Valledupar por sus deliciosos y económicos corrientazos callejeros.
Aunque su restaurante es ambulante, consta de una carretilla con ollas de sopa y calderos con arroz, tiene un punto de encuentro para sus comensales, que de lunes a viernes se dan cita al mediodía en la calle 14 con carrera 9, para deleitarse con su sazón.

“Yo era un joven muy inquieto, solía armar carros con tablas para bajar por las faldas (parte baja de la montaña) de mi pueblo, le echábamos cebo de cerdo o jabón a las balineras para que se deslizara más fácil, en ese son me acababa todos los jabones de mi mamá”, recuerda entre risas el caldense.

Cumplidos los 20 años de edad abandonó el pasto verde, el clima fresco y la paz de su pueblo, junto a uno de sus hermanos, para viajar 16 horas hasta llegar a la ciudad donde aprendió a ganarse la vida y conformó una hermosa familia: Valledupar.

Aunque su piel es blanca, tiene un tono rojizo que revela el tiempo que ha trabajado exponiéndose al inclemente sol vallenato. ‘El paisa’, como lo llaman sus clientes, conoció la ‘ciudad de los santos reyes’ vendiendo calle a calle productos para el hogar como bases de nevera, controles y toda mercancía que de manera honrada pudiera ofrecer.

Fue así, siguiendo su gusto por las ventas, como decide hacer tributo a su cultura, en su sangre corre el don de la buena cocina.

Gerardo descubrió su pasión por la culinaria y desde hace 15 años no ha parado de preparar platos típicos de su región, como la bandeja paisa y comidas costeñas, como la reconocida sopa de costilla que hoy lo hace popular.

Sin nada más que una escueta carretilla con base de hierro, como aquella con la que se deslizaba por las calles empinadas de Pensilvania, desplaza hoy la olla cargada de un sabor único que representa el sustento económico de su hogar.

Con la espontaneidad que lo caracteriza, este caldense de 56 años, pareciera tener en sus recias manos la receta secreta para preparar exquisitos alimentos, de manera tan natural, con los ingredientes orgánicos que lo han acompañado durante todos estos años: las verduras.
“Dicen que el secreto está en mis manos y yo lo creo porque muchas personas han intentado hacer mi sopa, le echan los mismos ingredientes, pero aun así el sabor no es el mismo”, comentó.

Buscando un futuro

En medio del ajetreo de los vehículos del congestionado centro de Valledupar, Gerardo, en compañía de su hija menor Kendry Pineda Navarro, logra con la venta total de sus platos y así ha empezado a escalar los primeros peldaños para a futuro formalizarse y tener un verdadero restaurante.

Entre risas, palabras amenas y un tono de voz que da muestra de la calidad de ser humano que es, ‘El paisa’ cuenta sus anhelos y sus gustos.

“Auque yo no tuve la oportunidad te terminar mi bachillerato, me considero un hombre muy capacitado, la vida me ha enseñado mucho. Además me gusta leer y estar informado. De haber ido a una universidad, sin duda la carrera que hubiese escocogido seria la de chef profesional porque mi sueño es tener un retaurante en esta ciudad que me lo ha dado todo. Yo soy muy tranquilo, no me preocupo por nada, no tengo plata pero vivo tranquilo y feliz”, afirmó.

Las sopas son el plato más apetecido de su menú. Él empieza la preparación desde las 8:00 de la mañana usando carbón y leña, explica que se trata de cocer a fuego lento todos los ingredientes hasta que hayan soltado su sabor. Y en su receta no tiene nada extraño o dificil de conseguir; el pimentón, la cebolla, las hojas de cilantro y demás ingredientes los consigue todos en el mercado de la ciudad. Al que acude de manera sagrada todos los días a las 5:30 de la mañana.

Toda persona que ha probado el sasón de ‘El paisa’, sabe que no es en vano tener que esperar para ser atendido o apresurarse para llegar al punto de venta porque Gerardo en menos de dos horas vende más de 400 platos de sopa, cada desde $4.000 hasta $6.000.

“Hay días en los que me apresuro a salir rápido de la oficina para poder comprarlas porque estas sopas vuelan”, comentó Camila Castro, uno de sus fieles clientes.

“Estas sopas son las mejores que he probado en mucho tiempo, a veces no alcanzo a ir hasta mi casa a almorzar y prefiero venir donde ‘El Paisa’, uno almuerza rico y sale súper barato”, agregó la comensal.

“El señor siempre nos atiende con mucha amabilidad, a pesar de ser un puesto de comida de calle, a uno le genera confianza y su sabor es muy rico”, dijo Lorena Pineda, quien también se dejó atrapar la sazón de don Gerardo.

“De haber ido a una universidad, sin duda la carrera que hubiese escocogido seria la de chef profesional porque mi sueño es tener un retaurante en esta ciudad que me lo ha dado todo”: Gerardo Pineda Ospina.

Con la espontaneidad que lo caracteriza, este caldense de 56 años, pareciera tener en sus recias manos la fórmula secreta para preparar exquisitos alimentos, de manera tan natural, con aquellos ingredientes orgánicos que lo han acompañado durante todos estos años: las verduras.

Por Jennifer Polo / EL PILÓN