Durante los días 26 y 27 de septiembre, se realizará en Bogotá la segunda versión del Festival Vallenato Corazón Caribe, que en esta oportunidad le rendirá homenaje al al cantautor de origen atanquero Alberto Fernández Mindiola, figura representativa en la difusión del folclor vallenato en el interior del país y el extranjero. Este festival es organizado por un grupo de costeños residentes en la capital del país.
Dentro de sus múltiples logros en el proceso de difundir la música vallenata, Alberto Fernández Mindiola acumula una amistad durante más de 60 años con el compositor Rafael Escalona Martínez, el amor por este género musical nacido en el Corazón del Caribe, el apego a las costumbres pueblerinas, la solidaridad a la hora de enamorar una hermosa mujer y el honroso título de ser el primero en grabar las canciones del Maestro Escalona.
En Atánquez, bello pueblo enclavado en la vertiente suroriental de la Sierra Nevada donde nació Alberto Fernández, no se escuchaba el vallenato con acordeón, pero en su caso influyeron algunos miembros de la familia materna que interpretaban música con guitarras.
Beatriz Mindiola, la madre de Alberto, era cantante, y su señor padre, Luís Fernández González, interpretaba la trompeta, el redoblante y el bombo; sumado a los ancestros musicales por el lado de sus tíos Ismael, Emilio y Emirton Fernández, músicos de las bandas de Villanueva y San Juan del Cesar.
Desde muy niño, Alberto cantaba rancheras, boleros y polkas, pero el vallenato “pocón, pocón”; pero su tío Gonzalo Mindiola trajo una guitarra española de la ciudad de Riohacha y esto influyó en su gusto a la hora de vocalizar.
Cuando estaba en la escuela primaria, el joven atanquero empezó a cantar vallenatos. En alguna ocasión fue escuchado por Arturo Molina (padre del rey vallenato Gonzalo ‘El Cocha’ Molina) y por Nel Martínez, personas con conocimiento musical que le aconsejaron buscar futuro para su talento en otros horizontes.
Ya instalado en Valledupar, se produce el encuentro con Rafael Escalona en el Colegio Loperena, aunque el novel compositor ya sabía de un muchacho del corregimiento de Atánquez que cantaba muy bonito. Alberto vivía con su padre en el barrio Cañaguate, pero éste se devuelve al pueblo y la circunstancia es aprovechada por Escalona para llevarlo a vivir a su casa.
Rodeado de las atenciones que le prodigaba doña Margarita de Escalona, quien a la postre resultó su madrina de confirmación y los llamados de atención de Don Clemente Escalona Labarcés, quien les reprochaba su dedicación por esa música popular que no era de su agrado, Alberto Fernández Mindiola se convirtió en el primer examinador de las canciones que brotaban de la musa enamorada de su compañero Escalona.
Culminada la primaria en Valledupar, Alberto se traslada al instituto agrícola ‘Luisa Robles’ de Pueblo Bello y Escalona se marcha a Santa Marta. Pasado algún tiempo, los dos amigos se vuelven a encontrar en Valledupar.
Escalona, que ahora silbaba las melodías de sus canciones, le pone a consideración un canto que refleja el dolor por una partida inminente:
“Yo vengo a darte mi despedida, con este merengue sentimental, para que sepas Maye querida, que yo me voy de Valledupar. Porque me vaya para el Liceo, no creas mi Maye que yo estoy muerto, la despedida da sentimiento, esto es muy justo yo te lo creo”.
Fernández Mindiola debió viajar con su papá a la ciudad de Barranquilla para continuar sus estudios. Aunque durante su estadía en la capital del Atlántico llegó a tener una gran cercanía con Abel Antonio Villa, al punto de acompañarlo en grabaciones junto con Julio Bovea Fandiño y José Alfredo Angarita; Alberto fue el primero en grabar la música de Escalona con el acordeón de Nicolás ‘Colacho’ Mendoza.
Dieciocho años después, el cantante tuvo la oportunidad de viajar a la Argentina donde existían dos grupos renombrados: El Cuarteto Imperial y Los Güagancó; agrupaciones que habían popularizado en territorio gaucho ‘El testamento’, conocido allá como ‘El estudiante’ y ‘El pájaro amarillo’ de Rafael Campo Miranda.
El grado de amistad entre Alberto Fernández y Rafael Escalona se fortaleció con el paso de los años, al punto que el laureado compositor exigía su presencia en los homenajes que le eran tributados a lo largo y ancho del país.
Llegó a ser tan grande la confianza entre los dos amigos, que Alberto Fernández le reclamó en alguna ocasión la composición de una canción dedicada a él, tomando en cuenta que durante su estadía de muchos años en Argentina grababa un disco anual con RCA Víctor que era difundido en el ámbito mundial.
Luego de ser tarareada por Escalona, Fernández Mindiola cantó el tema en su honor:
“Yo tengo un amigo noble y grande, que andaba conmigo a todas horas, así comenzó Beto Fernández, cantando los cantos de Escalona”.
A pesar de la promesa eterna de culminar el canto, sólo quedó esa primera estrofa que fue compuesta después de departir unos tragos de Sello Rojo con el doctor Alfonso López Michelsen.
Confiesa que su primer trago se lo tomó a los 21 años, aunque para entonces ya cantaba en reuniones sociales y compartía con Rafael Escalona, pero se enorgullece de transmitirles esas anécdotas y vivencias a Beatriz del Socorro, Aída Karime y Alberto José, los tres hijos que ha levantado al lado de su esposa Olga Ramírez de Fernández.
Alberto Fernández Mindiola se siente unido al Festival de la Leyenda Vallenata a través de la bonita amistad que cultivó con Consuelo Araujonoguera, quien le hizo un reconocimiento en Valledupar; además de su familiaridad con Pedro García Díaz y Rita Fernández Padilla, protagonistas indiscutibles del máximo certamen del folclor vallenato. Recuerda de manera especial la ocasión en que fue jurado, año en el cual se coronó como rey vallenato el acordeonero Miguel López Gutiérrez.
Afirma no temerle a la muerte, pero le da gracias a Dios por todas las cosas buenas que ha recibido, además, le pide que le permita cumplir su sueño de grabar un trabajo musical acompañado por Emiliano Zuleta Díaz, ilusión que mantiene después de haber acompañado con su voz a muchas orquestas y agrupaciones musicales de Colombia.
Por Richard Leguízamo Peñate
Durante los días 26 y 27 de septiembre, se realizará en Bogotá la segunda versión del Festival Vallenato Corazón Caribe, que en esta oportunidad le rendirá homenaje al al cantautor de origen atanquero Alberto Fernández Mindiola, figura representativa en la difusión del folclor vallenato en el interior del país y el extranjero. Este festival es organizado por un grupo de costeños residentes en la capital del país.
Dentro de sus múltiples logros en el proceso de difundir la música vallenata, Alberto Fernández Mindiola acumula una amistad durante más de 60 años con el compositor Rafael Escalona Martínez, el amor por este género musical nacido en el Corazón del Caribe, el apego a las costumbres pueblerinas, la solidaridad a la hora de enamorar una hermosa mujer y el honroso título de ser el primero en grabar las canciones del Maestro Escalona.
En Atánquez, bello pueblo enclavado en la vertiente suroriental de la Sierra Nevada donde nació Alberto Fernández, no se escuchaba el vallenato con acordeón, pero en su caso influyeron algunos miembros de la familia materna que interpretaban música con guitarras.
Beatriz Mindiola, la madre de Alberto, era cantante, y su señor padre, Luís Fernández González, interpretaba la trompeta, el redoblante y el bombo; sumado a los ancestros musicales por el lado de sus tíos Ismael, Emilio y Emirton Fernández, músicos de las bandas de Villanueva y San Juan del Cesar.
Desde muy niño, Alberto cantaba rancheras, boleros y polkas, pero el vallenato “pocón, pocón”; pero su tío Gonzalo Mindiola trajo una guitarra española de la ciudad de Riohacha y esto influyó en su gusto a la hora de vocalizar.
Cuando estaba en la escuela primaria, el joven atanquero empezó a cantar vallenatos. En alguna ocasión fue escuchado por Arturo Molina (padre del rey vallenato Gonzalo ‘El Cocha’ Molina) y por Nel Martínez, personas con conocimiento musical que le aconsejaron buscar futuro para su talento en otros horizontes.
Ya instalado en Valledupar, se produce el encuentro con Rafael Escalona en el Colegio Loperena, aunque el novel compositor ya sabía de un muchacho del corregimiento de Atánquez que cantaba muy bonito. Alberto vivía con su padre en el barrio Cañaguate, pero éste se devuelve al pueblo y la circunstancia es aprovechada por Escalona para llevarlo a vivir a su casa.
Rodeado de las atenciones que le prodigaba doña Margarita de Escalona, quien a la postre resultó su madrina de confirmación y los llamados de atención de Don Clemente Escalona Labarcés, quien les reprochaba su dedicación por esa música popular que no era de su agrado, Alberto Fernández Mindiola se convirtió en el primer examinador de las canciones que brotaban de la musa enamorada de su compañero Escalona.
Culminada la primaria en Valledupar, Alberto se traslada al instituto agrícola ‘Luisa Robles’ de Pueblo Bello y Escalona se marcha a Santa Marta. Pasado algún tiempo, los dos amigos se vuelven a encontrar en Valledupar.
Escalona, que ahora silbaba las melodías de sus canciones, le pone a consideración un canto que refleja el dolor por una partida inminente:
“Yo vengo a darte mi despedida, con este merengue sentimental, para que sepas Maye querida, que yo me voy de Valledupar. Porque me vaya para el Liceo, no creas mi Maye que yo estoy muerto, la despedida da sentimiento, esto es muy justo yo te lo creo”.
Fernández Mindiola debió viajar con su papá a la ciudad de Barranquilla para continuar sus estudios. Aunque durante su estadía en la capital del Atlántico llegó a tener una gran cercanía con Abel Antonio Villa, al punto de acompañarlo en grabaciones junto con Julio Bovea Fandiño y José Alfredo Angarita; Alberto fue el primero en grabar la música de Escalona con el acordeón de Nicolás ‘Colacho’ Mendoza.
Dieciocho años después, el cantante tuvo la oportunidad de viajar a la Argentina donde existían dos grupos renombrados: El Cuarteto Imperial y Los Güagancó; agrupaciones que habían popularizado en territorio gaucho ‘El testamento’, conocido allá como ‘El estudiante’ y ‘El pájaro amarillo’ de Rafael Campo Miranda.
El grado de amistad entre Alberto Fernández y Rafael Escalona se fortaleció con el paso de los años, al punto que el laureado compositor exigía su presencia en los homenajes que le eran tributados a lo largo y ancho del país.
Llegó a ser tan grande la confianza entre los dos amigos, que Alberto Fernández le reclamó en alguna ocasión la composición de una canción dedicada a él, tomando en cuenta que durante su estadía de muchos años en Argentina grababa un disco anual con RCA Víctor que era difundido en el ámbito mundial.
Luego de ser tarareada por Escalona, Fernández Mindiola cantó el tema en su honor:
“Yo tengo un amigo noble y grande, que andaba conmigo a todas horas, así comenzó Beto Fernández, cantando los cantos de Escalona”.
A pesar de la promesa eterna de culminar el canto, sólo quedó esa primera estrofa que fue compuesta después de departir unos tragos de Sello Rojo con el doctor Alfonso López Michelsen.
Confiesa que su primer trago se lo tomó a los 21 años, aunque para entonces ya cantaba en reuniones sociales y compartía con Rafael Escalona, pero se enorgullece de transmitirles esas anécdotas y vivencias a Beatriz del Socorro, Aída Karime y Alberto José, los tres hijos que ha levantado al lado de su esposa Olga Ramírez de Fernández.
Alberto Fernández Mindiola se siente unido al Festival de la Leyenda Vallenata a través de la bonita amistad que cultivó con Consuelo Araujonoguera, quien le hizo un reconocimiento en Valledupar; además de su familiaridad con Pedro García Díaz y Rita Fernández Padilla, protagonistas indiscutibles del máximo certamen del folclor vallenato. Recuerda de manera especial la ocasión en que fue jurado, año en el cual se coronó como rey vallenato el acordeonero Miguel López Gutiérrez.
Afirma no temerle a la muerte, pero le da gracias a Dios por todas las cosas buenas que ha recibido, además, le pide que le permita cumplir su sueño de grabar un trabajo musical acompañado por Emiliano Zuleta Díaz, ilusión que mantiene después de haber acompañado con su voz a muchas orquestas y agrupaciones musicales de Colombia.
Por Richard Leguízamo Peñate