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Columnista - 29 septiembre, 2016

Adiós a las armas

Así tituló Hemingway una de sus novelas, así titularemos los colombianos nuestros próximos capítulos históricos; con la firma del armisticio se dio el punto de partida para la anhelada paz. Aprovecho esta entrega para hacerles algunas claridades a quienes no hayan vislumbrado la importancia de este evento. El primer punto del acuerdo es sobre el […]

Así tituló Hemingway una de sus novelas, así titularemos los colombianos nuestros próximos capítulos históricos; con la firma del armisticio se dio el punto de partida para la anhelada paz. Aprovecho esta entrega para hacerles algunas claridades a quienes no hayan vislumbrado la importancia de este evento.

El primer punto del acuerdo es sobre el sector agrario, pacto que ha debido hacerse, al menos, hace cien años cuando la idea de un grupo insurgente en el país era impensable. En 1936, López Pumarejo, mediante la Ley 136 intentó hacer justicia en el agro colombiano, con una mini reforma agraria. Para entonces la forma de la tenencia de la tierra ya estaba definida: el latifundio.

López fracasó, este tema es de vida o muerte para los terratenientes; este modelo de propietarios es uno de los más inequitativos del mundo, el 0.4 % de propietarios posee el 56 % de la tierra, incluyendo baldíos. La férrea defensa de estos predios, propios o no, generó, por décadas, bárbaros métodos para defenderlos: muertes, desplazamiento forzado, y nadie ha pagado cárcel por ello. ¿Por qué no están presos Pretelt y sus compinches? ¿Será el Mancuso-uribismo una doctrina de tierras? No es necesario leer todo el acuerdo para darse cuenta que quienes promueven el NO son los defensores del statu quo. ¡No tocar la tierra!

El segundo punto se refiere a la apertura democrática. Acaso, ¿esto es malo? Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que la mal llamada democracia colombiana es un fraude que solo privilegia a un sector de la población, que aquí el poder se hereda y que nuestro sistema electoral es un casino. No es necesario ser Castro-chavista para entenderlo así. ¿Qué malo tiene que a las gentes más desvalidas, el Estado las proteja? El tercer punto acordado se refiere al cese del fuego y hostilidades.

Para las Farc, dejar las armas que dispararon por más de dos generaciones, no es tan fácil, es una añoranza, así creamos que no tenían opciones de poder. Hoy tienen sus miedos, ellos conocen la historia y es justo que el Estado les brinde otros escenarios. Escuchar sus cuitas en el Congreso es mucho más productivo que sufrir sus minas y ráfagas. Dos quejas básicas ha esgrimido la oposición contra el acuerdo: la no cárcel para ciertos delitos y el ascenso de las Farc al Congreso.

¿Acaso los mentores y sostenedores de la violencia y del paramilitarismo han pagado cárcel? ¿Y cuántos por entregar parte de nuestro territorio? ¿Y quiénes, desde el atentado a Bolívar, por los grandes magnicidios? La mayoría de la cúpula de las AUC está presa en los EE.UU es por narcotráfico, no por sus masacres. En cuanto a la participación en el Congreso, no hay que rasgarse las vestiduras porque este no es un santoral. Hay que recordar que en épocas recientes, el 35 % de este estaba integrado por los “paras” de cuello blanco, el brazo civil. Ir al Congreso sería la única ganancia específica para las Farc. Lo demás, sobre refrendación, víctimas y drogas, es la envoltura del producto. El narco-negocio se rige por las leyes del mercado, no lo inventaron las Farc, es un problema de oferta y demanda, así de sencillo. No cuadran las cuentas del NO, pero hay mil razones por el SI, qué desagradable es decir NO.

 

Columnista
29 septiembre, 2016

Adiós a las armas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Así tituló Hemingway una de sus novelas, así titularemos los colombianos nuestros próximos capítulos históricos; con la firma del armisticio se dio el punto de partida para la anhelada paz. Aprovecho esta entrega para hacerles algunas claridades a quienes no hayan vislumbrado la importancia de este evento. El primer punto del acuerdo es sobre el […]


Así tituló Hemingway una de sus novelas, así titularemos los colombianos nuestros próximos capítulos históricos; con la firma del armisticio se dio el punto de partida para la anhelada paz. Aprovecho esta entrega para hacerles algunas claridades a quienes no hayan vislumbrado la importancia de este evento.

El primer punto del acuerdo es sobre el sector agrario, pacto que ha debido hacerse, al menos, hace cien años cuando la idea de un grupo insurgente en el país era impensable. En 1936, López Pumarejo, mediante la Ley 136 intentó hacer justicia en el agro colombiano, con una mini reforma agraria. Para entonces la forma de la tenencia de la tierra ya estaba definida: el latifundio.

López fracasó, este tema es de vida o muerte para los terratenientes; este modelo de propietarios es uno de los más inequitativos del mundo, el 0.4 % de propietarios posee el 56 % de la tierra, incluyendo baldíos. La férrea defensa de estos predios, propios o no, generó, por décadas, bárbaros métodos para defenderlos: muertes, desplazamiento forzado, y nadie ha pagado cárcel por ello. ¿Por qué no están presos Pretelt y sus compinches? ¿Será el Mancuso-uribismo una doctrina de tierras? No es necesario leer todo el acuerdo para darse cuenta que quienes promueven el NO son los defensores del statu quo. ¡No tocar la tierra!

El segundo punto se refiere a la apertura democrática. Acaso, ¿esto es malo? Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que la mal llamada democracia colombiana es un fraude que solo privilegia a un sector de la población, que aquí el poder se hereda y que nuestro sistema electoral es un casino. No es necesario ser Castro-chavista para entenderlo así. ¿Qué malo tiene que a las gentes más desvalidas, el Estado las proteja? El tercer punto acordado se refiere al cese del fuego y hostilidades.

Para las Farc, dejar las armas que dispararon por más de dos generaciones, no es tan fácil, es una añoranza, así creamos que no tenían opciones de poder. Hoy tienen sus miedos, ellos conocen la historia y es justo que el Estado les brinde otros escenarios. Escuchar sus cuitas en el Congreso es mucho más productivo que sufrir sus minas y ráfagas. Dos quejas básicas ha esgrimido la oposición contra el acuerdo: la no cárcel para ciertos delitos y el ascenso de las Farc al Congreso.

¿Acaso los mentores y sostenedores de la violencia y del paramilitarismo han pagado cárcel? ¿Y cuántos por entregar parte de nuestro territorio? ¿Y quiénes, desde el atentado a Bolívar, por los grandes magnicidios? La mayoría de la cúpula de las AUC está presa en los EE.UU es por narcotráfico, no por sus masacres. En cuanto a la participación en el Congreso, no hay que rasgarse las vestiduras porque este no es un santoral. Hay que recordar que en épocas recientes, el 35 % de este estaba integrado por los “paras” de cuello blanco, el brazo civil. Ir al Congreso sería la única ganancia específica para las Farc. Lo demás, sobre refrendación, víctimas y drogas, es la envoltura del producto. El narco-negocio se rige por las leyes del mercado, no lo inventaron las Farc, es un problema de oferta y demanda, así de sencillo. No cuadran las cuentas del NO, pero hay mil razones por el SI, qué desagradable es decir NO.