Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 16 noviembre, 2016

“El Acuerdo de la esperanza”

Inspirados en Suráfrica y en el ejemplo del Presidente Nelson Mandela, Colombia está bajo la influencia de ese añoso conflicto de paz que después de superar unas negociaciones duras y exitosas, logró terminar sus grandes diferencias en diciembre de 1996. Hoy, según el Presidente Santos y los negociadores, tenemos un nuevo acuerdo de paz más […]

Inspirados en Suráfrica y en el ejemplo del Presidente Nelson Mandela, Colombia está bajo la influencia de ese añoso conflicto de paz que después de superar unas negociaciones duras y exitosas, logró terminar sus grandes diferencias en diciembre de 1996. Hoy, según el Presidente Santos y los negociadores, tenemos un nuevo acuerdo de paz más preciso, más ajustado y más renovado, pero faltan otros posibles ajustes propuestos por algunas partes que no se sienten totalmente reflejados en el nuevo acuerdo, pero es apenas justo y necesario que los colombianos podamos pasar la página de esta tragedia casi eterna y desgastante.

Se sabe que es imposible satisfacer las aspiraciones de todos los sectores y queda claro que el tiempo y la paciencia se están agotando para unirnos alrededor del nuevo pacto con las Farc.

Es importante anotar y reconocer que mirando para atrás el resultado del plebiscito abrió un abanico de nuevas oportunidades para hablar de unión y de las buenas intenciones de los líderes del NO.

En este proceso de revisión de las propuestas se escucharon las voces de todos los colombianos, se recogieron errores groseros y preocupaciones sobre el acuerdo, especialmente en la elección y restricción de la libertad de los líderes guerrilleros, las relaciones con el narcotráfico, la lista de bienes de las Farc para reparar a las víctimas y la inclusión de los acuerdos en el bloque de constitucionalidad.

En realidad, con los ajustes y cambios se busca, ahora sí, el mejor acuerdo posible con las Farc. Algunas voces proponen que el “alcance no sea definitivo” y se someta a otras revisiones por otros sectores. Tendrán sus razones, pero deben entender que los intereses del país deben estar por encima de las colectividades.

Cuando de las 57 propuestas clasificadas que llegaron a La Habana se ajustaron 56, piensa uno que el llamado “a la necesidad de un acuerdo nacional sobre la paz”, no tenga un trasfondo político orientado a la próxima campaña Presidencial, lo cual sería lamentable que se trate de politizar un proceso que está cargado de oportunidades para los jóvenes y cuenta con un gran respaldo internacional y un atípico apoyo nacional.

Los estudiantes y las nuevas generaciones no perdonarán que se deje pasar esta ocasión para recoger sus esperanzas y sus preocupaciones que no deberían estar manchadas por la falta de grandeza y ambiciones personales fuera de lugar. Ahora, los pasos que vienen es para refrendar e implementar lo pactado con las Farc, para lo cual el Gobierno estudia varios escenarios. Esperamos que acierte en la elección de este mecanismo.

De acuerdo con estudios actuales, “la calidad de un acuerdo es muy importante para la construcción de paz, pero que más importante es la calidad de la implementación”. Esta tarea solo termina cuando todos estemos contentos. De todas maneras, el desarrollo del acuerdo debe hacerse lo más pronto posible. No permitamos que se agote la esperanza y no olvidemos que juzgar es una manera de esconder tus propias debilidades.

Columnista
16 noviembre, 2016

“El Acuerdo de la esperanza”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

Inspirados en Suráfrica y en el ejemplo del Presidente Nelson Mandela, Colombia está bajo la influencia de ese añoso conflicto de paz que después de superar unas negociaciones duras y exitosas, logró terminar sus grandes diferencias en diciembre de 1996. Hoy, según el Presidente Santos y los negociadores, tenemos un nuevo acuerdo de paz más […]


Inspirados en Suráfrica y en el ejemplo del Presidente Nelson Mandela, Colombia está bajo la influencia de ese añoso conflicto de paz que después de superar unas negociaciones duras y exitosas, logró terminar sus grandes diferencias en diciembre de 1996. Hoy, según el Presidente Santos y los negociadores, tenemos un nuevo acuerdo de paz más preciso, más ajustado y más renovado, pero faltan otros posibles ajustes propuestos por algunas partes que no se sienten totalmente reflejados en el nuevo acuerdo, pero es apenas justo y necesario que los colombianos podamos pasar la página de esta tragedia casi eterna y desgastante.

Se sabe que es imposible satisfacer las aspiraciones de todos los sectores y queda claro que el tiempo y la paciencia se están agotando para unirnos alrededor del nuevo pacto con las Farc.

Es importante anotar y reconocer que mirando para atrás el resultado del plebiscito abrió un abanico de nuevas oportunidades para hablar de unión y de las buenas intenciones de los líderes del NO.

En este proceso de revisión de las propuestas se escucharon las voces de todos los colombianos, se recogieron errores groseros y preocupaciones sobre el acuerdo, especialmente en la elección y restricción de la libertad de los líderes guerrilleros, las relaciones con el narcotráfico, la lista de bienes de las Farc para reparar a las víctimas y la inclusión de los acuerdos en el bloque de constitucionalidad.

En realidad, con los ajustes y cambios se busca, ahora sí, el mejor acuerdo posible con las Farc. Algunas voces proponen que el “alcance no sea definitivo” y se someta a otras revisiones por otros sectores. Tendrán sus razones, pero deben entender que los intereses del país deben estar por encima de las colectividades.

Cuando de las 57 propuestas clasificadas que llegaron a La Habana se ajustaron 56, piensa uno que el llamado “a la necesidad de un acuerdo nacional sobre la paz”, no tenga un trasfondo político orientado a la próxima campaña Presidencial, lo cual sería lamentable que se trate de politizar un proceso que está cargado de oportunidades para los jóvenes y cuenta con un gran respaldo internacional y un atípico apoyo nacional.

Los estudiantes y las nuevas generaciones no perdonarán que se deje pasar esta ocasión para recoger sus esperanzas y sus preocupaciones que no deberían estar manchadas por la falta de grandeza y ambiciones personales fuera de lugar. Ahora, los pasos que vienen es para refrendar e implementar lo pactado con las Farc, para lo cual el Gobierno estudia varios escenarios. Esperamos que acierte en la elección de este mecanismo.

De acuerdo con estudios actuales, “la calidad de un acuerdo es muy importante para la construcción de paz, pero que más importante es la calidad de la implementación”. Esta tarea solo termina cuando todos estemos contentos. De todas maneras, el desarrollo del acuerdo debe hacerse lo más pronto posible. No permitamos que se agote la esperanza y no olvidemos que juzgar es una manera de esconder tus propias debilidades.