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Columnista - 17 agosto, 2015

A veces no quiero despertar

“A veces no quiero despertar”, dice uno de los tantos jóvenes en esta ciudad. Y a uno se le arruga el corazón cuando camina por las calles de Valledupar. Regresa ‘cabizbajo y meditabundo’ como dice un pariente, cuando hace diligencias de rutina y divisa el ‘contemplama’ de la miseria por doquier: aquí y más allá. […]

“A veces no quiero despertar”, dice uno de los tantos jóvenes en esta ciudad. Y a uno se le arruga el corazón cuando camina por las calles de Valledupar. Regresa ‘cabizbajo y meditabundo’ como dice un pariente, cuando hace diligencias de rutina y divisa el ‘contemplama’ de la miseria por doquier: aquí y más allá. Hombres arropados con periódico, famélicos, la mirada perdida, sin horizonte, en un andén, en cualquier rincón… Sus ojos reflejan diversas sensaciones, albergan tristeza, rencor, dolor. Algunos no han perdido el deseo de luchar. No divisan un horizonte: un mendrugo de pan, una monedita. ¿Indiferencia?

Mujeres de origen indígena con dos o tres niños, uno casi siempre de pecho, procedente de los departamentos del sur del país, que han venido a parar a este valle de lágrimas, “muy desarrollado por cierto”. ¡Oh si! Quién se atreve a negarlo.

El “rebusque” invade los andenes. Y uno se da aliento diciendo “bueno al menos no están atracando” Y ¿qué decir de los niños de la calle? Hay mucha tela que cortar en este álgido problema social.

Y ¿de la población infantil, juvenil de las invasiones? Focos de pobreza extrema, con la violencia intrafamiliar, paternidad irresponsable, y otros factores de la marginalidad. Mejor no profundizar en el tema, porque los infartos están de moda. Claro, si usted es sensible a esta problemática.

Habrá estudios que nos digan ¿por qué no están en las instituciones educativas? o diagnósticos (como estamos superdiagnósticados según algunos) que verifique que son los padres de familia los responsables de esta situación, ¿por qué desde temprana edad los ponen a trabajar?

Y ¿cuáles son las políticas que los entes correspondientes han trazado para solventar esta situación? Por ahí uno que otro pañito de agua tibia. Hay políticas de gobierno muy bien formuladas. El gobierno nacional coherente con los preceptos constitucionales habla del derecho a la educación y la obligatoriedad de la misma hasta los 16 años. (Ver Plan Estratégico Nacional de Infancia y adolescencia), el cual debe reflejar en los planes de los entes territoriales.

Ante esta problemática social con diversos tintes. Qué espera una para el futuro de esta generación vulnerable en todos los sentidos. La promesa de Colombia: niños y jóvenes.

El problema es sumamente complejo y no ha sido ajeno a la inspiración de los compositores: Desde nuestro Ciego de oro en su canción “Soy”, Alberto Murgas “Se oye un grito en La Guajira”

El marginado de Freddy Peralta:

¡Ay¡ ¿Qué es lo que yo ando haciendo? No debiera ni pensar/
Con hambre y sigue lloviendo / siempre me voy a mojar.

Soy el hombre marginado que hasta la ciudad llegué/ campsino colombiano, sincero de buena fe.

Buscando amor, justicia y pan/lo que he encontrado es calamidad.
Mi pueblo exige cambio social/ Colombia ¿quién te lo dará?

Pa´ que viva tu gente como en verdad se lo merece (Bis)…

Señores candidatos. ¿???.

Columnista
17 agosto, 2015

A veces no quiero despertar

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Giomar Lucía Guerra Bonilla

“A veces no quiero despertar”, dice uno de los tantos jóvenes en esta ciudad. Y a uno se le arruga el corazón cuando camina por las calles de Valledupar. Regresa ‘cabizbajo y meditabundo’ como dice un pariente, cuando hace diligencias de rutina y divisa el ‘contemplama’ de la miseria por doquier: aquí y más allá. […]


“A veces no quiero despertar”, dice uno de los tantos jóvenes en esta ciudad. Y a uno se le arruga el corazón cuando camina por las calles de Valledupar. Regresa ‘cabizbajo y meditabundo’ como dice un pariente, cuando hace diligencias de rutina y divisa el ‘contemplama’ de la miseria por doquier: aquí y más allá. Hombres arropados con periódico, famélicos, la mirada perdida, sin horizonte, en un andén, en cualquier rincón… Sus ojos reflejan diversas sensaciones, albergan tristeza, rencor, dolor. Algunos no han perdido el deseo de luchar. No divisan un horizonte: un mendrugo de pan, una monedita. ¿Indiferencia?

Mujeres de origen indígena con dos o tres niños, uno casi siempre de pecho, procedente de los departamentos del sur del país, que han venido a parar a este valle de lágrimas, “muy desarrollado por cierto”. ¡Oh si! Quién se atreve a negarlo.

El “rebusque” invade los andenes. Y uno se da aliento diciendo “bueno al menos no están atracando” Y ¿qué decir de los niños de la calle? Hay mucha tela que cortar en este álgido problema social.

Y ¿de la población infantil, juvenil de las invasiones? Focos de pobreza extrema, con la violencia intrafamiliar, paternidad irresponsable, y otros factores de la marginalidad. Mejor no profundizar en el tema, porque los infartos están de moda. Claro, si usted es sensible a esta problemática.

Habrá estudios que nos digan ¿por qué no están en las instituciones educativas? o diagnósticos (como estamos superdiagnósticados según algunos) que verifique que son los padres de familia los responsables de esta situación, ¿por qué desde temprana edad los ponen a trabajar?

Y ¿cuáles son las políticas que los entes correspondientes han trazado para solventar esta situación? Por ahí uno que otro pañito de agua tibia. Hay políticas de gobierno muy bien formuladas. El gobierno nacional coherente con los preceptos constitucionales habla del derecho a la educación y la obligatoriedad de la misma hasta los 16 años. (Ver Plan Estratégico Nacional de Infancia y adolescencia), el cual debe reflejar en los planes de los entes territoriales.

Ante esta problemática social con diversos tintes. Qué espera una para el futuro de esta generación vulnerable en todos los sentidos. La promesa de Colombia: niños y jóvenes.

El problema es sumamente complejo y no ha sido ajeno a la inspiración de los compositores: Desde nuestro Ciego de oro en su canción “Soy”, Alberto Murgas “Se oye un grito en La Guajira”

El marginado de Freddy Peralta:

¡Ay¡ ¿Qué es lo que yo ando haciendo? No debiera ni pensar/
Con hambre y sigue lloviendo / siempre me voy a mojar.

Soy el hombre marginado que hasta la ciudad llegué/ campsino colombiano, sincero de buena fe.

Buscando amor, justicia y pan/lo que he encontrado es calamidad.
Mi pueblo exige cambio social/ Colombia ¿quién te lo dará?

Pa´ que viva tu gente como en verdad se lo merece (Bis)…

Señores candidatos. ¿???.