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Columnista - 25 junio, 2010

¿Unidad pegada con babas?

Por: Raúl Bermúdez Márquez No se trata de aguarle la fiesta a 9 millones de colombianos que el domingo pasado votaron por Juan Manuel Santos como nuevo presidente de Colombia. Su triunfo fue contundente y hay que aceptarlo aunque se tengan diferencias de fondo con el modelo de desarrollo económico que defiende, que es el […]

Por: Raúl Bermúdez Márquez

No se trata de aguarle la fiesta a 9 millones de colombianos que el domingo pasado votaron por Juan Manuel Santos como nuevo presidente de Colombia. Su triunfo fue contundente y hay que aceptarlo aunque se tengan diferencias de fondo con el modelo de desarrollo económico que defiende, que es el mismo de su antecesor. Lo que pasa es que en un acuerdo de unidad nacional como el que propone, resulta sospechoso que aterricen en paracaídas dirigentes como César Gaviria que hace sólo unos días estaba despotricando contra un gobierno que considera “un asco” y ahora con más pena que gloria se suma a la coalición que representa la continuidad de las políticas de Álvaro Uribe.
Algo similar puede decirse de  Germán Vargas Lleras, quien se verá expuesto nuevamente al “fuego amigo” en el propósito de concretar sus aspiraciones presidenciales para el 2014. Pero, ¿de qué se trata la propuesta de Santos?  Son diez puntos que, por su generalidad, es difícil estar en contra de cualquiera de ellos: trabajo, seguridad, institucionalidad y prosperidad democrática, transparencia y cero corrupción, buen gobierno, justicia y cero impunidad, agenda urbana y rural, medio ambiente y relaciones internacionales fluidas con nuestros vecinos y el mundo.

Por más que Santos insista en que es un acuerdo programático, no burocrático, la mayoría de quienes confluyen en él, lo hacen por simple instinto de supervivencia. Este es un sistema político, donde los partidos, con contadas excepciones, se nutren del clientelismo que considera a los recursos públicos como la fuente principal de sostenimiento.

La crisis del Partido Liberal, por ejemplo, se debe a su orfandad de poder durante 12 años y eso parece entenderlo perfectamente el ex presidente liberal, que -de paso-, con su adhesión le da un empujoncito a Simón, su hijo, para ocupar alguna dignidad en la Cámara de Representantes.

¿Y… qué significa un gobierno de unidad nacional? Según el analista político Hernando Gómez Buendía, “Además de ser una expresión simbólica y un mecanismo para sumar votos,…es una forma de gobierno que en distintos países o momentos ha revestido una de cuatro grandes modalidades,…la del partido único, la del frente patriótico, la de reconciliación y la del pacto de gobernabilidad”. Ejemplos respectivos de cada modalidad: la China actual, Inglaterra después de la segunda guerra mundial, el segundo mandato de Lincoln en USA, y Chile después de Pinochet. Señala Gómez Buendía que, “En la historia de Colombia los gobiernos de unidad nacional han sido de reconciliación, aunque luego asumieron o intentaron asumir ciertos rasgos del unipartidismo: así ocurrió con Núñez y su alianza conservadora-liberal (la “Regeneración”) después de la guerra de 1885, ocurrió con el general Reyes y su gobierno de “paz, concordia y trabajo” tras la guerra de los Mil Días, ocurrió con Rojas y su Alianza Nacional Popular (ANAPO) después de “La Violencia”, y ocurrió con el Frente Nacional que puso fin al desangre liberal-conservador y acabó por actuar casi como un partido único”.
Pues bien, la unidad nacional de que habla Santos posee rasgos que encuadran mejor en la modalidad unipartidista. La originalidad es que constituye una especie de tránsito del unipartidismo “por predominio” al unipartidismo “hegemónico”. Lo cual significa que si en el período que termina el Partido de la U acicalado por el alto grado de favorabilidad del presidente, se constituyó en la fuerza determinante en el gobierno y en el Congreso, a partir del próximo 7 de agosto, ese mismo partido establecerá una hegemonía en el gabinete ministerial, en los institutos descentralizados, y en el seno de ambas cámaras. Eso hará muy frágil el proyecto de “unidad nacional”, porque a la mayoría de los que la conforman les importa un bledo lo programático. Para ellos lo determinante es no desconectarse del cordón umbilical que les renueva la vida y les otorga poder: el presupuesto,  la nómina y los contratos oficiales.
En esas circunstancias, el resultado final es una “unidad nacional”, pegada con babas que al primer chaparrón fuerte se volverá añicos, porque parodiando a Celia Cruz, no habrá cama para tanta gente.

[email protected]

Columnista
25 junio, 2010

¿Unidad pegada con babas?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Raúl Bermúdez Márquez

Por: Raúl Bermúdez Márquez No se trata de aguarle la fiesta a 9 millones de colombianos que el domingo pasado votaron por Juan Manuel Santos como nuevo presidente de Colombia. Su triunfo fue contundente y hay que aceptarlo aunque se tengan diferencias de fondo con el modelo de desarrollo económico que defiende, que es el […]


Por: Raúl Bermúdez Márquez

No se trata de aguarle la fiesta a 9 millones de colombianos que el domingo pasado votaron por Juan Manuel Santos como nuevo presidente de Colombia. Su triunfo fue contundente y hay que aceptarlo aunque se tengan diferencias de fondo con el modelo de desarrollo económico que defiende, que es el mismo de su antecesor. Lo que pasa es que en un acuerdo de unidad nacional como el que propone, resulta sospechoso que aterricen en paracaídas dirigentes como César Gaviria que hace sólo unos días estaba despotricando contra un gobierno que considera “un asco” y ahora con más pena que gloria se suma a la coalición que representa la continuidad de las políticas de Álvaro Uribe.
Algo similar puede decirse de  Germán Vargas Lleras, quien se verá expuesto nuevamente al “fuego amigo” en el propósito de concretar sus aspiraciones presidenciales para el 2014. Pero, ¿de qué se trata la propuesta de Santos?  Son diez puntos que, por su generalidad, es difícil estar en contra de cualquiera de ellos: trabajo, seguridad, institucionalidad y prosperidad democrática, transparencia y cero corrupción, buen gobierno, justicia y cero impunidad, agenda urbana y rural, medio ambiente y relaciones internacionales fluidas con nuestros vecinos y el mundo.

Por más que Santos insista en que es un acuerdo programático, no burocrático, la mayoría de quienes confluyen en él, lo hacen por simple instinto de supervivencia. Este es un sistema político, donde los partidos, con contadas excepciones, se nutren del clientelismo que considera a los recursos públicos como la fuente principal de sostenimiento.

La crisis del Partido Liberal, por ejemplo, se debe a su orfandad de poder durante 12 años y eso parece entenderlo perfectamente el ex presidente liberal, que -de paso-, con su adhesión le da un empujoncito a Simón, su hijo, para ocupar alguna dignidad en la Cámara de Representantes.

¿Y… qué significa un gobierno de unidad nacional? Según el analista político Hernando Gómez Buendía, “Además de ser una expresión simbólica y un mecanismo para sumar votos,…es una forma de gobierno que en distintos países o momentos ha revestido una de cuatro grandes modalidades,…la del partido único, la del frente patriótico, la de reconciliación y la del pacto de gobernabilidad”. Ejemplos respectivos de cada modalidad: la China actual, Inglaterra después de la segunda guerra mundial, el segundo mandato de Lincoln en USA, y Chile después de Pinochet. Señala Gómez Buendía que, “En la historia de Colombia los gobiernos de unidad nacional han sido de reconciliación, aunque luego asumieron o intentaron asumir ciertos rasgos del unipartidismo: así ocurrió con Núñez y su alianza conservadora-liberal (la “Regeneración”) después de la guerra de 1885, ocurrió con el general Reyes y su gobierno de “paz, concordia y trabajo” tras la guerra de los Mil Días, ocurrió con Rojas y su Alianza Nacional Popular (ANAPO) después de “La Violencia”, y ocurrió con el Frente Nacional que puso fin al desangre liberal-conservador y acabó por actuar casi como un partido único”.
Pues bien, la unidad nacional de que habla Santos posee rasgos que encuadran mejor en la modalidad unipartidista. La originalidad es que constituye una especie de tránsito del unipartidismo “por predominio” al unipartidismo “hegemónico”. Lo cual significa que si en el período que termina el Partido de la U acicalado por el alto grado de favorabilidad del presidente, se constituyó en la fuerza determinante en el gobierno y en el Congreso, a partir del próximo 7 de agosto, ese mismo partido establecerá una hegemonía en el gabinete ministerial, en los institutos descentralizados, y en el seno de ambas cámaras. Eso hará muy frágil el proyecto de “unidad nacional”, porque a la mayoría de los que la conforman les importa un bledo lo programático. Para ellos lo determinante es no desconectarse del cordón umbilical que les renueva la vida y les otorga poder: el presupuesto,  la nómina y los contratos oficiales.
En esas circunstancias, el resultado final es una “unidad nacional”, pegada con babas que al primer chaparrón fuerte se volverá añicos, porque parodiando a Celia Cruz, no habrá cama para tanta gente.

[email protected]